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29 jul 2015

AMOR SAMARITANO


AMOR SAMARITANO

Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca del que había sido asaltado, y viéndole, fue movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón y cuidó de él, Lucas 10:33-34.

Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero y me recogiste; estuve desnudo, y me cubriste; enfermo y me visitaste; en la cárcel y viniste a verme, Mateo 25:35-36.

Todas las historias que narró el SEÑOR Jesús están cargadas de amor y misericordia; recuerdo que en mis comienzos de caminar con Cristo, algo que me conmovió demasiado, haciéndome ver el amor de Dios a través de sus servidores, era ver cómo los ministros junto con las ovejas de la congregación programaban tiempos de servicio a la comunidad para salir a atender, bañar, alimentar, cortar el cabello, jornadas de servicios médicos y vestir a los vagabundos de las distintas partes de la ciudad; esta hermosa demostración de amor dejó de ser tan frecuente y casi ni se ve hoy en día entre el pueblo de Dios, a esas demostraciones de misericordia, las llamo amor samaritano, como la historia narrada por nuestro precioso salvador...Ama al SEÑOR tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y ama a tu prójimo como a ti mismo....Si haces eso tendrás vida. Lucas 10:27-28.

Nuestro salvador  dijo: Las zorras tienen cuevas y las aves tienen nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar su cabeza, Mateo 8:20. Jesús desde su nacimiento en un suká o enramada de la fiesta de los tabernáculos, nos enseñó a ser sencillos y desprendidos de lo material, a ser, amorosos dadivosos y servir. Él siempre tenía sus ojos atentos en la gente que iba a su paso, nuestro Salvador fijaba su tierna y dulce mirada sobre los necesitados que tenía en derredor, para favorecer a los débiles, a los pobres, a los oprimidos, a los enfermos, a los oprimidos y cautivos, y a toda clase de necesitados, porque el Maestro de maestros vivió para servir. El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos, Mateo 20:28.

Hoy no escribo acerca de los contenidos y enseñanzas de la palabra, hoy siento en mi corazón contarles una historia real que sucedió hace algún tiempo, y que sigue sucediendo en esta sociedad de fachadas, la compartí en diapositivas a principios del blog, pero me he dado cuenta que lo que publiqué en diapositivas, pocas personas lo han visto y en ocasiones he tenido que pasarlas a texto. Es una historia titulada, Amor Samaritano, al mismo tiempo iré anotando textos bíblicos concernientes a la parábola del Buen Samaritano, porque se relaciona con esta historía, para darnos ejemplo de amor compasivo...Un hombre de Samaria que viajaba por el mismo camino al ver al ciudadano tirado, mal herido y medio muerto, sintió compasión. Se acercó y le curó las heridas con aceite y con vino y le puso vendas...Lucas 10:32-33.

Soy madre de dos hijos, y acabo de terminar mi educación superior, la última asignatura que tuve, fue sociología. La profesora estaba llena de cualidades, que considero que todo ser humano debiera tener. Su último proyecto para la carrera se llamó “Sonríe”. La profe nos pidió a todos los estudiantes que saliéramos y le sonriéramos a tres personas en la calle o en el centro comercial para documentar sus reacciones. El samaritano subió al hombre herido en su cabalgadura, y lo llevo a un alojamiento para ser cuidado. Lucas 10:34.

Me considero una persona amable por naturaleza, por lo general sonrió y saludó a todo el mundo, por eso pensé que la tarea sería algo fácil. Nos acababan de asignar el proyecto, cuando mi esposo, mi hijo y yo decidimos salir a tomar algo en un restaurante cercano, era una mañana fría de marzo, y salir a un restaurante es una forma de compartir juntos y en familia. Al dia siguiente, el buen samaritano sacó el equivalente de un salario de dos dias, y se lo dió al dueño del alojamiento donde dejó al hombre herido. Lucas 10:35.

Estábamos en la fila esperando ser atendidos, cuando repentinamente todo el mundo a nuestro alrededor, comenzó a hacerse a un lado, incluso mi esposo; yo me volví, un pánico aterrador se apoderó de mí, descubrí porqué todos se habían retirado. Pude percibir el más terrible hedor de cuerpo humano, allí, a pasos detrás de mí habían dos pobres vagabundos. Al mirar al más pequeño cerca de mí, me dí cuenta que me sonreía. Y el samaritano dijo al mesonero: Cuide de este hombre, y si usted tiene que gastar algo más en él, cuando yo vuelva, se lo pagaré. Lucas 10:35b.

Los preciosos ojos azules del mendigo eran como el cielo, estaban llenos de la luz de Dios y buscaban aceptación al saludar y decir: Buen día,  mientras permanecía parado detrás de su amigo, contaba unas monedas que había estado apretando en su mano. Ahí me di cuenta que su compañero era retrasado mental y el señor de los ojos azules era su salvación. Contuve las lágrimas parada al lado de ellos. Y Jesús preguntó al maestro de la ley: ¿cuál de estos hombres, hizo bien a su prójimo asaltado el sacerdote, el levita, o el samaritano? El maestro respondió: el que tuvo compasión del hombre herido y lo ayudó. Lucas 10:36.

La cajera del restaurante les preguntó qué deseaban, él mendigo respondió: solamente café señorita, pues era todo lo que podían permitirse tomar con las monedas. Si querían sentarse en el restaurante, para calentarse un poco, tendrían que consumir algo más que un café, los mendigos solo querían calentarse porque hacía mucho frío. Y dirá el Rey a los que están a su derecha: vengan a Mi, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para ustedes...Porque tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; anduve como forastero y me dieron alojamiento...Mateo 25:34-44.

En ese momento, olvidando el hedor, sentí realmente una compasión tan grande, que casi abrazo al hombrecito de los ojos azules, y justo me di cuenta que todos los ojos en el restaurante, estaban fijos en mí, siguiendo y juzgando cada uno de mis movimientos. Sonreí y le pedí a la cajera, que sirviera dos desayunos más en una bandeja aparte. Me dirigí a la mesa más lejana que ellos habían escogido para sentarse, coloqué la bandeja en la mesa y puse mi mano, sobre la mano helada del hombrecito de los ojos azules. Él me miró y con lágrimas en los ojos dijo: gracias. Estuve sin ropa, y me vistieron; estuve enfermo y me visitaron; estuve en la cárcel y vinieron a verme...¿SEÑOR, y ¿cuándo hicimos todo esto? El Rey les contestará, les aseguro que cada vez que lo hicieron a cada uno de mis hermanos más humildes, a Mí me lo hicieron. Mateo 25:37-40.

Me incliné, acaricié la mano del hombrecito, y le dije: yo no he hecho esto por usted, es Dios actuando a través de mí para darle a usted, abrigo, esperanza, calor y alimento. Comencé a llorar, mientras caminaba a sentarme al lado de mi esposo y mi hijo; cuando me senté, mi esposo me sonrío y me dijo: por eso Dios te trajo a mí, cariño, para que tú me des esperanza y abrigo. Nos tomamos de la mano, y en ese momento supe que, solamente por la gracia de Dios y la sensibilidad de nuestro corazón, podemos DAR al necesitado. Ese día el cielo me mostró la luz pura y dulce del amor de Dios que ayuda y socorre a los pobres que siempre tendremos a nuestro alrededor. Dios levanta del polvo al pobre, y saca del muladar al necesitado, para hacerlo sentar con los grandes y ocupar un lugar de honor. 1 Samuel 2:8.

Volví a la universidad con esta historia, era el último día de clases. Entregué mi proyecto y la profesora lo leyó, me miró y preguntó: ¿puedo compartir esto con los estudiantes? Asentí con la cabeza y ellá empezó a leer mientras toda la clase le prestaba atención. Mientras leía, super que como seres humanos, siendo hechos a imagen de Dios, compartimos en Cristo la grandeza de su amor, su misericordia y su bondad para ayudar y sanar a la gente. No nos cansemos, pues, de hacer el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Asi que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos...Gálas 6:9-10.

Sin darme cuenta, Dios, a través de mí, había conmovido no solo a la gente en ese restaurante, sino a mi esposo, a mi hijo, a la profesora y a cada uno de mis compañeros de clase. Yo debía haber sonreído primero para ver la reacción de otros, pero el vagabundo fue quien primero me sonrió a mí, conmoviendo mi corazón para no olvidar que fuimos creados para ser bendición de muchos. Este pequeño acto de humanidad en el amor de Dios, lo hizo Él a través de mi para sensibilizarme a la misericordia y obtener un grado con honores de aceptación incondicional, no solo en la universidad, sino también en el reino Dios, donde obtendré una corona. Me está guardada la corona de justicis, la cual me dará el SEÑOR, Juez justo, en aquel día...2 Timoteo 4:8.

Ser sensibles para ayudar y socorrer al pobre y al necesitado, es fruto del Espíritu que habita en nosotros para dar amor y ser compasivos, así es Dios impartiendo su don perfecto para que otros lo conozcan y así lo hace con nosotros; por eso todos los hijos de Dios estamos llamados a reflejar a Cristo, extendiendo una mano amiga y compasiva, en este mundo que no le sonríe a todos por igual, y donde hay más pobres que ricos, más necesitados que acaudalados y más débiles que fuertes. Y peor aún, hay muchos que ni siquiera tienen un techo seguro dónde llegar a dormir y descansar. Jesús lo advirtió con sus palabras: Porque a los pobres, los tendrán siempre con ustedes…Juan 12:8.

El mismo SEÑOR Jesús, Dios hecho Hombre  dío ejemplo del fruto en el Espíritu, con su estilo de vida humilde, generoso y amable desde el momento que llegó a este mundo, naciendo en una sencilla enramada en la fiesta de los tabernaculos, porque como Él mismo lo dijo: El Hijo del Hombre no tenía casa propia dónde recostar su cabeza. Mateo 8:20.

Esta es la historia de una misionera, y me conmovió cuando la leí, una enseñanza que hasta hoy me sigue conmoviendo y recordando gran parte de mi propósito en este mundo; y recuerdo cuando era una jovencita que trabajaba en el centro de la ciudad, veía ancianos y niños tirados en las calles durmiendo arropados con periódicos, cartones y cobijas raídas, muchas veces bajo fuertes aguaceros en mitad de la calle, lo cual antes de conocer a Jesús, me daba lo mismo, pero cuando ya fui hija de Dios, estos cuadros callejeros desgarran mi corazón hasta las lágrimas porque conmueven mi alma; algunas veces he llorado a gritos en plena calle y he gemído a Dios suplicando su misericordia por con esas personas. El que es compasivo mira a otros con bondad; para bendecir y compartir su pan con los pobres. Proverbios 22:9.

Dios nos permite ver, vivir, experimentar y pasar por situaciones tristes, difíciles y complicadas en esta vida, pero Él no lo hace porque quiera maltratarnos, Él lo hace porque quiere emanar su amor desde nuestro ser, el Padre quiere que aprendamos a ser como su Hijo Jesús. Y si Cristo nos gobierna y reina en nuestro corazón, tenemos que mostrarlo a Él, siendo dulces, tiernos, amables, amorosos y firmes, pero sensibles y humildes servidores para todos sin mirar a quien bendecimos. Dios anhela de sus hijos un pueblo prodigador de favores y misericordias como Él lo es. Bienaventurados los misericordiosos; pues ellos recibirán misericordia. Mateo 5:7.

Esa fue la razón por la cual Jesús nos enseñó con la parábola del Buen Samaritano, a ser personas caritativas, dispuestas siempre a dar ayuda y extender una mano amiga al aue sufre; Jesús nos enseña esto porque sabe que si su pueblo es virtuoso, será guiado a la piedad y la santidad para marcar un hito divino en el mundo, como una forma de cumplir toda la ley a la manera de Dios; que nuestro actuar sea coherente a nuestra fe obediente en Jesucristo, por medio de las buenas obras que Dios preparó de antemano, para que andemos en ellas; porque los actos de bien y las obras de misericordia hablan más que las palabras. Amarás al SEÑOR tu Dios de todo tu corazón, de toda tu alma, con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo,  Lucas 10:27.

Somos embajadores del reino de Dios, seguidores de Cristo y templos del Espíritu Santo, nada es nuestro y nada nos llevaremos, sirvamos a todos de corazón, sin condición y con desprendimiento, con lo que Dios pone en nuestras manos. Efesios 2:20. Amén.

Lic. MEHC, hija del Dios vivo, real y verdadero y servidora de su reino.