DIOS NO QUIERE CRISTIANOS A
MEDIAS, NOS QUIERE AUTÉNTICOS ¿SOMOS O NO SOMOS?
A los cielos y a la tierra pongo por
testigos hoy contra ustedes, que les he puesto delante la vida y la muerte, la
bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu
descendencia, Deuteronomio 30:19.
En verdad, en verdad te digo, que si
no naces de nuevo, no podrás ver el reino de Dios, Juan 3:3. Porque
a los tibios, los vomitaré de mi boca, Apocalipsis 3:16.
Hay
cientos de personas que van a un templo y se autodenominan cristianos. Tú los
ves y participan en varias actividades de tipo religioso, pero si tú ahondas en
sus vidas, te darás cuenta que son solo cristianos de nombre, nada más. Están
pendientes de los defectos, los errores y las caídas de los demás para ir de
inmediato a enrostrar sus defectos y sus pecados, incriminan, acusan y miran
retadoramente a los ojos de su interlocutor señalando con el dedo su defecto, y esto es solo una pequeña muestra de lo que vemos.
Me
pregunto: ¿En verdad son discípulos de Cristo, aman a Dios y a su prójimo? ¿En verdad
han nacido de nuevo? Esa no es la clase de cristianos que nuestro amado Señor
Jesucristo llamó a formar parte de su cuerpo que es su Iglesia. Lamentablemente
esos son los testimonios de muchas personas que se llaman creyentes,
ellos son los que han dejado el nombre de Cristo por el suelo y al pueblo
verdadero de Dios muy mal parado, menoscabando el poderoso mensaje del
Evangelio del reino de Dios. A Dios no le agradan los cristianos a medias, ¿O
somos o no somos?
Ser
cristianos no es ser activista de ritos religiosos, no es vivir de apariencias, no
es hacer muchas tareas para querer resaltar, no es dedicarse a compartir pasajes
bíblicos ni teorizar la palabra para vanagloriarse y agradar a los demás o para ganar el reconocimiento de los hombres.
Si tú eres uno de ellos, te digo con dolor en mi corazón que no has conocido a Jesús porque no has nacido de
nuevo, nos has sido transformado por su amor y por eso ya tienes las consecuencias.
Los
pecadores necesitamos de un Salvador, Jesucristo, quien murió por todos nuestros
pecados, y Él dijo: En verdad, en verdad te digo, que si
no naces de nuevo, no podrás ver el reino de Dios, Juan 3:3. Cuando reconocemos que somos pecadores necesitados de Dios, cuando nos duele el corazón, cuando lloramos
intensamente y nos damos cuenta que estamos sucios, hambrientos y sedientos del Dios
puro y santo, podremos arrepentimos, y ¡vaya que sí nos duele el alma cuando reconocemos el pecado! El verdadero arrepentimiento es profundo, podemos durar llorando por días y meses, mientras vienen a
nuestro recuerdo tantas cosas terribles que hicimos, o cosas lindas que dejamos de
hacer, lo cual nos oprime el corazón ante el Dios santo, nos duele mucho, esta es una señal importante de que hemos nacido de nuevo.
Y aunque todo esto es parte del proceso, hay
algo mucho más importante que nos debe llevar a cambiar desde las entrañas, es
algo que nos constriñe el alma y nos arruga el corazón: es ver en el espírutu a Cristo colgado del madero ensangrentado y muriendo por mi. Nuestro poderoso y dulce Salvador, fue un
varón de fuego, celestial amoroso y puro mientras estuvo entre los hombres como
el inocente Hijo del Hombre, desplegó amor, ternura y compasión a su paso, y sin embargo fue tratado como un criminal, Isaías 53.
En
su corona de espinas de casi tres centímetros de largo, cada una penetró hasta tocar su cráneo, brotó
sangre como de Cordero degollado, allí llevó cada enfermedad y esclavitud mental del ser
humano.
Por
la vía dolorosa, su espalda fue llagada con grandes surcos que chorreaban
sangre a borbotones debido a los 39 azotes que recibió con cuerdas gruesas que
llevaban en la punta un hueso puntiagudo y fuerte que rasgaba la piel hasta casi
tocar las costillas, Él permitió eso por ti y por mí, en esas llagas profundas
nos estaba dando sanidad especial para cada enfermedad y sanidad del alma herida.
En
sus pies clavados a la cruz llevó toda parálisis física y espiritual; en sus
manos perforadas por los clavos para colgar del madero, nos dio medicina y bendición en todo lo que hacen y tocan nuestras manos para que nada nos contagie. Su costado traspasado sana toda
enfermedad del corazón y las emociones. El reconocimiento de este poderoso
sacrificio vivo y santo es lo que nos debe mover a ser nuevas criaturas y cambiar del estilo de vida para siempre, no temporal ni convenientemente; du sacrificio, muerte y resurrección nos ha traído vida eterna y vida plena para estar en este mundo para cumplir los propósitos de Dios en nuestra vida.
Aún hay muchos que no se han dado cuenta de la magnitud del sacrificio del Salvador,
por eso rehusan comprometerse con Dios, simplemente no creen en
Cristo y les parece que volverse a Dios es algo superficial, fuera de moda y hasta
innecesario. Ser salvos no es haber sido bautizado siendo niños, tampoco es asistir
a una iglesia, ni ganarse la eternidad por hacer “buenas obras”. Ser salvos es ser radicales, firmes y determinados para olvidar el pecado, darle la espalda y dejar de hacer lo que hacíamos antes de saber y conocer de Cristo.
Las
personas que no han valorado el amor del Padre y el sacrificar de su Hijo, son aquellos que viven el domingo en la iglesia pero toda la semana se
acomodan al mundo, son personas que no han tomado conciencia del destino eterno de su alma, se conforman con lo que oyen en un púlpito o lo que les cuentan
por ahí, toman livianamente su destino eterno, pero es urgente que
se decidan por Cristo, nazcan de nuevo, renueven su mente y cambien de actitud: No juzguen para que no sean juzgados,
Porque con el juicio con que juzgan, serán juzgados, y con la medida con que
miden, serán medidos…
No
todo el que me dice Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el
que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, Mateo 7:1-2 y 21.
El
peor obstáculo para aprender a interiorizar la verdad de Dios, es creer que ya se has aprendido lo suficiente y que no necesitas saber más. Lo sabio y lo mejor que podemos
hacer, es humillarnos ante Dios, hablar con Él y pedirle
de corazón a Jesús que nos llene de su Espíritu, ser transformados
genúinamente y madurar en el proceso. Al Dueño del universo no le interesan los compromisos a medias, ni la obediencia parcial y mucho menos las sobras de nuestro tiempo, Él anhela de sus hijos toda nuestra entrega y dependencia total, no a conveniencia personal, a pedazos ni a plazos por momentos.
Dios dice claramente que el ser humano solo tiene dos alternativas: A
los cielos y a la tierra pongo por testigos hoy contra ustedes, que les he
puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues,
la vida, para que vivas tú y tu descendencia, Deuteronomio 30:19. Solo existen dos alternativas, o la vida en Cristo
que es bendición y vida eterna o la muerte de vivir en el pecado y con las
consecuencias de estar separado eternamente de Dios; o eliges a Dios o sigues a
satanás, o terminas en el cielo o terminas en el infierno, con Dios no hay lugar a liviandades, tibiezas, ni mediocridades, tampico los términos medios;
o eres frío, o eres caliente; o eres valiente o eres un cobarde; o eres obediente
o desobediente, o eres santo o eres impío.
Porque
Él
nos dio vida, cuando estábamos muertos en delitos y pecados, en los cual anduvimos
antes de conocer a Cristo, siguiendo la corriente del mundo, siguiendo al príncipe
de la potestad del aire, que es el espíritu que ahora se manifiesta en los
desobedientes. Y antes éramos así, porque vivíamos en los deseos de la carne,
haciendo nuestra propia voluntad y dejándonos llevar por la bajeza de nuestros
pensamientos, por eso éramos esclavos de la ira, lo mismo que los que andan sin
Cristo, Efesios 2:1-3. Parafraseado mío. Y añade: Pero Dios, que es rico
en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aún nosotros estando muertos
en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo, por gracia somos salvos,
Efesios 2:4.
Tampoco califiquemos, evaluemos, juzguemos ni recriminemos a las otras personas según el parecer de nuestro pensamiento ni por lo que somos; he podido confirmar que en aquello que más juzgamos, y aquello
que más nos molesta de otra persona, eso somos, eso guardamos muy adentro del
corazón, esas personas vienen a ser un reflejo de nuestra realidad
interior, es por eso que la palabra dice: Eres inexcusable, oh
hombre, quien quiera que seas tu que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te
condenas a ti mismo; porque tú que juzgas, haces lo mismo, Romanos 2:1.
Dios
nos muestra un espejo de lo que hay en nuestra alma, cuando juzgamos a otro,
por eso nos dice: Porque mis pensamientos no son sus
pensamientos, ni sus caminos, son mis caminos, dice Jehová, Isaías 55:8. No son las cosas “buenas
de nosotros” lo que agrada a Dios, lo que le agrada es que nos sumerjamos en Él,
en la profundidad de su amor mostrado en la cruz, en la santidad y entrega, y la gracia del Padre nos justifica a través del Hijo, nosotros debemos
estar atentos velando de no resbalar, porque el que se cree estar firme, mire que no caiga.
Nadie
se justifica ante Dios por lo bueno que haga, Aún nuestras mejores
obras son como un trapo sucio delante de Dios; porque todos hemos caído como
las hojas secas por nuestros pecados que nos arrastran con el viento. Porque no
hay nadie que invoque Tu nombre ni se apoye en Ti. Por eso has escondido de
nosotros tu rostro, y nos has dejado marchitar en nuestras maldades, Isaías
64:6.
Las personas que se ponen al margen de Dios y no se alinean a Cristo, ni viven por el Espíritu, fracasan, porque no le han creído a Dios, lo han rechazado, y lo han tomado en poco, no han aceptado el perdón de sus pecados y menosprecian el valor de la salvación, ellas mismas se engañan, han escogido unirse al enemigo de Dios por su corazón no arrepentido, recibirán conforme a lo que han escogido, Dios sigue llamando porque aún hay tiempo, Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que crean en El que el Padre ha enviado, Juan 6:28-29. Creer en Cristo es tenerlo en cuenta cada vez que actuamos, hablamos, pensamos y decidimos.
Las personas que se ponen al margen de Dios y no se alinean a Cristo, ni viven por el Espíritu, fracasan, porque no le han creído a Dios, lo han rechazado, y lo han tomado en poco, no han aceptado el perdón de sus pecados y menosprecian el valor de la salvación, ellas mismas se engañan, han escogido unirse al enemigo de Dios por su corazón no arrepentido, recibirán conforme a lo que han escogido, Dios sigue llamando porque aún hay tiempo, Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que crean en El que el Padre ha enviado, Juan 6:28-29. Creer en Cristo es tenerlo en cuenta cada vez que actuamos, hablamos, pensamos y decidimos.
Creer no es suficiente, debemos transformarnos y morir al pecado para liberarnos y estar seguros de ir al cielo con Cristo. Debemos aceptar su
perdón, vivir en Él y para Él: YO
SOY el camino, la verdad, y la vida. Nadie va al Padre sino por Mí, Juan 14:6. Si aceptamos esto,
también podremos experimentar lo que es tener al Espíritu Santo entronado en
nuestro corazón, Él es quien nos ayuda en nuestra debilidad para ser
perfeccionados, para que todos honren al Hijo como
honran al Padre. El que no honra al Hijo, tampoco honra al Padre que lo envío,
Juan 5:23.
Y
finalmente, quienes han escogido vivir para Dios, creer en su palabra,
arrepentirse, cambiar de forma de vida y ser llenos del Espíritu Santo, para Caminar con Pasos
Firmes en Dios, no solo serán gratos a los ojos del santo, sino también ante los ojos de los hombres, para convertirse en multiplicadores del reino de Dios y de su amor. Por
eso hermanos míos, ya que Dios es tan bueno con ustedes, les ruego que le
dediquen toda su vida y todo su cuerpo a servirle y a hacer todo lo que a Él le
agrada. Así es como le debemos adorar, Romanos
12:1-2. Cada uno de nosotros debe tener cuidado de la manera en
que construye, 1 Corintios 3:10b-11.
Así
que si eres un verdadero cristiano, no puedes seguir siendo un incrédulo que duda de la palabra de Dios o fluctúa entre el reino de Dios y el mundo, mucho menos seguir siendo piedra de tropiezo para la salvación de otros. O cambias radicalmente para seguir a Cristo o lo
abandonas del todo, porque no puedes servir a dos señores a la vez. Tampoco quieras cambiar a otros, ese es trabajo de Dios. Él perfecciona el carácter.
Nuestra labor es orar, interceder y amar al
prójimo.
Permitir que Dios obre en nosotros y a través de nosotros, no importa si nos
ignoran, no importa si pasamos desapercibidos, Dios es quien honra, promociona
y recompensa. Tampoco significa ponernos a favor o en contra de alguien, sino
agradar a Dios puestos los ojos en Cristo, YO SOY la puerta; el que por Mí entra,
será salvo; entrará, y saldrá y hallará pastos, Juan 10:9-10. Hagamos todas las cosas, deleitándonos en el Señor para que Él conceda
los deseos de nuestro corazón, Salmos 37:4. Y entregando nuestra
voluntad para ver su gloria obrando en mi y en ti Amén.
Lic. MEHC, hija del Dios vivo, real y verdadero y servidora de su reino.