PERDÓN, PROFUNDIDAD Y ALCANCE
Porque si ustedes perdonan a los hombres sus ofensas, también a ustedes los perdonará su Padre celestial; pero si no perdonan a los hombres sus ofensas, tampoco el Padre celestial perdonará las ofensas de ustedes, Mateo 6:14-15.
No juzguen y no serán
juzgados. No condenen, y no serán condenados. Perdonen y serán perdonados,
Lucas 6:37.
Así que si no perdonamos de corazón, estamos bajo maldición y
juicio porque tampoco hemos sido perdonados por Dios. Si queremos que el Eterno
nos perdone, debemos estar dispuestos a perdonar a nuestros agresores, Mateo
6:15.
El problema del corazón humano es querer recibir sin haber dado,
reclamar derechos sin haber cumplido sus deberes, querer ser perdonado sin
haber perdonado, lo cual es injusticia
delante de Dios, Jesús nos enseña a perdonar en la oración del Padre nuestro
aclarando que debemos perdonar siempre, Marcos 11:25-26. Perdonar es un mandato,
Dios sabe que olvidar la ofensa nos permite vivir en paz para que no hayan
obstáculos en nuestra relación con Él, Mateo 5:23-24.
a. A
pesar de que Saúl persiguió enconadamente a David, éste perdonó a Saúl muchas veces; nunca le hizo daño alguno ni ejecutó su propia
justicia aunque lo tuvo en sus manos, lo cual le mereció ser llamado un hombre
conforme al corazón de Dios y su enemigo lo declaró justo: Y dijo
Saúl a David: más justo eres tú que yo, que me has pagado con bien, habiéndote
yo pagado con mal, 1 Samuel 24:17. Al perdonar mostramos una actitud de humilde
misericordia que elimina el odio y permite la justicia según Dios.
Cuando no perdonamos no solo hacemos daño a las personas sino que
nosotros mismos nos envenenamos con el rencor, la amargura, por lo cual las
consecuencias de esta actitud vendrán a ser peores que el dolor sufrido en el
momento de la ofensa; la falta de perdón hace que las relaciones se hagan
imposibles y tensas porque la raíz de amargura está enquistada en el alma herida. Miren
bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; y que brotando
alguna raíz de amargura, les estorbe, pues la amargura los contamina como un
veneno, Hebreos 12:15; Vivan con humildad y mansedumbre soportándose con paciencia y amor
unos a otros, Efesios 4:2. Esto es practicar el perdón.
b. Nuestro amado Salvador nos perdonó en la cruz a sus
homicidas, Y decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen, Lucas
23:34a; uno de los ladrones
estando en el mismo suplicio, reconoció a Jesús, se arrepintió, suplicó al
Señor ser perdonado y el Rey se lo otorgó inmediatamente, así fue salvo, Lucas
23:39-43.
Cuando perdonamos eliminamos la culpa con un acto de amor
voluntario, absolvemos, cubrimos de gracia y desagraviamos al ofensor;
perdonar nos hace semejantes a Jesús porque damos de gracia lo que recibimos
por gracia. Extendemos misericordia a alguien que quizá no lo merece pero lo absolvemos
su agravio voluntariamente. No es fácil perdonar humanamente, solo con la ayuda
de Dios lo logramos; al eximir la culpa nos ponemos a favor de un deudor
que no está en capacidad de pagar, lo dejamos libre y agradamos al Padre,
pasando por alto la ofensa sin pedir castigo ni condena. Eso hizo nuestro
salvador con cada uno de nosotros y hoy somos salvos.
c. Esteban, el primer mártir, absolvió de culpa a Saulo de Tarso que
consentía en su muerte, Hechos, 8:1; Saulo perseguía la iglesia y mataba cristianos; el resultado
del perdón de Esteban hizo que Jesús saliera al encuentro de Pablo en el camino
de Damasco para que éste se convirtiera a Cristo como lo narra Hechos
9. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús
recibe mi espíritu. Y puesto de rodillas, clamó a gran voz: Señor, no les tomes
en cuenta este pecado. y habiendo dicho esto, durmió, Hechos 7:59-60.
Las ofensas duelen, pero aunque las personas nos hieran, nos traicionen
o incluso nos agredan, debemos reconocer que también nosotros ofendemos y herimos,
por lo tanto todos tenemos la necesidad de perdonar y ser perdonados para obedecer
a Dios; debemos hacerlo porque es un mandato y un principio divino que nos conviene
para sanidad y liberación en Dios. Perdonar implica desprenderse del pasado que
daña. Perdonar nos proporciona salud espiritual, mental y física, mientras que
la falta de perdón enferma el cuerpo, Salmos 32:3-4.
2. Porque la ira del hombre no obra
la justicia de Dios, Santiago 1:20. Andar con el enojo y la ira por falta de perdón impide que
actuemos con justicia; anidar odio, dolor y rencor en el corazón hace a la
gente violenta y vengativa, lo cual hace que la sangre bombeada intoxica todo
el organismo, condenándonos a la enfermedad, muerte prematura y una vida con
cargas insoportables debido al deseo de venganza.
No perdonar es injusticia que actúa con bajos instintitos que
conllevan a intensiones malsanas y pasiones desbordadas que ponen lazo
aprisionando el alma y los corazones, lo cual puede redundar en situaciones
lamentables, tanto para el agresor como para el agredido. La
prudencia consiste en refrenar el enojo, pero la honra, es pasar por alto la
ofensa. Proverbios 19:11.
Cuando perdonamos tomamos dos características del atributo de
Dios: la gracia y el amor; al perdonar nos negamos a nosotros mismos, nos
humillamos y morimos al hombre natural; algo que se logra por voluntad propia
sino con la intervención del Espíritu Santo y su fruto. Perdonar nos devuelve
la esperanza y fortalece la espiritualidad, levantándonos hacia nuevos horizontes
de acercamiento al Padre; nos liberamos de la culpa y nos hacemos livianos al
soltar la carga de Juez que solo le corresponde al Eterno, Romanos 5:8.
3. Mía es la venganza y la retribución,
Deuteronomio 32:35a. No se venguen ustedes mismos, amados míos,
sino dejen lugar a la ira de Dios; porque escrito está: mías es la venganza, YO
pagaré, Romanos 12:19. Dios conoce los corazones y los pensamientos del hombre a
profundidad, Él sabe quiénes se van a arrepentir genuinamente para recibir
perdón y alcanzar salvación, ese es el estilo de venganza divina, dejar en
libertad a cada uno, para que decida ser salvo o no, cada uno marcará su
destino eterno, lo cual se evidencia en un cambio de vida o permanencia en el
pecado.
Creo, y lo digo con mucha tristeza, que la Iglesia de Cristo debe ser
la primera en reflexionar seriamente acerca del perdón; he visto con gran
dolor, que cuando un miembro del cuerpo de Cristo se ha deslizado y ha caído,
esa persona queda estigmatizada y rechazada sin remedio por la mayor parte de
los cristianos. No debemos olvidar que la palabra del Señor nos dice que los
juicios comienzan por su casa, Porque es tiempo que el juicio
comience por la casa de Dios; y si primero comienza por nosotros, ¿cuál será el
fin de aquellos que no obedecen al evangelio? 1 Pedro 4:17. No podemos seguir
señalando y acusando al hermano, al salmista, al profeta, al ministro y a la
oveja que ha caído, es tiempo de restaurar el cuerpo de Cristo perdonando de
corazón, el amor es la esencia del Evangelio y perdonar es amar y vivir el
evangelio.
El perdón es una puerta abierta a la paz personal, individual y
colectiva de familias naciones y la sociedad en general; Dios promete misericordia
y vida para los que obedecen el principio de perdonar y viven el principio del
amor indultando las culpas; el perdón como mandamiento, absuelve del castigo y el
juicio para quien se arrepiente del mal, lo abandona y pide perdón; nuestros fundamentos
cristianos y nuestra posición de discípulos de Cristo, nos obligan a recibir y
otorgar perdón, No juzguen y no serán juzgados. No condenen, y no serán
condenados. Perdonen y serán perdonados, Lucas 6:37. Hay muchas bendiciones
en el perdón.
a. Perdonar a pesar de todo, hace que el Señor responda con nosotros de la misma forma, Mateo 8:21-35. El perdón opera bajo el principio de siembra y cosecha. Cuando perdonamos somos perdonados porque extendemos gracia y misericordia a quienes nos dañan, así ellos no lo merezcan ni tampoco acepten el perdón, nosotros quedamos sanos. 2 Crónicas 7:14 y Marcos 11:25. Perdonar implica aceptación de lo sucedido para abrir paso al desprendimiento y olvido de los hechos tanto ajenos como propios, porque también debemos perdonarnos a nosotros mismos.
b. El perdón restaura los pensamientos, los
sentimientos y cambia el comportamiento hacia la otra persona; reconciliamos
las relaciones y optamos una posición altruista y empática. Según estudios
científicos se ha comprobado que el perdón es bueno para el corazón porque
disminuye sustancialmente la frecuencia cardiaca y provee una balanceada
tensión arterial, todo lo cual elimina estrés.
c. Perdonar reduce los efectos depresivos que
provienen del rencor y la amargura, permitiendo una vida integral en calma y
armonía. Olvidar la ofensa nos hace sensibles y nos ayuda a entender el
conflicto del otro mejorando nuestra solidaridad y calidad humana, Si tu
enemigo tiene hambre, dale de comer; y si tiene sed, dale de beber; así harás
que le arda la cara de vergüenza, Romanos 12:20.
d. El perdón restaura
nuestro sentido de inocencia y rectitud, Hechos 2:36-38; Mateo 11: 28-29, Salmos 51:1,3, 7 y 10. Nos devuelve el
gozo y la paz interior, Job: 8:20, Salmos 51:12; al
eximir la culpa de los hechos, se rompen cadenas y ataduras, Mateo 16:19; amnistiar al
ofensor nos permite rescatar la esperanza y la confianza en las personas, Romanos 8:24-26, 1 Pedro 1:3-5, así como la seguridad y
respaldo de Dios que nos otorga vida eterna, Santiago 5: 19-20; Tito 3:7.
Perdonar
es vital para que no se afecte nuestra comunión con Dios y el compañerismo con
los demás, pues la falta de perdón contamina todo alrededor salpicándolo de
falta de rectitud y justicia. Hebreos
12:15. Cuando perdonamos desaparecen nuestros
pecados de la vista de Dios, Isaías
38:17, quedan en el olvido, Salmos 103:12, se van de la mente, Isaías 43:25 y dejan de existir, Hechos 3:19.
Con el perdón, el amor de Dios fluye en nuestro corazón como la
luz que irrumpe las tinieblas haciéndonos comprender lo denso y cruel del
juzgamiento y el deseo de venganza. Perdonemos todas las veces que sea
necesario, hasta setenta veces siete, Colosenses 3:12-13, no podemos
quedarnos en la ofensa, es mejor ser indulgentes, quizá el ofensor pueda tener
problemas que lo llevan a actuar mal, nuestra actitud como hijos de Dios es
ayudar y amar para ser luz y sal, Lucas 23:24 y Hechos
7:60. Hagamos
del perdón un estilo de vida que glorifique el nombre de Cristo y traiga la
presencia de Dios a la tierra, Hechos 3:19, reconozcamos que
todos nos equivocamos por ser humanos sujetos a pasiones. 2 Timoteo
3:19.
Digamos basta a la falta de perdón, e, rencor, el odio y los
deseos de venganza, destruyamos con bondad y amor los derechos legales que
hayamos dado al enemigo, acabemos la tibieza y mala espiritualidad, el prójimo
se impactará y cantaremos himnos y alabanzas a Dios, Mateo 5:
23-24. Cubramos
con amor las ofensas, pues el amor cubrirá multitud de faltas y pecados, 1 Pedro
4:8.
Donde hay perdón hay transformación de corazón y renovación
mental, el perdón debe ser parte integral del carácter del cristiano en la vida
cotidiana, algo esencial en almas salvadas llenas del Espíritu Santo. Oh
hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti:
solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios.
Miqueas 6:8.
Cristo dejó el poder del perdón a su Iglesia, “Entonces
Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo
os envío. Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu
Santo. A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los
retuviereis, les son retenidos.” Juan 20: 21-23. Por lo tanto la
iniciativa de perdonar está en los discípulos de Jesús. Si la Iglesia
no perdona, estará dividida y derrotada, siendo espectáculo al mundo, los
ángeles y los hombres, 1 Corintios 4:9. Muchos están atados por
la falta de perdón, por eso son creyentes sin fruto, ni gozo, dados a juzgar,
señalar, criticar y condenar.
La gran mayoría cree en un patrón determinado para perdonar, pero
la mejor regla es un perdón unilateral voluntario y pronto, es la manera que Dios
usa: primero nos amó, luego nos perdonó, cuando nos arrepentimos y nos
purificamos en Él. Sean benignos unos con otros,
misericordiosos, perdonándose unos a otros, como Dios también los perdonó a
ustedes en Cristo. Efesios 4: 31-32.
Perdonar debe salir del corazón como una determinación firme sin
exigir castigo ni venganza, como si nunca nos hubiéramos hecho daño alguno. Obedezcamos,
no sea que el Señor de la Viña se enoje y suceda lo de parábola de los deudores
injustos de Mateo 18:23-35, Dios deja en manos de los verdugos hasta pagar toda la deuda. Dios
se desagrada cuando no perdonamos o nos alegramos del mal de los enemigos. Proverbios
24:17-18.
El perdón rodeado
de misericordia y amor atrae bendición, 1 Pedro 3:8-9; quizá alguien pobre,
enfermo y desafortunado no es culpable en forma directa de la situación.
Otorguemos bendición, comprensión y apoyo de manera incondicional, sin exigir
derechos, sabiendo que es Dios quien juzga rectamente porque conoce los
corazones. Proverbios 19:11. No perdonar:
Impide la práctica de la oración, Mateo
5:23-24,
Afecta el testimonio que debe tener el cristiano, 1
Corintios 4:9
Estorba la comunión con Dios, Hebreos
12:1
Paraliza el crecimiento espiritual, Hebreos
12:15
Impide tener una buena conciencia delante de Dios, 1 Pedro
3:8-9.
Mg.
MEHC, h8ja del Dios vivo, real y verdadero y servidora de su reino.