Seguidores. Indica que te gusta

5 abr 2016

DARLE LO MEJOR A DIOS

DARLE LO MEJOR A DIOS 

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque todo el quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará. Mateo 16:24-25.

De cierto, de cierto les digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto, Juan 14:24.

Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mi mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios, Hechos 20:24.

Cada día que pasa, Dios nos sorprende con su amor y su gracia, Él usa situaciones y circunstancias que vivimos en lo cotidiano para ayudarnos a comprender la profundidad y sencillez de su palabra.

Hablando con una madre que tenía un bebé en sus brazos conversábamos acerca de la maternidad, de pronto salió de mi boca la frase: Criar hijos y ser madre, significa morir a nosotras mismas; en ese momento, oí la voz de Dios que me decía, así es como YO pido que me ame mi pueblo, quiero que escribas este mensaje. Y aquí estoy, interiorizando y sembrando esta palabra en mi corazón, deseando que quede también quedar sembrada para siempre en el corazón de quienes leen este mensaje. Pensemos cómo es una madre entregada y abnegada que levanta hijos dignos de su ejemplo y de su Padre celestial.

Si queremos servir a Dios de corazón sincero y seguirlo totalmente, debemos recordar sus palabras, Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, como una buena madre que se olvida de sí misma, de sus propias necesidades personales, se sacrifica, se desvela, pasa por alto sus propios dolores, se entrega por completo a cuidar los hijos, se desvela y se entrega hasta el último día de su vida por ellos; aso es morir a sí mismos y estar vivos para Dios para amarlo por lo que Él es, por lo que significa y representa para nuestras vidas Romanos 6:11.

Morir a sí mismos es cargar nuestra cruz de renunciar al apego de lo que más amamos, ponerlos a todos y a todo en segundo lugar y que Cristo tome la preeminencia y prioridad en nuestra vida, si alguno viene a Mí debe amarme más que a sus padres, esposo, esposa y hermanos, Lucas 14:25-33. El amor a Dios está por encima de todos los amores, si cuidamos de las cosas de Él, Dios mismo se hará cargo de lo nuestro, estaremos seguros y gozosos.

Tomar nuestra cruz es aceptar y soportar las pruebas y las necesidades sin quejas, ni reclamos, sino como parte del proceso de madurez y crecimiento integral que Dios nos permite tener para asemejarnos cada vez a su Hijo, Jesucristo nuestro Salvador.

Morir a sí mismos es llevar cautivo, rendido y sometido todo y cada uno de nuestros pensamientos a la obediencia en Cristo, 2 Corintios 10:5; por lo tanto, debemos negarnos a todos los razonamientos, pretextos y esquemas mentales humanos que nos ha dejado el mundo, para dejar actuar a Dios en todo lo que somos, tenemos y hacemos, Él conoce todo y nada le es oculto; al someter nuestra mente a Cristo podremos derrocar todo argumento y altivez que se levante contra el conocimiento der Dios. Nuestra mente es el campo de batalla de los dardos de fuego del maligno, no podemos darle rienda suelta a los pensamientos, porque el corazón es traicionero y perverso, Jeremías 17:9.

Cuando dejamos de actuar en torno a nosotros mismos debemos estar determinados a anular todas las intenciones sucias y perversas que se anidan en la mente; esto solo es posible conociendo de cerca al Creador, atesorando su palabra en nuestra alma y en nuestro corazón, porque de lo que se alimenta la mente, se llenará el corazón y será expresado por nuestra boca, para luego ser mostrarlo por las obras, Lucas 6:45.

Si somos disciplinados y colocamos todo nuestro empeño y fuerza en esto, nada ni nadie nos podrá robar la alegría, la paz interior y la amistad con nuestro Señor Jesucristo. La verdad de Dios se hará una realidad ante nuestros ojos cuando la confesemos con nuestros labios, esto es una arma contra las tinieblas y el mundo, con el poder de la palabra confesada venció nuestro amado Señor Jesucristo la tentación de satanás Lucas 4:4. Dios es tan bueno y misericordioso que no quiere que nadie se pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento, 2 Pedro 3:9.

Negarnos a nosotros mismos es renunciar a la comodidad y los gustos propios para poner por encima lo que Dios pide de cada uno de nosotros; incomodarnos y salir del confort es una forma de alabar y agradar a Dios, aun aceptando la escases y la abundancia con corazón agradecido, es importante que respondamos con altruismo y generosidad para compartir con  el necesitado matando la mezquindad tan común hoy en día en la sociedad. Si así lo hago, soy coherente al decir que con Cristo estoy juntamente crucificado, y que ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí, Gálatas 2:20; y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por fe, para agradar a Aquel que me amó primero y se entregó por Mí, cuando yo no merecía tanto derroche de amor.

Negarse a sí smos, implica renunciar totalmente a nuestras propias necesidades, para centrarnos en las de Dios, con alma, cuerpo y espíritu basando todo lo que hacemos y pensamos en Él, porque decidimos vivir para Él y por Él, Mateo 25:40. Estar atentos para ver la vida y la gente desde la perspectiva de Dios, para morir a la indiferencia, la apatía, el desamor, la envidia, los celos y a todas las bajas pasiones que debilitan el espíritu y destruyen el alma; debemos hacer cotidiano el amor de Dios pues somos hechos a su imagen y semejanza. 

Cuando estamos muertos a nosotros mismos, somos cadáveres a nuestra conveniencia, cada actividad, cada sentimiento, cada motivo, cada deseo y cada sueño es de total y exclusivo gobierno de Dios. Nos rendimos a su señorío y permitimos que Él sea el timonel de nuestra barca mientras obedecemos sus mandatos paso a paso en todo lo que vivimos y experimentamos, matamos con el amor todo lo que se opone a la buena obra y voluntad divina.

Como el amor de una madre, el verdadero discípulo está a los pies del Maestro, atento a sus requerimientos, desvelándose, cuidando, supliendo y amando intensamente, muriendo al yo para responder a Aquel que con precio de vida, sacrificio y sangre se entregó, nos dio nueva vida, nos cubrió de nuevas ropas, nos aceptó en su familia y nos ha dado un lugar de privilegio.

Como el amor de una madre, vivir para Cristo es ser esclavos por amor; esa clase de amorosa esclavitud nos llena de ganas de vivir en entrega y santa disciplina, una responsabilidad que por amor no exige sacrificio, perseverancia y desvelo para luego ver el fruto de una vida productiva y limpia. Jesús lo sabía por eso dijo: De cierto, de cierto les digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto, Juan 14:24Como una madre sirve a sus hijos hasta el último día de su vida, así debe ser nuestra consagración a Dios y hasta la eternidad para recoger el fruto en su momento.

Sí toda la iglesia atesora esta palabra, el mundo se llenará de hijos cuidados, amados y valorados, será un mundo completamente diferente en medio de esta hipermodernidad que debe acercarse a Dios; porque los que son de Cristo, han crucificado la carne con sus pasiones y sus deseos, Gálatas 5:24, Como el amor de una madre deleitemos el corazón del Padre, satisfagamos el anhelo de Cristo y estemos cuidar y amar a quien Dios ponga en nuestro camino..

Una madre renuncia a sí misma y sus propias necesidades de mujer, Jesús renunció a su posición y lugar de deidad por hacerse hombre limitado, no se hizo caudillo de hombres, sino Cordero de Dios, renunció a su lugar celestial junto al Padre para bajar a la tierra, no se quedó esperando que lo sirvieran, Él vino a servir y dar su vida en rescate por muchos, vivió y mostró una vida ejemplar para que vivamos como Él, y cada día recoge el fruto de su sacrificio, como la madre se goza con los logros de sus hijos a medida que van creciendo, Filipenses 2:5-8, Él pasó de Rey a siervo.

Nuestra entrega y rendición es una muerte voluntaria y determinada al yo. Una madre se niega a sí misma pero conserva sus sueños y lleva a cabo sus proyectos, como el amor de Cristo, y el amor de una madre, nos negamos al estilo acelerado de la corriente del mundo para ir Con pasos firmes siguiendo las instrucciones del Padre, Él tiene el poder y la sabiduría para sostenernos con lo mejor de su casa, si alguno quiere venir es pos de Jesús, Jesús permitió su dolor, como una madre al suyo para dar a luz hijos amados que gocen de bienestar y compañía en momentos de necesidad.

Confirmamos nuestra muerte en Cristo cuando fuimos bautizados, el viejo hombre quedó sepultado para siempre. Como una madre no se cree superior, sino que enseña con ternura, así debe ser nuestro servicio a Dios, dejamos de ser líderes para ser siervos, dejamos de ser grandes para ser pequeños, dejamos de esperar que nos atiendan para pasar a atender,  Jesús dio ejemplo al lavar los pies de sus discípulos en un gesto de servicio cargado de amor, desinteresado e incondicional con humildad y mansedumbre.

Una madre no muestra orgullo a sus críos, ella está disponible y corre la segunda milla, sirve con sacrificio, atiende a su hijo enfermo, consuela su quebranto y le proporciona confianza: vivir para Cristo es disponibilidad sacrificial en muchos casos, para poder llevar su libertad a los esclavos del mundo y del diablo, abrir las puertas de la cárcel a los que están cautivos del pecado y las debilidades de la carne para atraerlos a su verdad paciencia, amabilidad, fidelidad y entrega.

Alguno puede decir que se convirtió, que cree en Cristo, pero eso no garantiza que sea discípulo del Señor, ser discípulo de Jesucristo es algo más que creer o practicar ceremonias religiosas y ritos asistiendo a un templo.

Ser un discípulo de Cristo, es vivir con el amor de una madre: negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguir. Tomar la cruz es asumir responsabilidades, tener honor, vivir corrección y aprendizaje, siempre dispuesto a oírnos, ayudarnos y acompañarnos unos a otros en toda la jornada, dando lo mejor de nuestro tiempo y derramando de la gloria de Dios a cada paso.

Como la madre conoce a sus hijos, el discípulo debe conocer a su Maestro, sabe qué es lo que Él piensa, quiere y desea en determinado momento, como una madre complace gustos de sus hijos, el discípulo hijo de Dios complace a su Place con su forma de vivir que, y sin reparos trabaja para el Padre de la mano del Hijo.

Como una madre ignora sus propios dolores para atender al hijo, el discípulo de Cristo se convierte en un cadáver que no responde a ningún estímulo carnal, Colosense 3:5-9. Los hijos de Dios deberíamos estar muertos para las sospechas, sensaciones e impulsos hormonales y todo lo que despierta y ofrece el mundo evitando la contaminación del alma. Si estamos muertos Cristo estará vivo en nosotros y su presencia manifestará su gloria, Romanos 6:11.

Como una madre guarda y vela el bienestar delo hijo, el discípulo de Jesucristo es un soldado que guarda su alma con orden, moral, verdad y obediencia porque, ninguno que milita, se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a Aquel que lo tomó por soldado, 2 Timoteo 2:4.

Como la madre se apoya en el Ser Supremo para velar por el cuidado y sano crecimiento de sus hijos, el discípulo se apoya totalmente en su Señor, para crecer en la familia de Dios porque hemos muerto, y nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, Colosenses 3:3.

Finalmente, como el amor de una madre siembra honor y buen nombre, los discípulos de Cristo se ocupan de ser vasijas de honra, que levantan vidas de honor que exaltan a Dios con su comportamiento, para ser ofrendas vivas, presentando nuestros cuerpos en sacrificio vivo y santo, agradando a Dios en nuestra manera de pensar, Romanos 12:1.

Cristo vino a matar nuestro ego, porque nos amó hasta su muerte de cruz; que nuestro amado Padre celestial pueda decir de nosotros como dijo de su Unigénito: Este es mi hijo amado y me complazco en él.

Que el Dios Trino, eterno y celestial este contento contigo y conmigo, Amén.