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23 feb 2016

EL HIJO NOS HIZO HIJOS DE DIOS


El HIJO NOS HIZO DE DIOS EN ÉL 

Yo veía visiones en la noche, de pronto vi con las nubes del cielo que venía Uno como Hijo de Hombre, y lo hicieron acercar hasta el anciano de días. Y le fue dado el poder y la gloria del reino, la gente de todas las naciones y lenguas le servían. Su majestad siempre será poderosa, su gobierno y su reino serán para siempre, jamás serán destruidos. Daniel 7: 13-4.

Jesús callaba y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar: ¿Eres Tú el Cristo, el Hijo del bendito? Jesús respondió: YO SOY; y verán al Hijo del Hombre entado a la diestra del poder y viniendo en las nubes del cielo. Marcos 4:61-62.

El que siembra la buena semilla en el campo del mundo; la buena semilla son los hijos del reino, y la cizaña son los hijos del malo. Mateo 13:37. Y a todos los que lo recibieron, a los que creen en su nombre, les dio la potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios. Juan 12-13.

Nosotros somos hijos de Dios porque hemos nacido de nuevo en Cristo, morimos a diario abandonando el pecado y siguiendo al Hijo de Dios para alcanzar el carácter de su personalidad maravillosa, conocemos la obra grandiosa de nuestro Redentor entendiendo el extraordinario valor, relevancia y poder que hay Él; mi gozo al testificar de Jesucristo es inefable, conservo gratitud por lo que el Hijo de Dios representa y es para mi vida y para los que son salvos en Él, por eso amo su palabra, atesoro sus enseñanzas y vivo para glorificar su nombre, pues Jesucristo ha marcado mi vida con su amor, fidelidad y misericordia cada día. El que cree en el Hijo de Dios tiene el testimonio en sí mismo; el que no le cree, ha hecho a Dios mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que el Padre ha dejado respecto a su Hijo. 1 Juan 5:10.  

Para ser hijos de Dios y excelentes en nuestra manera de vivir como lo fue el Hijo en medio de los hombres, es imperativo conocer lo que Él es, lo que hizo y lo que dijo en su posición e identidad de Hijo de Dios mientras cumplía su ministerio entre los hombres. Jesús, Yeshua, Jesucristo o como quieras llamarlo es el Hijo de Dios, y lo que Él es tan importante como lo que hizo y enseñó, para que los hijos que Cristo gañó para el Padre hagamos los mismo. Pues si YO el SEÑOR y Maestro, he lavado sus pies, ustedes también deben lavarse los pies los unos a los otros. Porque ejemplo les he dado, para que como YO lo he hecho, ustedes también lo hagan. De cierto, de cierto les digo: el siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que lo envió. Juan 13:15-17.

1. Cristo se dio a conocer como el Hijo de Dios. Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto, les digo: NO puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente. Juan 5:19. Nuestro Salvador y SEÑOR Jesucristo, como Hijo de Dios no vino a esta tierra a hacer su propia voluntad ni a enseñar sus propias palabras, Él vino a revelar al Padre, vino a hacer la voluntad del Padre, vino a enseñar lo que el Padre le enseñó y a cumplir la misión que Abba Padre le había encomendado. Cuando Jesús fue bautizado, la voz del Padre se dejó oír para avalar, confirmar y dar testimonio de que Jesucristo es su Hijo, Mateo 3:17, Marcos 1:11 y Lucas 3:22; también cuando se transfiguró en el monte el Padre ratificó a su Unigénito: Mateo 17:5; Marcos 9:7 y Lucas 9:35.

Cristo mismo mostró con su vida y confesó con su boca y sus hechos ser el Hijo de Dios. Nosotros nos maravillamos de la forma en que Cristo hasta el día de hoy atrae las vidas y gana los corazones para el reino del Padre; Jesús estuvo presente en situaciones que requerían su intervención divina y sobrenatural. A los hijos de Dios que hemos sido hechos hijos del Padre y herederos de su reino en el sacrificio, muerte y resurrección del Hijo de Dios, nos corresponde ser y hacer como nos enseñó el SEÑOR. Nuestro testimonio, nuestra calidad de vida, nuestra manera de comportarnos, de hablar y actuar contundentemente ante el Padre y la gente que nove y nos conoce, debe ser como Cristo. Antes bien, amen a sus enemigos y hagan el bien, presten y den no esperando nada a cambio, y su recompensa será grande, y serán hijos del Altísimo; porque Él es bondadoso para con los ingratos y perversos. Lucas 6:35.

Nuestro amado Salvador e Hijo de Dios, no imitó el molde de ningún líder del mundo, y ni siquiera Moisés, Pablo o cualquier otro líder religioso se compara con el Hijo de Dios; Él tuvo la autoridad y el poder de confesar ser Hijo del Padre, Él es el único que ha logrado convencer por amor a miles de personas en el mundo, de que Él es el Hijo de Dios y sus enseñanzas han sido y serán la última palabra y están por encima de cualquier profeta; nunca añadió, mejoró o hizo revisiones a la enseñanza bíblica, nunca se retractó o cambio su pensamiento ni lo que dijo; nunca adivinó, supuso ni habló con cierto grado de incertidumbre; esto es algo absolutamente contrario a lo que enseñan tantos líderes del mundo. Bienaventurados los que procuran la paz, pues ellos serán llamados hijos de Dios. Mateo 5:9.

2. En la injusticia del juicio Cristo siguió siendo el Hijo de Dios. Pero Cristo callaba, y nada respondía. El sumo sacerdote le volvió a preguntar, y le dijo: ¿Eres Tú el Cristo, el Hijo del bendito? Y Jesús le dijo: YO SOY; y verás al Hijo del Hombre sentado a la diestra del poder del Padre, viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote, rasgó su vestidura, y dijo: ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? Han oído la blasfemia; ¿qué les parece? Y todos ellos lo condenaron declarándolo ser digno de muerte. Y algunos comenzaron a escupirlo, y a cubrirle el rostro dándole puñetazos, y diciéndole: profetiza. Y los alguaciles le daban bofetadas. Marcos 14:61-65.

Jesucristo fue juzgado y enjuiciado por decir la verdad, por asegurar que era el Hijo de Dios, lo cual fue considerado por los antiguos, como una blasfemia, declarar y mostrar su poder sobrenatural era blasfemia para los religiosos de su tiempo, porque Jesús se hacía a sí mismo Hijo de Dios. Los judíos rechazaron al Cristo, su Mesías por hacerse Hijo de Dios, Juan 10:33. ¿Al que el Padre santificó y envió al mundo, ustedes dicen: Tú blasfemas porque dije: ¿Hijo de Dios SOY? Si no hago las obras de mi Padre no me crean. Pero si las hago, aunque no me crean a Mí, crean a las obras, para que conozcan y crean que el Padre está en Mí, y YO en el Padre. Juan 10:36-38.

Ante las palabras de los fariseos el SEÑOR acepta el reto y confirma ser el Mesías, el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre. Él estaba confirmado que era El Gran YO SOY desde la antigüedad, Marcos 14:62; eso fue lo que el sumo sacerdote consideró blasfemia y se rasgó las vestiduras en su calidad de juez, Levítico 10:6 y21:10. No eran las acciones del SEÑOR por lo cual era condenado, sino por su declaración en cuanto a su identidad y dignidad de Hijo de Dios. Haya, pues, en ustedes este sentir que hubo también en Cristo Jesús, quien, siendo Dios, no estimó el ser igual a su Padre para aferrarse a su divinidad. Sino que se despojó así mismo, tomando la forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en condición de Hombre, se humilló así mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Filipenses 2:5-8.

Jesucristo hizo la gran declaración de su preexistencia eterna; el Hijo de Dios es la fórmula absoluta del eterno YO SOY y en Él se consolida toda la profecía del AT; al decir que Él era el Hijo de Dios no estaba dando ninguna idea nueva, pues el pueblo judío estaba familiarizado con eso, lo que los ofende es su identificación de Hijo del Padre, pues ello implicaba su deidad absoluta. Vean ahora, que YO, YO SOY, y no hay dioses conmigo; YO hago morir, y YO hago vivir; YO hiero, y YO sano; y no hay quien pueda librar de mi mano. Deuteronomio 32:39. Todo esto se cumplió en el Hijo de Dios como único SEÑOR que salva, sana, libera, da poder y libertad.

Hemos sido hechos hijos de Dios por adopción con el Espíritu de Dios y por fe en el Hijo, Romanos 8:15; desde antes de la fundación del mundo, El Padre nos pensó y nos escogió para ser santos, y en su amor nos apartó para ser adptados hijos suyos por medio de Jesucristo, por su voluntad y para su gloria, aceptados en su Hijo. Efesios 1:3-10. Por eso tenemos el deber moral y espiritual de profundizar en conocer al Hijo del Bendito, que por amor a la humanidad y obediencia al Padre, vino a enseñarnos integridad entre los hombres y santidad en fe obediente para con el Padre; si el Hijo se hizo igual a nosotros, ¿qué de nosotros? ¿Somos servidores, hablamos la verdad, declaramos con hechos y palabras que somos realmente hijos de Dios? Porque el Hijo de Dios, Jesucristo, que entre nosotros ha sido proclamado por nosotros…no ha sido sí o no; ha sido SÌ en Él. Porque todas las promesas del Padre son Sí EN Cristo, por medio de nosotros para la gloria de Dios. 2 Corintios 1:19-20.

Las bendiciones del Padre profetizadas y prometidas en su palabra son reales a través de sus hijos, y si Cristo como Hijo de Dios se humilló, ¿nos sometemos al Padre y dependemos de Él en reverente humillación? El Padre exaltó a su Hijo y lo puso por encima de todo, ¿somos como Cristo para merecer estar donde debiéramos estar? Si el pueblo del Eterno no hace lo que le corresponde ni se humilla ante el Padre, ¿cómo esperamos ser oídos y reconocidos por la gente del mundo? ¿mostramos nuestra identidad con Dios y nuestra pertenencia al reino celestial? No importa la persecución, no importa la calumnia, no importa ni la muerte, nuestro deber es mostrar que realmente somos hijos del Padre Celestial en su Hijo amado, nuestro Salvador. Dijeron todos: ¿Luego eres Tú el Hijo de Dios? Y Jesús respondió: Ustedes dicen lo que SOY. Lucas 22:70.

3. Muchas otras declaraciones certifican a Jesucristo como el Hijo de Dios. Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, y nacido bajo la ley, para redimir los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos. Y por cuanto son hijos, Dios envió a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: Abba Padre. Gálatas 4:4-6. Pedro inspirado por el Espíritu Santo reveló al SEÑOR como el Hijo de Dios. Jesús venía de la región de Cesarea de Filipo y preguntó a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Ellos dijeron: unos, Juan el Bautista; otros Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas. Él dijo, y ustedes, ¿quién dicen que SOY YO? Respondiendo Simón Pedro dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente. Entonces le respondió Jesús: bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielo. Mateo 16:13-17.

La revelación de que Jesús es el Hijo de Dios es para confirmar que Él es la Roca y la Piedra angular sobre la cual se sostiene el edificio que es su Cuerpo y sobre Él se sustenta su novia, la congregación de YHWH, en la verdad del Evangelio de Cristo, y quienes reciben esta revelación, son hijos de Dios. Pedro fue un testigo presencial de que Jesús, Yeshua, es el Hijo de Dios como la gran verdad sobre todo el universo y dijo: Cuando el SEÑOR recibió la honra del Padre, lo glorificó, le fue enviada magnificencia con una voz que decía: Este es mi Hijo Amado, en el cual tengo complacencia. Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estabamos con Él en el monte santo. 1 Pedro 1:17-18. 

Cristo está vivo, por eso el proceso redentor se completa mediante renovación continua, para purificación, perfección y glorificación en los hijos de Dios, hasta la venida del Gran Rey; Pablo, los discípulos, los apóstoles y los primeros creyentes pudieron testificar del Hijo de Dios con autoridad de testimonio y vidas entregadas en sacrificio, confirmando que eran hijos genuinos del Padre en su Unigénito Hijo. Para que seamos irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin tacha en medio de una generación torcida y perversa, en medio de la cual resplandecemos como luminares en el mundo. Filipenses 2:15.

Tú y yo nacidos de nuevo en el Hijo del Padre, somos hijos de Dios para ser pueblo santo, real sacerdocio, nación santa, cada día haciendo morir la carne con su debilidad y los pecados que hay en el mundo porque Jesucristo, el Hijo de Dios, reina en nuestros corazones y dirige nuestra vida, Él es quien nos lleva de su mano rumbo a la casa del Padre; por lo tanto, el que está en mí, es más poderosos que el que está en el mundo, quien es un enemigo vencido. Si me conocieran a Mí, también a mi Padre conocerían; y desde ahora lo conocen y lo han visto. Felipe le dijo: SEÑOR, muéstranos al Padre, y nos basta. Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con ustedes, y no me han conocido, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿Cómo, pues, dices tú: muéstranos al Padre? ¿NO crees que YO SOY en el Padre, y el Padre en Mí?

Como hijos de Dios, estamos en la responsabilidad de ser los mejores seres humanos viviendo por el Espíritu de Cristo, en una atmósfera de la excelencia que honre al Padre y al Hijo, tratando con dignidad a todas las personas. Nuestra manera de vivir como hijos de Dios debe alabar al Padre en todo tiempo, dando testimonio y no siendo iguales a los que militan en el mundo, sino haciendo mucho más y mejor de lo que se espera de cada uno de nosotros; los hijos de Dios hacen la segunda milla, haciendo más y más lo mejor sin cansancio ni temor, sino como valientes y firmes soldados del SEÑOR, no dejándonos influenciar ni dominar por la cultura del sistema, ni por las vicisitudes que provoca la cultura de la tecnología o la falsa ciencia; el amor del Padre, no nos va a pedir lo que el Hijo no ha hecho. Me es necesario hacer las obras del que me envío, entre tanto que el día dura; la noche viene, cuando nadie puede trabajar. Entre tanto que estoy en el mundo, Luz SOY del mundo Juan 9:4-5.

Nuestro Padre celestial no premia la pereza ni la mediocridad, Él se complace en bendecir a los hijos que trabajan, se esfuerzan, luchan y avanzan en medio de los obstáculos y el dolor haciendo todo como para el SEÑOR, con amor, con entrega, con compromiso y conscientes de nuestra identidad de Hijos y que pertenecen al reino de Dios. Cuando nos obligamos a nosotros mismos a hacer y vivir con excelencia, venimos a ser bendición, creciendo en el carácter y personalidad del Hijo, disfrutando de su libertad como hijos de Dios, no esclavos del adversario, ni del mundo ni de la carne para no sentirnos víctimas sino triunfadores y vencedores en Aquel que nos amó y sigue obrando a nuestro favor. Jesús le respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y YO trabajo. Juan 5:17. Por lo tanto, Trabajen, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre les dará; porque a Éste señaló Dios el Padre. Juan 6:27.

Lic. MEHC, hija del Dios vivo, real y verdadero, y servidora de su reino eterno.