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13 abr 2017

SANAR LAS RELACIONES ES RESTAURAR LA SOCIEDAD



SANAMOS LA SOCIEDAD CUANDO RESTAURAMOS LAS RELACIONES PARA ANDAR EN AMOR Y UNIDAD

Así que somos embajadores en nombre de Cristo, porque así es como Dios ruega y actúa por medio de nosotros, y se nos ruega en el nombre de Cristo, que llevemos a la gente a que se reconcilie con Dios, Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; porque el Padre estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, por eso nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 2 Corintios 5: 17-20.

Sean hacedores de la palabra y no solamente oidores, Santiago 1:22.

Basado en Lucas 7:1-10.

El ser humano se ha hecho muchas preguntas y en repetidas  ocasiones creemos no encontrarlas, pero las respuestas están ahí frente a nuestros ojos, Dios las tiene cuando lo buscamos en la Biblia. Él no solo sana lo físico, sino va más allá, tampoco se queda en la sanidad emocional y psicológica, en su grandeza Él llega al punto de querer sanar a toda una sociedad y la humanidad entera.

En la lectura de Lucas 7, encontramos dos grupos de personas: Un centurión y los ancianos; la sociedad de entonces, como la de hoy estaba totalmente dividida y fragmentada por aspectos como la cultura, las creencias, la ideología y el marco moral y ético, lo cual separaba y sigue separando a la sociedad. La cultura del centurión era romana y gentil, este era un soldado, representaba la fuerza invasora contra Israel que la tenía sometida bajo una ley marcial avasallante.

¿Por qué? Porque ese centurión era parte la dictadura del César; por lo tanto este centurión era politeísta, esa era a grandes rasgos la cultura romana. Si lo observamos desde la parte moral y ética, estaba sujeto a un pensamiento humano llamado hedonismo, sujeto a lo que produce placer al cuerpo y al ego humano, eso les resultaba correcto a sus propios ojos, algo subjetivo.

El segundo espectro social era el de los ancianos de la cultura judía, eran obreros religiosos, formaban parte de la monarquía de Herodes, eran monoteístas, tenían al verdadero Dios, Elohim, su marco ético y forma de vida se basaba en los Diez Mandamientos, y sus 603 leyes. También existía otro grupo rebelde y problemático y belicoso llamado los zelotes, que unido a los soldados romanos hacian ejecuciones públicas de los “rebeldes judíos”.

Como podemos ver, esa sociedad estaba totalmente dividida. Las tensiones eran demasiado altas, no había un descanso civil; todo estaba como hoy, fuera de control y en total anarquía; para completar, a los líderes judíos no les gustaba Jesús y tampoco lo aceptaban como el Mesías prometido, sino que lo juzgaban como un impostor y blasfemo.

Pero sabiendo que Jesús era el menor de los males, algunos judíos fueron al Señor para interceder por el centurión romano, hablaron de todo lo bueno que éste había hecho por los judíos, fueron a Jesús pensando que las cosas mejorarían si Jesús le hacia el favor al centurión romano, esperaban que éste no se enojara con los judíos, ese soldado había dejado huella inteligente, había intentado mantener la paz entre judíos y romanos, y aunque les había construido una sinagoga, representaba la opresión para Israel.

Claramente esos dos grupos de personas sobresalientes se oponían socialmente por su trasfondo cultural, religioso y político, pero a pesar de todo, la historia narrada termina en la sanidad de un hombre, ¿Quién une a esos dos grupos distintos? JESÚS.

Al ver la realidad social actual y nuestro contexto histórico yuxtapuestos a la actualidad, podemos darnos cuenta de la separación social existente a causa de la discordia latente entre los diversos grupos sociales de hoy. Las brechas, políticas, morales, religiosas y sociales, parecen estar más fracturadas de lo que han estado en mucho tiempo. Las personas y la sociedad están separadas y divididas, pero con seguridad podemos decir que El mismo Agente que llevó sanidad en la antigüedad, es la misma respuesta y el mismo Agente que traerá sanidad personal y social en nuestra presente realidad, Jesucristo.

El mensaje que queremos dejar es: Si Jesús unió al antiguo espectro social de grupos que se oponían fuertemente entre sí, tú y yo como sus seguidores discípulos, e hijos de Dios, estamos llamados a unir a las personas y a construir tejido social; somos agentes de camio social, sanidad en el corazón y salvación a las almas en las personas de esta sociedad. ¿Cómo?

¿Qué hizo Jesús en este pasaje, y que podemos aplicar a nuestras propias vidas? Lo primero, una aplicación práctica de responsabilidad personal, donde cada uno toma su posición, ¿por qué? Porque Cristo vive en ti y en mí, somos sus representantes ante el mundo, en el círculo donde nos movemos, en nuestra esfera de influencia. Es decir, que tú y yo somos llamados a transmitir PAZ, unidad y reconciliación donde quiera que vayamos.

No podemos seguir transmitiendo mensajes que hablen del mal que vivimos, la sociedad, las personas y el mundo necesitan más que nunca, oír el mensaje del Evangelio, allí están las Buenas Nuevas, porque no hay ni habrá cambio sin el mensaje de Jesús, pero esto no es algo automático, depende de nuestra responsabilidad, perseverancia y conciencia personal para ir a predicar el Evangelio viviendo el mensaje. No podemos olvidar lo que dice la biblia, lo cual se nos dice como un mandato: SEAN HACEDORES DE LA PALABRA, Santiago 1:22.

No es una opción, es un deber y una responsabilidad, Sanar la sociedad, unir a las personas y romper los muros que dividen, es por eso que Pablo dice: De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Así que somos embajadores en nombre de Cristo, porque así es como Dios ruega y actúa por medio de nosotros, y se nos ruega en el nombre de Cristo, que llevemos a la gente y a la sociedad a que se reconcilie con Dios, Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; porque el Padre estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, por eso nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 2 Corintios 5: 17-20.

Hemos sido reconciliados con Dios en Cristo, significa que en cierto punto del tiempo, existió entre Dios y nosotros una fractura, una división y un distanciamiento, estábamos separados de Dios, nuestra relación con Él estaba rota, pero el Apóstol Pablo dice que ahora en Jesús, hemos sido llevados a una relación correcta y reconciliados con Dios; el resultado de eso es que Dios nos volvió sus embajadores, nos hizo un reflejo y una representación de Cristo en el mundo que nos rodea, y el mismo don de Reconciliación de Cristo, nos fue dado.

Tenemos el encargo y obligación del ministerio de la reconciliación para llevarlo a la sociedad y a las personas de nuestro alrededor. ¿Qué es reconciliación?  En su original se define como ganar a alguien para la amistad, devolver la armonía, y restaurar a su totalidad, es la intención original de Dios mantener a la humanidad unida y en paz a pesar de las diferencias.

La idea y plan de Dios desde el comienzo es que cada uno vaya, salga y viva en su mundo, representando a Jesús, que las personas vean a Jesús en nosotros, llevando armonía a las relaciones, restaurando vidas con el fin de apuntar al corazón de las personas con el amor del Padre, crear lugares de paz para que podamos amarnos unos a otros, como resultado de nuestro caminar con Dios. Así es que funciona el Ministerio de la Reconciliación. En pocas palabras, santidad y amor.

Si Jesús unió a las personas, ahora tenemos la responsabilidad personal de ser sus representantes y embajadores, nuestro papel y propósito es unir y reconciliar. Entonces, ¿Qué aprendemos en este texto del ejemplo de Jesús?

Debo aplicarlo a mi vida para reconstruir una nueva cultura de unidad, armonía y paz: Si entramos en detalles serían muchos los aspectos a considerar, pero vamos a resumirlo en dos. Aunque este no es el mensaje perfecto que resuelve todo en una semana, si seguimos el ejemplo de Jesús y hacemos de esto lo más simple y aplicable a nuestra manera de vivir y conducirnos, será una gran manera de empezar.

1. Ve con las personas, haz el viaje con ellas. Y Jesús fue con ellos, Lucas 7:6a. Vemos a los ancianos ir ante Jesús en nombre del centurión, después de rogar y hacer algunas suplicas. El punto sobresaliente de Jesús es que Él no tenía miedo de andar con la gente, de vivir con ellos y de tocar sus vidas, a pesar del espectro social donde se encontraran.

Más adelante vemos a Jesús que llama al recolector de impuestos y le dice que irá a su casa a cenar esa noche, Lucas 5:27, pero Jesús es llamado amigo de pecadores, Mateo 11:19; cerca al pozo tiene una conversación con una mujer samaritana, gentil, conocida por su falta de moral, Juan 4; sus propios discípulos le recriminan que hable con ella, vemos que los discípulos de Jesús también eran un grupo de personas diversas y distintas en su manera de pensar y actuar, eran  rechazados religiosos que actuaban como adolescentes.

Aún entre sus discípulos Jesús tenía enemigos políticos: a Mateo o Levi el recolector de impuestos, a Simón el zelote y a Judas Iscariote, ellos se enfrentaban constantemente con diferentes puntos de vista, pero Jesús rompe todo tipo de estereotipo social. Pasa tiempo con ellos y se hace su amigo. Y si Jesús estuviera ahora en persona con nosotros, muy seguramente estaría con aquellos grupos que discriminamos y rechazamos, así de Bueno es nuestro Dios.

Jesús tocó las vidas de personas que se veían, actuaban  y pensaban diferente a Él. El Rey de reyes pasó por alto las diferencias sociales y se enfocó en el valor que tiene cada ser humano como persona. El amor de Dios no discrimina, no tiene preferencias ni sectarismos, no tiene favoritismos, no mira las afiliaciones sociales, no usa etiquetas, Él va más allá de los círculos sociales o los partidos políticos, Jesús va directo al corazón y la esencia de la persona.

Viajar con las personas en la práctica, es reexaminar nuestras opiniones y considerar nuestros comentarios sociales; cierto es que tenemos opiniones y debemos estar informados de lo que enfrenta la sociedad, pero debemos hablar con quienes confiamos para estar de rodillas, postrados ante Dios, para pedirle su sabiduría y tomar una postura de amor y tolerancia desde el corazón de Dios, dejando de lado nuestras propias predisposiciones, evitando nuestras predilecciones y opiniones personales para que podamos andar y ser amigos de personas que se ven, piensan y actúan diferente, por no hacer esto nos hemos perdido por mucho tiempo del maravilloso plan de Dios.

Jesús caminó, compartió y fue con la gente, hizo la jornada con ellos, Jesús no perseguía estar en la misma página social de los romanos ni los altos sacerdotes judíos, pero fue a ellos; nosotros como embajadores de Cristo con el Ministerio de la reconciliación, necesitamos dejar de lado nuestras actitudes, afiliaciones y rangos sociales y centrarnos en la calidad humana de la persona como tal. Yo pues, preso en el Señor,  les ruego que anden como es digno de la vocación con que fueron llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándose con paciencia los unos a los otros, en amor, Efesios 4:1-2. Esto lo escribió Pablo a la iglesia más diversa de su época.

Debemos esforzarnos por tolerarnos unos a otros y mantener la unidad del Espíritu por el vínculo de la PAZ; convivir juntos en amor y paz implica ser pacientes con las diferencias, saber escuchar, no debatir ni polemizar, no intentar convencer a nadie para que se ponga de nuestro lado y escuchar con respeto y atención. Porque ninguno tenemos la perspectiva completa de la vida, debemos ser misericordiosos y asimilar todo lo bueno el uno del otro, buscando que nuestros puntos de vista encuentren armonía, no que entren en conflicto, orando juntos para encontrar el entendimiento de Cristo.

En este proceso debemos ser maduros,  y entender que prodigar amor no significa que terminemos en acuerdo, no se puede igualar el entendimiento con el amor. Aunque pensamos diferente, hacemos lo que sea por ayudar al otro, porque lo amamos. Con base en el amor, nos controlamos y guardamos todas esas cosas en nuestro corazón como lo hizo María, Lucas 2:19,  asumiendo lo mejor de la otra persona, y esforzándonos por andar en armonía y paz. Eso es hacer el viaje juntos.

2. Comprender el poder de las palabras, Lucas 7:6-10. Se aprecia un intercambio maravilloso entre Jesús y el centurión, éste envío sus amigos a Jesús. El centurión dijo: Sólo di la palabra y mi siervo sanará, Lucas 7:7. Luego los servidores del centurión vuelven trayendo la noticia de sanidad, el centurión creía en el poder de las palabras de Jesús. Y si tenemos suficiente poder para llevar sanidad física, también tenemos poder para llevar sanidad social. Jesús reconoció la fe del centurión, Jesús se maravilló de él…y dijo: Les aseguro que ni aún en Israel he hallado tanta fe, Lucas 7:9. Las palabras de Jesús al volverse a la multitud judía fueron palabras que resaltaban lo bueno del hombre que fue instrumento y objeto de la opresión de Roma sobre Israel. Jesús nunca dijo, sea sanado. Jesús resaltó lo bueno de las palabras de aquel hombre que era anti-Israel.

¿Qué aprendemos de eso? Que ser un embajador de Jesucristo, nos convierte en agentes de paz, agentes de reconciliación en la sociedad y en nuestra esfera de influencia. Esto nos hace reflexionar y tomar conciencia de que nuestras palabras deben resaltar lo bueno de aquellas personas que se ven, actúan y piensan de manera diferente a nosotros.

Es fácil ser negativo y criticón, eso enferma, siempre debemos hablar lo bueno de las otras personas, No tengan deudas con nadie, a no ser la de amarse unos a otros. El amor no perjudica al prójimo, Romanos 13:8 y 10. Y la primera forma de mostrar el amor de Dios a las personas es con palabras; en el original la palabra amor de este texto está en presente continuo, porque debe ser un amor perpetuo; es decir, amar, seguir amando y después amar más; nunca dejar de amar, nuestro amor debe ser para siempre, porque el amor no hace daño y nunca se acaba.

Dios no quiere que condenemos con nuestras actitudes y palabras, si Dios hubiera querido condenar al mundo habría enviado a un juez, pero como lo que quería era salvar al mundo, y nos envió al mejor, único Salvador y Abogado que todo el tiempo habla y piensa lo mejor de nosotros, intercediendo con amor delante del Padre cada vez que fallamos. Juan 3:16-17.

Que seamos conocidos por lo que apoyamos, por lo bueno que hablamos de las otras personas, no por lo que estamos en contra, porque con nuestras palabras lastimamos a muchos. Un embajador de Cristo no hace líneas de distinción ni división, sino que intenta construir puentes para unir y reconciliar, y en eso me ocupo, en edificar la vida de otras personas.


Amar a los otros traerá vida a muchas personas, porque quiero ser como Jesús, aunque me resulte difícil. Destaquemos todo lo bueno de aquellos que actúan y piensan diferente a nosotros. Usemos nuestras palabras para poner un nuevo curso y mejor rumbo a la sociedad, ayudar a la unidad y la reconciliación, y que muchos encuentren un lugar de paz con Dios  y armonía unos con otros, Amén.

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