JESÚS, FUENTE
DE AGUA VIVA QUE CALMA TU SED
Jesús
iba para Galilea pero le era necesario pasar por Samaria, llegó hasta Sicar,
junto a la heredad que Jacob dejó a José, llegó al pozo y se sentó porque
estaba cansado del camino, en ese momento llegó una mujer de Samaria para sacar
agua; Jesús enseguida le pidió agua, la mujer se sorprendió porque un judío no
le hablaba a un samaritano y le respondió: ¿Cómo tú siendo judío me pides de
beber a mí que soy mujer samaritana? Jesús
le respondió: Si supieras lo que Dios da y quien es el que está aquí pidiéndote
agua, tú le pedirías agua viva. La mujer le respondió: Señor no tienes con que sacar
el agua, y además el pozo es muy hondo. ¿De dónde pues me vas a dar agua viva?
Nuestro
antepasado Jacob nos dejó este pozo del que bebió, el su familia y su ganado,
¿Acaso eres Tú más que Jacob? Respondió Jesús y le dijo: todos los que beban de
este pozo volverán a tener sed. Pero el que beba del agua que YO doy, nunca más
volverá a tener sed, porque el agua que YO doy se convertirá en él como un
manantial del que brota vida eterna. La mujer le respondió; Señor dame de beber
de esta agua para que yo no vuelva a tener sed ni tenga que volver a este pozo.
Juan 4: 3-15.
Como
la mujer samaritana, el ser humano por lo general tiene la mente en las cosas
materiales y físicas de la tierra; cuando Jesús le pidió agua a la samaritana ella
pensó que Él le pedía agua del pozo, fue la forma en que Jesús le compartió el
evangelio a la mujer, Él ofrecía el agua viva de su presencia, la que brota con
el Espíritu Santo desde el trono de Dios, como en la visión que vio Ezequiel, agua de vida en el
Espíritu que brota del mismo trono del Padre, Y junto a este río
estarán los pescadores…será su tendedero de redes; y por las especies serán los
peces tan numerosos como los peces del mar grande…Y junto al río, en la ribera,
a uno y otro lado, crecerá toda clase de árboles frutales; sus hojas nunca
caerán ni faltará su fruto. A su tiempo madurará porque sus aguas salen del
santuario; y su fruto será para comer, y su hoja para medicina, Ezequiel
47:10-12.
Así
como humanamente no podemos vivir sin agua, Jesús nos enseña que tampoco podemos
vivir sin el agua del Espíritu Santo fluyendo en nuestro interior; Jesús es el
único que nos provee el agua de vida, cada vez que vamos a Dios con corazón
sincero en oración, adoración y humillación, las aguas vivas empiezan a bajar y
fluir desde el trono de Dios como un raudal de poder que nos revive, no solo
físicamente sino también espiritualmente, Con toda autoridad Jesús dijo: ¡Si
alguno tiene sed que venga a Mí y beba! Porque aquel que cree en Mí, como dice
la escritura, de su interior brotarán ríos de agua viva, Juan 7:37-38.
No
estar en Cristo es vivir en el desierto de muerte, tierra árida, vacía, fría,
solitaria y llena de espinas, no tener a Cristo significa vivir sedientos, hambrientos
y vacíos pecando contra el Padre; hacer nuestra propia vida sin tener en cuenta
a Dios, es arrogancia y autosuficiencia que rechaza a Cristo, es despreciar el mejor
regalo que el Padre nos ha dado para ser saciados con la salvación y la llenura
del Espíritu, Mi pueblo ha cometido doble pecado:
me abandonaron a Mí, fuente de agua viva, y se hicieron sus propias cisternas,
pozos rotos que no conservan el agua, Jeremías 2:13.
Es maravilloso
saber que Jesús calma toda clase de sed, Él nos da las aguas vivas de su amor,
extraordinario en su colosal presencia, su Espíritu en nosotros se convierte en
un río que no deja de correr saciando cada momento de nuestro respirar; si permanecemos
en Cristo somos lavados con agua pura para ser limpios, para experimentar
refrigerio y plenitud perfecta de la obra que el Espíritu Santo hace en nosotros,
Y
todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la Roca espiritual que
los seguía, y la Roca es Cristo, 1 Corintios 10:4.
Las
experiencias que el pueblo vivió en el desierto cuando fueron saciados, son
figura de la vida que Cristo nos da cuando mora en medio de nosotros; él nos
sacia con su amor, nos dirige con bondad, nos escucha con atención, nos alimenta
y nos da de beber con abundancia; la Peña de Horeb golpeada representa a Jesús pagando
nuestra culpa; Él es la fuente que se abrió para saciarnos con vida, sus fuerzas
y su justicia pagando nuestros pecados y vencieron nuestra debilidad; al mismo tiempo, el agua que vertió la
peña, representa al Espíritu Santo, que nos fue dado como el don más preciado
de la redención, a lo cual se refirió Jesús cuando dijo: El
que cree en Mí como dice la escritura, de su interior correrán ríos de agua
viva. Esto dijo del Espíritu que habrían de recibir, los que creyeran en Él,
Juan 7: 38-39a.
Cuando
llegamos a Cristo salimos del umbral de la muerte y revivimos, nuestra alma despierta a la vida, nacemos de nuevo y bebemos de la fuente de agua viva, salimos del
frío desierto y entramos al cálido oasis de Dios, y así como el pueblo cuando llegó a Cades que casi desfallecía, Números 20, todos llegamos a Cristo
moribundos y en medio de muchas necesidades; llegamos a punto de perecer de sed y
hambre, con soledad y abandono. En Cades, que significa santidad, Dios
interviene y los salva de la desesperada situación, conduciéndolos nuevamente a
la Peña que brota aguas de vida, los sacia, los llena y los salva dándoles nuevo aliento, Como árbol plantado junto a corrientes
de agua, que da su fruto a su tiempo, y su hoja no cae…Salmos 1:3.
Cuando
el pueblo cumplía cuarenta años por el desierto y estaban a punto de entrar a la
tierra prometida, Cades era la puerta de acceso; así, la vida cristiana tiene
su proceso y avanza hasta que cada uno alcanza su Cades bebiendo las aguas
vivas del Espíritu; para no vivir ya de caída en caída sino de gloria en gloria
y entrar al reposo y remanso del Buen pastor, en lugares de delicados
pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi
alma, Salmos 23:2.
Tenemos a nuestra disposición la fuente de la vida, lo único que se requiere es
que bebamos de ella, su raudal está a nuestro alcance para saciarnos.
Cuando
nos santificamos y cumplimos los mandamientos con amor y entrega, seguro que podremos
calmar nuestra sed; nuestras necesidades se verán saciadas y nuestras oraciones
respondidas; aún en medio de nuestros desiertos podremos descansar en la Fuente
de agua Viva, aún con llanto y dolor en nuestro corazón, podremos transmitir el
raudal eterno de las buenas nuevas en el río del Espíritu que nos fortalece en
alegría y fe, Porque con gozo sacarás aguas de los
manantiales de la salvación, Isaías 12:3. Esta agua viva, nos lava, nos limpia,
nos da refrigerio y nos llena de plenitud de vida.
Necesitamos
vivir en la Fuente viva para ser manantiales de virtud mostrando a Cristo a
nuestro paso, siendo portadores de su gloria veremos que sus
promesas son fieles para mantenernos llenos y satisfechos; esto es lo maravilloso
de vivir en el Espíritu y en las continuas fuentes espirituales de la palabra
hasta el último día de nuestra peregrinación, mucho más
abundantemente de lo que le pedimos y entendemos, Efesios 3:20.
Así
como por el testimonio de la samaritana toda Samaria se volvió a Cristo y
fueron salvos, también nosotros podemos hacer que toda nuestra familia, todo
nuestro vecindario, toda nuestra ciudad y toda nuestra nación se convierta a
Jesús, porque llevamos el agua viva que calma la sed de los corazones sedientos
de amor, para que sean llenos de vida, y que las almas abatidas sean saciadas
con la presencia extraordinaria de Jesús que trae esperanza para que sean
nuevas personas, mejores, hijos, fieles esposos, tiernas mujeres y dulces niños
y jóvenes conforme al corazón de Dios, Y sucederá que donde
quiera que pase el río, todo ser viviente que en él se mueva, vivirá. Y habrá
muchísimos peces, porque estas aguas van allá, y los otros son purificados, así
vivirá todo por donde pase el río, Ezequiel 47:9.
Debemos
anhelar ardientemente que cada vez más personas, vengan al atrio, se laven y
sean limpios para que tengan acceso al lugar santísimo, puedan adorar y ser purificados
en la Roca Eterna; que sean saciados en su sed y su hambre como nuevos
sacerdotes en la casa de Dios; porque solo cuando nos hemos lavado, en la
Fuente Viva, podremos entrar como lo hacían los santos sacerdotes de Dios, para
alimentarnos con el Pan Vivo, ser alumbrados con la Luz inefable y respirar el
dulce aroma de su presencia en el recinto glorioso de su habitación,
Porque el Cordero, que está en medio del trono, será su pastor y los guiará a
manantiales de aguas de vida, y Dios secará toda lágrima de sus ojos, Apocalipsis
7:17.
Quizá en
el mundo, algunos logran ser felices, pero solo por breves momentos, pero con
Jesús el Agua Viva, somos saciados continuamente y por la eternidad; muchos de
nuestros sueños se pueden hacer realidad conforme a la perfecta, buena y
agradable voluntad de Dios, porque solo Él es la fuente inagotable de vida
abundante, Y me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como
cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle de la
ciudad. Y a cada lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce
clases de fruto, dando su fruto cada mes; y las hojas del árbol eran para
sanidad de las naciones, Apocalipsis 22:1-2.
Hoy, la
Roca Viva que brota agua Eterna te hace la invitación: ¡Ven a Mí y bebe!. Amplia
tu visión de la vida y lo eterno, sal de lo finito y limitado, aumenta tus
fuerzas para que te fortalezcas día a día; el Agua de Vida de Jesús nos
renueva, nos limpia, nos transforma y nos perfecciona en su cántaro de amor y
sabiduría para que aprendamos vivir en su río, en medio del raudal de sus bendición
por las aguas de vivas de su palabra, porque aguas profundas
son las palabras de la boca del hombre; pero arroyo que fluye, la fuente de la
sabiduría, Proverbios 18:4. Así que NO excluyas el agua viva, porque tu
vida se hará un desierto, Si rechazas la fuente de agua viva, tu alma morirá de
sed y de hambre. Decide Hoy, empezar a nadar en el río de Dios, Ezequiel
47:5-10.
Mg.
MEHC hija del Dios vivo, real y verdadero y servidora de su reino.