SANAMOS LA SOCIEDAD CUANDO RESTAURAMOS LAS RELACIONES PARA ANDAR EN AMOR Y UNIDAD
Así que somos embajadores en nombre de
Cristo, porque así es como Dios ruega y actúa por medio de nosotros, y se nos
ruega en el nombre de Cristo, que llevemos a la gente a que se reconcilie con
Dios, Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio
de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; porque el Padre estaba
en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres
sus pecados, por eso nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. 2
Corintios 5: 17-20.
Sean hacedores de la palabra y no solamente
oidores, Santiago 1:22.
Basado
en Lucas
7:1-10.
El
ser humano se ha hecho muchas preguntas y en repetidas ocasiones creemos no encontrarlas, pero las
respuestas están ahí frente a nuestros ojos, Dios las tiene cuando lo buscamos
en la Biblia. Él no solo sana lo físico, sino va más allá, tampoco se queda en
la sanidad emocional y psicológica, en su grandeza Él llega al punto de querer
sanar a toda una sociedad y la humanidad entera.
En
la lectura de Lucas 7, encontramos dos grupos de personas: Un centurión y los
ancianos; la sociedad de entonces, como la de hoy estaba totalmente dividida y
fragmentada por aspectos como la cultura, las creencias, la ideología y el
marco moral y ético, lo cual separaba y sigue separando a la sociedad. La cultura
del centurión era romana y gentil, este era un soldado, representaba la fuerza
invasora contra Israel que la tenía sometida bajo una ley marcial avasallante.
¿Por
qué? Porque ese centurión era parte la dictadura del César; por lo tanto este
centurión era politeísta, esa era a grandes rasgos la cultura romana. Si lo
observamos desde la parte moral y ética, estaba sujeto a un pensamiento humano
llamado hedonismo, sujeto a lo que produce placer al cuerpo y al ego humano,
eso les resultaba correcto a sus propios ojos, algo subjetivo.
El
segundo espectro social era el de los ancianos de la cultura judía, eran obreros
religiosos, formaban parte de la monarquía de Herodes, eran monoteístas, tenían
al verdadero Dios, Elohim, su marco ético y forma de vida se basaba en los Diez
Mandamientos, y sus 603 leyes. T ambién existía otro grupo rebelde y problemático y belicoso llamado los zelotes, que unido a los soldados romanos hacian ejecuciones públicas de los “rebeldes judíos”.
Como
podemos ver, esa sociedad estaba totalmente dividida. Las tensiones eran
demasiado altas, no había un descanso civil; todo estaba como hoy, fuera de
control y en total anarquía; para completar, a los líderes judíos no les gustaba Jesús y tampoco lo aceptaban como el Mesías prometido, sino que lo juzgaban como un impostor y blasfemo.
Pero sabiendo que Jesús era el menor de los males, algunos judíos fueron al Señor para interceder por
el centurión romano, hablaron de todo lo bueno que éste había hecho por los judíos,
fueron a Jesús pensando que las cosas mejorarían si Jesús le hacia el favor al
centurión romano, esperaban que éste no se enojara con los judíos, ese soldado
había dejado huella inteligente, había intentado mantener la paz entre
judíos y romanos, y aunque les había construido una sinagoga, representaba la opresión para
Israel.
Claramente
esos dos grupos de personas sobresalientes se oponían socialmente por su trasfondo cultural, religioso y político, pero a pesar de todo, la historia narrada termina
en la sanidad de un hombre, ¿Quién une a esos dos grupos distintos? JESÚS.
Al
ver la realidad social actual y nuestro contexto histórico yuxtapuestos a la actualidad,
podemos darnos cuenta de la separación social existente a causa de la discordia latente entre los diversos grupos sociales de hoy. Las brechas, políticas, morales, religiosas y sociales,
parecen estar más fracturadas de lo que han estado en mucho tiempo. Las
personas y la sociedad están separadas y divididas, pero con seguridad podemos
decir que El mismo Agente que llevó sanidad en la antigüedad, es la misma
respuesta y el mismo Agente que traerá sanidad personal y social en nuestra
presente realidad, Jesucristo.
El mensaje que queremos dejar es: Si Jesús unió al antiguo espectro social de grupos que se oponían fuertemente entre sí, tú y yo como sus seguidores discípulos, e hijos de Dios, estamos llamados a unir a las personas y a construir
tejido social; somos agentes de camio social, sanidad en el corazón y salvación a las almas en las personas de esta
sociedad. ¿Cómo?
¿Qué
hizo Jesús en este pasaje, y que podemos aplicar a nuestras propias vidas? Lo primero, una
aplicación práctica de responsabilidad personal, donde cada uno toma su posición, ¿por
qué? Porque Cristo vive en ti y en mí, somos sus representantes ante el mundo,
en el círculo donde nos movemos, en nuestra esfera de influencia. Es decir, que
tú y yo somos llamados a transmitir PAZ, unidad y reconciliación donde quiera que vayamos.
No
podemos seguir transmitiendo mensajes que hablen del mal que vivimos, la
sociedad, las personas y el mundo necesitan más que nunca, oír el mensaje del
Evangelio, allí están las Buenas Nuevas, porque no hay ni habrá cambio sin el
mensaje de Jesús, pero esto no es algo automático, depende de nuestra
responsabilidad, perseverancia y conciencia personal para ir a predicar el Evangelio viviendo el
mensaje. No podemos olvidar lo que dice la biblia, lo cual se nos dice como un
mandato: SEAN HACEDORES DE LA PALABRA, Santiago
1:22.
No
es una opción, es un deber y una responsabilidad, Sanar la sociedad, unir a las
personas y romper los muros que dividen, es por eso que Pablo dice: De
modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron;
he aquí todas son hechas nuevas. Así que somos embajadores en nombre de Cristo,
porque así es como Dios ruega y actúa por medio de nosotros, y se nos ruega en
el nombre de Cristo, que llevemos a la gente y a la sociedad a que se
reconcilie con Dios, Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo
mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; porque
el Padre estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en
cuenta a los hombres sus pecados, por eso nos encargó a nosotros la palabra de
la reconciliación. 2 Corintios 5: 17-20.
Hemos
sido reconciliados con Dios en Cristo, significa que en cierto punto del
tiempo, existió entre Dios y nosotros una fractura, una división y un
distanciamiento, estábamos separados de Dios, nuestra relación con Él estaba
rota, pero el Apóstol Pablo dice que ahora en Jesús, hemos sido llevados a una
relación correcta y reconciliados con Dios; el resultado de eso es que Dios nos
volvió sus embajadores, nos hizo un reflejo y una representación de Cristo en
el mundo que nos rodea, y el mismo don de Reconciliación de Cristo, nos fue
dado.
Tenemos
el encargo y obligación del ministerio de la reconciliación para llevarlo a la
sociedad y a las personas de nuestro alrededor. ¿Qué es reconciliación? En su original se define como ganar a alguien
para la amistad, devolver la armonía, y restaurar a su totalidad, es la
intención original de Dios mantener a la humanidad unida y en paz a pesar de las
diferencias.
La
idea y plan de Dios desde el comienzo es que cada uno vaya, salga y viva en su
mundo, representando a Jesús, que las personas vean a Jesús en nosotros, llevando
armonía a las relaciones, restaurando vidas con el fin de apuntar al corazón de las
personas con el amor del Padre, crear lugares de paz para que podamos amarnos
unos a otros, como resultado de nuestro caminar con Dios. Así es que funciona
el Ministerio de la Reconciliación. En pocas palabras, santidad y amor.
Si
Jesús unió a las personas, ahora tenemos la responsabilidad personal de ser sus
representantes y embajadores, nuestro papel y propósito es unir y reconciliar.
Entonces, ¿Qué aprendemos en este texto del ejemplo de Jesús?
Debo
aplicarlo a mi vida para reconstruir una nueva cultura de unidad, armonía y paz:
Si entramos en detalles serían muchos los aspectos a considerar, pero vamos a resumirlo en dos. Aunque este
no es el mensaje perfecto que resuelve todo en una semana, si seguimos el
ejemplo de Jesús y hacemos de esto lo más simple y aplicable a nuestra manera de vivir y conducirnos, será
una gran manera de empezar.
1. Ve
con las personas, haz el viaje con ellas. Y Jesús fue con ellos, Lucas 7:6a. Vemos a los
ancianos ir ante Jesús en nombre del centurión, después de rogar y hacer
algunas suplicas. El punto sobresaliente de Jesús es que Él no tenía miedo de
andar con la gente, de vivir con ellos y de tocar sus vidas, a pesar del espectro
social donde se encontraran.
Más
adelante vemos a Jesús que llama al recolector de impuestos y le dice que irá a
su casa a cenar esa noche, Lucas 5:27, pero Jesús es
llamado amigo de pecadores, Mateo 11:19; cerca al pozo tiene
una conversación con una mujer samaritana, gentil, conocida por su falta de
moral, Juan 4; sus propios discípulos le recriminan que
hable con ella, vemos que los discípulos de Jesús también eran un grupo de
personas diversas y distintas en su manera de pensar y actuar, eran rechazados religiosos que actuaban como
adolescentes.
Aún
entre sus discípulos Jesús tenía enemigos políticos: a Mateo o Levi el recolector
de impuestos, a Simón el zelote y a Judas Iscariote, ellos se enfrentaban
constantemente con diferentes puntos de vista, pero Jesús rompe todo tipo de
estereotipo social. Pasa tiempo con ellos y se hace su amigo. Y si Jesús
estuviera ahora en persona con nosotros, muy seguramente estaría con aquellos
grupos que discriminamos y rechazamos, así de Bueno es nuestro Dios.
Jesús
tocó las vidas de personas que se veían, actuaban y pensaban diferente a Él. El Rey de reyes
pasó por alto las diferencias sociales y se enfocó en el valor que tiene cada
ser humano como persona. El amor de Dios no discrimina, no tiene preferencias
ni sectarismos, no tiene favoritismos, no mira las afiliaciones sociales, no
usa etiquetas, Él va más allá de los círculos sociales o los partidos políticos,
Jesús va directo al corazón y la esencia de la persona.
Viajar
con las personas en la práctica, es reexaminar nuestras opiniones y considerar
nuestros comentarios sociales; cierto es que tenemos opiniones y debemos estar
informados de lo que enfrenta la sociedad, pero debemos hablar con quienes
confiamos para estar de rodillas, postrados ante Dios, para pedirle su
sabiduría y tomar una postura de amor y tolerancia desde el corazón de Dios,
dejando de lado nuestras propias predisposiciones, evitando nuestras
predilecciones y opiniones personales para que podamos andar y ser amigos de
personas que se ven, piensan y actúan diferente, por no hacer esto nos hemos
perdido por mucho tiempo del maravilloso plan de Dios.
Jesús
caminó, compartió y fue con la gente, hizo la jornada con ellos, Jesús no
perseguía estar en la misma página social de los romanos ni los altos
sacerdotes judíos, pero fue a ellos; nosotros como embajadores de Cristo con el
Ministerio de la reconciliación, necesitamos dejar de lado nuestras actitudes,
afiliaciones y rangos sociales y centrarnos en la calidad humana de la persona
como tal. Yo pues, preso en el Señor, les ruego que anden como es digno de la vocación
con que fueron llamados, con toda humildad y mansedumbre, soportándose con
paciencia los unos a los otros, en amor, Efesios 4:1-2. Esto lo escribió
Pablo a la iglesia más diversa de su época.
Debemos
esforzarnos por tolerarnos unos a otros y mantener la unidad del Espíritu por
el vínculo de la PAZ; convivir juntos en amor y paz implica ser pacientes con
las diferencias, saber escuchar, no debatir ni polemizar, no intentar convencer
a nadie para que se ponga de nuestro lado y escuchar con respeto y atención.
Porque ninguno tenemos la perspectiva completa de la vida, debemos ser misericordiosos
y asimilar todo lo bueno el uno del otro, buscando que nuestros puntos de vista
encuentren armonía, no que entren en conflicto, orando juntos para encontrar el entendimiento de Cristo.
En
este proceso debemos ser maduros, y entender
que prodigar amor no significa que terminemos en acuerdo, no se puede igualar
el entendimiento con el amor. Aunque pensamos diferente, hacemos lo que sea por
ayudar al otro, porque lo amamos. Con base en el amor, nos controlamos y
guardamos todas esas cosas en nuestro corazón como lo hizo María, Lucas 2:19, asumiendo lo mejor de la otra
persona, y esforzándonos por andar en armonía y paz. Eso es hacer el viaje
juntos.
2.
Comprender el poder de las palabras, Lucas 7:6-10. Se aprecia un
intercambio maravilloso entre Jesús y el centurión, éste envío sus amigos a
Jesús. El centurión dijo: Sólo di la palabra y mi siervo sanará, Lucas
7:7.
Luego los servidores del centurión vuelven trayendo la noticia de sanidad, el
centurión creía en el poder de las palabras de Jesús. Y si tenemos suficiente
poder para llevar sanidad física, también tenemos poder para llevar sanidad
social. Jesús reconoció la fe del centurión, Jesús se maravilló de él…y
dijo: Les aseguro que ni aún en Israel he hallado tanta fe, Lucas 7:9. Las palabras de
Jesús al volverse a la multitud judía fueron palabras que resaltaban lo bueno del
hombre que fue instrumento y objeto de la opresión de Roma sobre Israel. Jesús
nunca dijo, sea sanado. Jesús resaltó lo bueno de las palabras de aquel hombre
que era anti-Israel.
¿Qué
aprendemos de eso? Que ser un embajador de Jesucristo, nos convierte en agentes
de paz, agentes de reconciliación en la sociedad y en nuestra esfera de
influencia. Esto nos hace reflexionar y tomar conciencia de que nuestras palabras
deben resaltar lo bueno de aquellas personas que se ven, actúan y piensan de
manera diferente a nosotros.
Es
fácil ser negativo y criticón, eso enferma, siempre debemos hablar lo bueno de
las otras personas, No tengan deudas con nadie, a no ser
la de amarse unos a otros. El amor no perjudica al prójimo, Romanos 13:8 y
10.
Y la primera forma de mostrar el amor de Dios a las personas es con palabras; en
el original la palabra amor de este texto está en presente continuo, porque
debe ser un amor perpetuo; es decir, amar, seguir amando y después amar más;
nunca dejar de amar, nuestro amor debe ser para siempre, porque el amor no hace
daño y nunca se acaba.
Dios
no quiere que condenemos con nuestras actitudes y palabras, si Dios hubiera
querido condenar al mundo habría enviado a un juez, pero como lo que quería era
salvar al mundo, y nos envió al mejor, único Salvador y Abogado que todo el tiempo habla y piensa lo mejor de nosotros, intercediendo con amor delante del Padre cada vez que fallamos. Juan
3:16-17.
Que
seamos conocidos por lo que apoyamos, por lo bueno que hablamos de las otras
personas, no por lo que estamos en contra, porque con nuestras palabras lastimamos a muchos. Un embajador de Cristo no hace líneas de distinción ni división, sino
que intenta construir puentes para unir y reconciliar, y en eso me ocupo, en edificar la
vida de otras personas.
Amar
a los otros traerá vida a muchas personas, porque quiero ser como Jesús, aunque
me resulte difícil. Destaquemos todo lo bueno de aquellos que actúan y piensan
diferente a nosotros. Usemos nuestras palabras para poner un nuevo curso y
mejor rumbo a la sociedad, ayudar a la unidad y la reconciliación, y que muchos
encuentren un lugar de paz con Dios y
armonía unos con otros, Amén.