PUERTAS ABIERTAS A LA PRESENCIA DE DIOS
SOMOS TÚ Y YO
Como
un ciervo sediento en busca de un río para calmar su sed, así Dios mío te busco
a Ti, Tengo sed de Dios, del Dios vivo...Salmos 42.1.
YO
he venido a prender fuego en el mundo; y ¡cómo quisiera que ya estuviera
ardiendo!.
Lucas
12:49.
¡Ábranse,
puertas eternas! ¡Quédense abiertas de par en par, y entrará el Rey de gloria!
¿Quién es el Rey de gloria? ¡El Señor, el fuerte y valiente! ¡Es el Señor
vencedor en batalla! ¿Ábranse puertas eternas! ¡Quédense abiertas de par en
par, y entrará el Rey de gloria! Salmos 24:7-10.
A
veces no logro entender, ¿cómo es que la gente puede sentir más pasión por un
deporte, por una persona o por un deseo, que por Dios? Los veo enloquecidos en
el estadio, aplaudiendo a alguien con locura en un concierto, gritando a mandíbula
batiente ante un espectáculo, y no lo hacen ante el Dador de la vida. Para mí,
es algo incomprensible, Dios es tan indispensable, tan necesario, tan real, tan
colosal y extraordinario que no puede pasar desapercibido,
Tu Espíritu me acompaña a todas partes; no puedo escapar de tu presencia, Salmos
139:7.
¡Todo
el mundo, empezando por la iglesia, necesita urgentemente encender el fuego y hacer
arder con vehemencia y pasión la presencia de Dios en su alma para que este mundo
sea impactado y cambie! Mi presencia irá contigo y te daré
descanso, Éxodo 33:14.
Como
dijo Jesús ¡cuánto quisiera que ese fuego ya
estuviera ardiendo!
Fuimos destinados para el fuego glorioso de nuestro Creador; Dios quiere ser en
cada uno de nosotros una llama viviente, por eso habla de ser luz al mundo, que
nuestro corazón rebose de alegría contemplando su gloria; que estemos
adorándole todo el tiempo con entrega total, desplegando al mundo su fuego
vital, y que no nos cansemos de hablar de Él sin que nos importe qué piensa el
mundo, Porque esto dice el Alto y el Sublime, el que vive en la
eternidad, y cuyo nombre es el Santo; YO habito en las alturas y la santidad, y
con el quebrantado y humilde de espíritu, para hacer vivir el espíritu de los
humildes, y para vivificar el corazón de los quebrantados, Isaías 57:15.
Sinceramente
ruego a mi Señor, que tú y yo seamos puertas abiertas a la presencia de Dios, encendias como antorchas para que arda el mundo con su evangelio de amor; anhelo ansiosamente ser algo fuera de lo común ante los ojos de
mi Padre Dios, su Espíritu me inspira constantemente; yo quiero volver a ver a
Jesús sonriendo conmigo, como cuando me lavó la cara mientras yo adoraba, o
como cuando me tomó de la mano en aquella playa y empezamos a caminar juntos
tomados de la mano mientras hablábamos como dos enamorados, o cuando posó su
mano en mi cabeza y los ángeles cantaron conmigo su melodía celestial. ¡Oh qué
gloria!
Sueño
que sea tal su esplendor en mí vida que Él testifique de mí y me defienda como
lo hizo con Job, ¡qué privilegio! La pasión ardiente de estar en su presencia
es la que me lleva a amar su palabra, a recordarla continuamente, a meditar en
ella y examinarme en ella constantemente, porque allí hay fuego, Mi
palabra es como el fuego, como un martillo que hace pedazos la roca. YO el
Señor lo afirmo, Jeremías 23:29. Muchas veces no puedo evitar llorar al
recordarlo y al meditar en sus instrucciones, ¡Hay vida en mi Rey y en sus
dichos!
Cuando
nos acercamos al Magistral Señor del universo, es como lo que dice la biblia de
Moisés cuando subió al monte, Éxodo 19:18: él se metió en el
fuego ardiente que no daña sino que limpia y purifica con su gloria para darnos
revelación e instrucciones, subir al estrado de sus pies nos impregna de su esencia
divina, dejando anclado nuestro corazón en Él, Me darás a conocer la
senda de la vida, en tu presencia hay plenitud de gozo, y en tu diestra
deleites para siempre, Salmos 16:11.
Para estar en
su presencia no necesitas que nadie te invite, ni te imponga las manos, tampoco
es por una poderosa enseñanza ni una exquisita adoración, aunque son válidos y
bíblicos, lo que necesitamos es meternos en Él como el niño que se acurruca y
se mete en el regazo de su madre buscando su abrazo, sus besos y sus caricias; a
puerta cerrada o en medio de la multitud, pero con el corazón abierto a su amor
para desbordar el nuestro a Él, como escribió Pablo: enciendo mi alma y miro su
gloria a cara descubierta, Todos nosotros, ya sin el velo que nos
cubría la cara, somos como un espejo que refleja la gloria del Señor, y vamos
transformándonos en su misma imagen, porque cada vez tenemos más de su gloria,
y esto por la acción de Jesús, en el Espíritu Santo, 2 Corintios 3:18.
La
necesidad de su presencia es como agonía que no se sacia sino con Él: que nos
llena el alma con su Aliento de vida; es el Espíritu el que prende la llama
ardiente y coloca celo en nuestras entrañas para buscar al Rey; esa es la razón
por la cual la Escritura dice: Dios ama celosamente al Espíritu que
ha hecho morar en nosotros, Santiago 4:5. En su presencia se renuevan nuestras
fuerzas, se sana el corazón herido, se llena el alma vacía y se recupera la
esperanza, En tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu
diestra para siempre, Salmos 16:11.
Jesús es
indispensable, imprescindible, no lo podemos sacar de la mente ni del corazón,
no podemos soltarnos de Él, es imposible vivir sin Él; su delicia celestial expulsa
todo peso, llena todo vacío y liberta toda carga, al grado de querer saltar y
saltar de alegría y júbilo frente a Él para expresarle nuestra devoción; cuando
estamos en su presencia queremos tocar sus manos besar sus pies, encontrarnos
en su mirada y verlo sonreír, mientras su fuego consume nuestro ser en una
pasión arrasadora y todo lo que no es suyo se consume, sintiendo intensamente
el peso de su gloria ¡Cuánto te amo, Oh Señor! ¡Has de mí un templo vivo donde
mi alma sea como un trono ardiente como la zarza que miró Moisés! Éxodo
3:2 y Proverbios 6:27-28.
Si yo pudiera vivir mil vidas, me gustaría vivirlas todas por Jesús
y para Él, adherida a su mente, ligada a su precioso Espíritu, y pegada al
corazón del Padre; sin embargo creo que
todos esos años serían demasiado pocos para corresponder a su Infinito y gran
amor. NADIE ME AMA, NI ME CONOCE, NI MUCHO MENOS ME COMPRENDE COMO SÓLO EL
AMADO ETERNO LO PUEDE HACER, eso es irremplazable; ese conocimiento tan
profundo que Él tiene de mí, me inspira confianza y me da libertad para hablarle
con naturalidad y sincera tranquilidad. Nada de lo que yo le diga lo asombrará,
quizá sonreirá y me responderá para aclararme lo que yo no entienda, bienaventurados los limpios de corazón, pues
ellos verán a Dios, Mateo 5:8.
Para
poder estar en la presencia de Dios, digo, se necesita solo estar hambriento y
sediento de Él; Dios siempre está presente, somos nosotros los que nos ausentamos;
debemos continuamente anhelarlo para verlo y oírlo; podemos estar junto a Jesús
en todas partes, en la cocina, en el baño, en la calle, mientras te duchas,
cuando estás en la fila del banco, cuando miras a un dulce anciano, cuando
observar el actuar de un niño, cuando te paras junto a un árbol, cuando te
sientas y te quedas pensando, allí está la presencia de Dios, porque Él habita
en ti y en mí, tú y yo somos portadores de su presencia. ¡Señor,
Tú guardarás en perfecta paz a todos los que confían en ti, a todos los que
concentran en Ti sus pensamientos! Isaías 26:3.
La gloria de su presencia en nuestro corazón hará que toda la
gente y todo lo que nos rodea sea sacudido por la manifestación de su gloria y el
fluir de su Espíritu en ti y en mí; no existen reglas, ni disciplinas que se
nos impongan para estar con Él y en Él, simplemente apasiónate y es deséalo con
intensidad y profundo amor queriendo ser uno con Jesús, Juan 17; Enseñándoles
todo lo que Él nos mandó, y Él estará con nosotros todos los días hasta el fin,
mateo 28:20.
La presencia del Señor es como una llama que arde en tu pecho
deseando desesperadamente percibir su majestad, un deseo intenso de permanecer
frente a Él…Había en mi corazón como un fuego
ardiente metido en mis huesos; traté de resistirlo, y no pude, Jeremías 20:29. Deseas
ansiosamente hablar con Él, conocerlo más de cerca, saber ¿qué piensa, qué
opina de mí, qué quiere que yo haga, qué le gustaría qué yo cambie, a dónde
quiere que yo vaya, simplemente satisfacer el corazón de mi Amado, eso me hace
feliz,
La
agitación diaria, los muchos compromisos, la apretada agenda de algunos, las innumerables
responsabilidades, la enfermedad, las dolencias y cantidad de cosas más que a
diario nos ocupan, hace que sea muy fácil distraernos, tomar a Dios a la ligera
y salir de su presencia, Me buscarán y me
encontrarán cuando me busquen de todo su corazón, Jeremías 29:13.
Estar
en la presencia de Dios es un privilegio insuperable que no debiéramos
desperdiciar un solo instante, Jesús continuamente estaba recordando a sus
discípulos estar en la presencia del Padre, Él mismo lo hacía, buscaba lugares
apartados en diferentes momentos del día para dialogar con Él. Hagan
un santuario para Mí, para que YO habite en medio de ellos, Éxodo 25:8 ¡Son palabras para
hoy!
Cuando nos disponemos
ante Dios, debe ser con tiempo, sin prisas, con el corazón abierto y dispuesto
a dar todo de nosotros para recibir de su amor, que como un líquido que destila
empapa nuestra alma y penetra las fibras más pequeñas de nuestro ser y todo lo
que nos rodea, la presencia de Dios nos provee el descanso más increíble y la
paz más extraordinario que jamás nadie haya imaginado.
Gran parte del éxito en una vida llena de Dios es eliminar lo
urgente y atender a lo importante, y lo más importante para cualquier persona
es la gloriosa, dulce y majestuosa presencia de Dios, eso es lo que nos hace
ser alguien con un espíritu superior, como lo fueron Daniel y sus tres amigos,
ellos amaban intensamente al Santo de Israel; por eso la presencia de Jesús
estuvo con ellos en medio del fuego para guardarlos, darles vida, honrarlos y
glorificar al Padre.
Estar
en la presencia del Dios es como perderse en el espacio, su gloria se hace
palpable, su cercanía nos quebranta hasta el llanto, su mano se extiende hasta
tocarnos, nuestro cuerpo vibra de manera sin igual, nos hacemos livianos, nos
llenamos de gozo inefable, el corazón parece que se va a reventar del amor por
Él,
Porque en Dios vivimos, nos movemos y existimos…linaje suyo somos, Hechos 17:28.
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Su voz
suena como cascada acariciando el alma; se llena el ambiente de su luz y su calor,
una luz muy blanca que no lastima nuestros ojos sino que les da frescor pero
ver mejor, La presencia del Eterno nos hace olvidar totalmente lo que nos rodea,
percibimos su santidad extraordinaria que no podemos levantar el rostro del
suelo. podemos llegar a cantar en lenguas, o guardamos largos silencios y es
tanta la gloria que queremos que nunca termine. Amén
Mg.
MEHC hija del Dios vivo, real y verdadero y servidora de su reino