SER HIJOS DE DIOS Y DISCÍPULOS DE CRISTO
Seguidores de Testimonio
Luego Jesús dijo a sus seguidores: Si
alguno de ustedes quiere ser mi discípulo, tiene que abandonar su manera
egoísta de vivir, tomar su cruz y seguirme, Mateo 16:24.
Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado
con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto
al Padre; ¿cómo dices tú: muéstranos al Padre? Juan 14:9.
Ser
verdadero cristiano, y discípulo seguidor de Jesús es más profundo de lo que
parece, no es simplemente asistir a un templo o un lugar donde se predique para
mostrar que es creyente, los demonios también creen y tiemblan,
Santiago 2:19.
Podemos decir muchas cosas acerca de ser cristiano y discípulo de Cristo conforme lo enseñan las Escrituras y lo afirmó Jesús:
Podemos decir muchas cosas acerca de ser cristiano y discípulo de Cristo conforme lo enseñan las Escrituras y lo afirmó Jesús:
-Uno
que ha recibido a Cristo como Señor y Salvador,
-Alguien
que ha nacido de nuevo y se ha bautizado
-Alguien
que vive por fe
-Uno
que es obediente y sigue las enseñanzas de Jesús
-Uno
que crece espiritualmente y persevera en la fe hasta el fin
-
Uno que renuncia a todo lo que posee
-
Uno que renuncia a su propia vida
-Alguien
que trabaja para Dios,
-
Uno que lucha cada día por ser perfecto
-Alguien
que tiene pasión, conocimiento, corre riesgos, y conquista para el reino
-Alguien
que conoce como se administran bien las cosas y las responsabilidades
-Uno
que ora, canta, alaba, adora, lee la biblia y hace el bien, etc, etc.
Es
verdad que para ser discípulo de Cristo hay que ser un buen cristiano y hacer
todo lo que se acaba de enumerar en la lista anterior; y se podrían mencionar
muchas cosas más y estructuras piadosas, pero de seguro apagarían la radiante
luz que brota de Jesús, y confundiría a muchos que en su desánimo y debilidad
lo abandonarían en vez de seguirlo.
Ser verdadero
cristiano, y discípulo seguidor de Jesús es algo súper maravilloso y
extraordinario; podemos caminar con Él, deleitarnos en la lectura de los
evangelios, meditar en las palabras, situaciones e imágenes que nos presenta el
libro sagrado de los momentos que vivió Jesús; todo ello penetra muy profundo nuestro
ser; ver su actitud de hombre bondadoso, tierno,
manso, paciente, sociable y agradable que amaba a todas las personas. Disfrutaba
ayudando y perdonando; no soportaba ver a la gente sufrir, por eso realizó tantos
milagros para suplir necesidades, calmar el dolor y consolar. Él mostró entre la gente la clase de persona y la
calidad de vida única, que solo era posible en Él, pero que anhela ver en sus
seguidores, que su congregación lo muestre y que sus discípulos lo practiquen Juan 11: 28-35.
La bondad de Jesús y su misericordia
ante los necesitados, los enfermos, los que sufrían y los endemoniados, es algo
que quiebra nuestra médula en admiración por Él; ver su disposición y amabilidad
ante la gente y su hermosa personalidad ante nuestros ojos, es algo que nos
apasiona y nos remueve las entrañas haciéndonos doblar ante su dulce y poderosa
presencia divina, perfecta y única, que estando en su naturaleza humana manifestó santidad activa, entrega y servicio.
Jesús
entre los hombres era el Ser más increíble y extraordinario, ha sido y será el
más bello y poderoso personaje en la historia de la humanidad; su mirada, su compasión,
su infinito y grande afecto desplegado sobre la cruz a favor de todos; siempre
atento a satisfacer las necesidades de su prójimo es algo que no podemos
describir con palabras, sino sentirlo con fuerza cada vez que nos acercamos a
Él para conocerlo más.
Quizá
crees en Jesús pero no lo conoces, deberías conocerlo, levantarte en la mañana,
saludarlo, hablarle y tocar su corazón
con espontaneidad; cuando estás por ahí, deberías volver tu rostro a Él y
decirle con sentido afecto, ¡cuánto lo amas y cuánto lo necesitas! Si decides
invitarlo a salir contigo y caminar con Él, definitivamente te sorprenderías de
sus palabras, sentirás el fuego de su gloria arder dentro de ti, beberías las
aguas vivas que brotan de su majestad para no tener más sed. Con Jesús a tu
lado estás pleno, lleno de gozo, de seguridad, confianza y paz.
Pero
somos nosotros los que provocamos esas experiencias sobrenaturales, el Espíritu
Santo acude para revelarnos al Padre y al Hijo cuando nos arrodillamos a orar, ahí
es cuando nos sentarnos a sus pies para
escucharlo hablar, entonces derramas tu corazón en Él, le cuentas tus cosas,
lloras, ríes y te gozas ante Él. Tú le preguntas, Él te responde, tú te
expresas, Él te acaricia la cabeza y juntos entablan un hermoso momento de
amistad y camaradería inigualable, algo que muchas veces deseamos que nunca
terminara. Ahí es donde entendemos por qué Jesús resumió la ley y los profetas
en Amar a Dios por encima de todo y a tu prójimo como a ti mismo. El amor que
brota de Jesús hace que nuestro corazón se estremezca y apresure sus latidos,
hace que tu cuerpo se humille, tu alma se rinda y tu vida sea una sola con Él, en temor reverente ante su grandeza y potencia.
Eso y mucho más es ser cristiano, discípulo, y seguidor de Cristo.
Ser
cristiano es sencillamente conocer íntimamente y amar a Jesús apasionadamente, ser su amigo más estrecho para seguirlo de cerca, de corazón a corazón deseando conocerlo más cada día
para gozarte en su compañía y no querer soltarte de su mano jamás, sino caminar
eternamente juntos hombro a hombro y momento tras momento para deleitarte con
la riqueza de sus palabras, la fragancia de su persona y el poder de su
infinito amor que nos hace rendir a sus pies. Lo demás te lo dejo a ti, quizá
tengas mucho más que decir que yo, y sería bueno que lo hicieras para
enriquecernos juntos.
Y ciertamente aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe, a fin de conocerlo, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte, Filipenses 3:8-10.
Y ciertamente aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe, a fin de conocerlo, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte, Filipenses 3:8-10.
Mil
bendiciones y mucha presencia de Cristo y de su poderoso Espíritu en tu vida.
Mg.
MEHC, sierva del Dios vivo, real y verdadero.