OREMOS CON LAS ESCRITURAS
Porque la palabra de Dios
es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta
partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, discierne los
pensamientos y las intenciones del corazón, Hebreos 4:12.
En mi corazón atesoro 9tu
palabra, para no pecar contra Ti, Salmos 119:11; Oh, cuánto amo yo tu ley, es
ella todo el día mi meditación, Salmos 119:97. Porque escrito está…
Ésta frase que aparece
algo más de 80 veces en las Escrituras, 17 veces en el AT y 63 veces en el NT, viene
directamente de los labios más santos, nuestro Salvador Jesucristo, Señor y
Dios del universo y conocedor de todo, Jesús pronunció ésta frase especialmente
en momentos de desierto y tentación frente al enemigo de las almas en Lucas
4 y Mateo 4.
Jesús
usó en todo su ministerio la palabra de Dios plasmada en las Escrituras, porque
la palabra de Dios es la autoridad fundamental para poner fin y romper de lleno
los argumentos y pretextos del diablo, el mundo y la carne. "Escrito está," el significado de
esta frase es poder espiritual de Dios contra todo lo que se opone, y a la cual
todo ser humano debe acudir para recibir instrucción, dirección y sabiduría; es
con la palabra que la humanidad entera será juzgada al final de los tiempos. Juan 12:44-48 y Ezequiel 18:30.
La palabra escritural tiene poder porque a Dios le plació registrar su voluntad en los
escritos bíblicos para que la humanidad lo conozca, le obedezca y sea salva. Cuando leemos la palabra de Dios, no es lo mismo que cuando
leemos cualquier otro libro, leer y orar la palabra nos permite unirnos en
espíritu, alma y cuerpo al Dador de la vida y libertador de la raza humana,
para recibir su revelación, su instrucción y su enseñanza; nuestro corazón se
une más a Dios cuando lo conocemos a través de la palabra, y Él nos habla a
través de ella, porque el que se une al Señor es uno con Él, 1 Corintios 16:17.
Cuando oramos con la palabra se abre un horizonte de sabiduría
espiritual en el cual lo entregamos todo a Él, nos olvidamos del mundo que nos
rodea y experimentamos la gloria de su presencia soberana y santa. Toda la
biblia es biblioteca y compendio de oración masiva que brota del corazón de
Dios, cada capítulo contiene algún pasaje de oración que continuamente nos
acerca y recuerda a Dios. Por eso Moisés inspirado por el Señor escribió; Las
repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas cuando estés en casa, cuando vayas
por el camino, acostado en tu cama y cuando te levantes, Deuteronomio 6:7.
Cundo oramos con las palabras que el mismo Creador del universo
pronunció y diseñó, nos ponemos cara a cara, con el Dios, real, palpable y
grandioso que nos forma y entrena para ser constructores de su reino en la
tierra. Una manera de meditar en la palabra del Eterno, es precisamente orando
con ella, apropiándonos de cada promesa, confesando cada verdad, declarando
cada palabra de guerra y de victoria contra las fuerzas del mal y atrayendo su
presencia con los textos de adoración y alabanza que describen su magnificencia,
grandeza y plenitud.
Cuando tomamos tiempos de calma para deleitarnos en la palabra del
Dueño de la creación, les aseguro que ustedes sentirán como arde su corazón,
percibirán que brotan del Altar Santo, ríos de agua viva que hacen arder
nuestro ser de pasión y amor por Él porque nos llenamos de su su presencia, poder y su fuerza
liberadora y santificadora, no podemos dejar de hablar lo que hemos visto y oído de Dios, Pero
si digo: No me acordaré más de Ti ni hablaré más en tu nombre, esto se
convierte dentro de mí como fuego ardiente encerrado en mis huesos; hago
esfuerzos por contenerlo, y no puedo, Jeremías 20:9.
.
Literalmente sentimos que así como su palabra es un
completo panal de miel deliciosa que satura el alma de bien, también es una
espada de guerra que arranca cabezas de maldad, revive el cuerpo y hace saltar
de alegría nuestro espíritu conectando nuestro corazón al corazón del Padre en
un solo Aliento de Vida, gozándonos en su presencia, eso es lo que
experimentamos cuando oramos con la santa palabra del único Dios siempre
presente. ¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras! ¡Son más dulces que la
miel a mi boca. Porque de tus mandamientos he adquirido entendimiento; por eso
es que aborrezco todo camino de maldad, Salmos 119: 103-104.
La poderosa palabra de Dios confesada con nuestros labios es la
espada de doble filo del Espíritu que Dios usa y con la cual las fuerzas del mal son
diezmadas y destruidas porque toda la corte celestial de luz se pone en pie de
guerra contra la oscuridad. Efesios
6:17. Orar
con la palabra es conocer más a Jesucristo, acercarnos más al Padre y hacernos
uno con su Espíritu aprendiendo a amarlo con intensidad. Es por eso que
dialogar con el Señor del universo es algo serio en lo cual debemos tener una
actitud acorde con las instrucciones de su palabra y con la santidad y grandeza
del Eterno, OH Señor, tus mandamientos son muy firmes! Por eso la santidad le
conviene a tu casa! Salmos 93:5.
Orar con el texto bíblico es darnos un paseo celestial por los
camino de Dios, descubriendo nuevas maneras de acercarnos y permanecer en Él,
mejorar nuestra vida, prepararnos para ser odres nuevos llenos del gozo del vino
celestial de su presencia y su palabra viva y eficaz, que impregna nuestra alma
y se extiende a toda nuestra vida, haciendo de nuestra cotidianidad una
continua alabanza y oración, porque la palabra nos enseña a pensar y permanecer en Dios, Filipenses
4:8.
Esto se vuelve algo poderoso que convierte nuestros pensamientos
en una continua lluvia de ideas y creatividad que exaltan la majestad del Rey,
aprendemos a ser agradecidos, lo vemos en todo lo bello y todo lo puro, aún en las
cosas más sencillas y elementales que observamos a nuestro alrededor, porque
cuando pronunciamos los dichos de Dios, traemos el cielo a la tierra y el peso
de su gloria se deja sentir, Cuando Salomón acabó de orar,
descendió fuego de los cielo, consumió el holocausto y las víctimas y la gloria
de YHWH llenó la casa, 2 Crónicas 7:1.
Orar la palabra de Dios es ejercitar la unidad del Cuerpo de
Cristo, por eso necesitamos no solo orar individualmente, sino en comunidad, en
la congregación, en la casa y en todo lugar donde nos hallemos juntos, Dios nos dejó ejemplos de victoria cuando su
pueblo oró en el poder de la palabra como lo hicieron Moisés, Esdras y Nehemías,
o cuando convocaron a la unidad en la plegaria como lo hizo Ester en momentos
de amenaza de un holocausto del pueblo; ellos no solo leyeron la palabra a todo
el pueblo sino que oraron la palabra, Levántense, bendigan al Señor nuestro Dios desde la eternidad y
hasta la eternidad, bendigamos su santo nombre, glorioso y alto sobre toda
bendición y alabanza…Nehemías 9:5.
Orar la palabra de Dios es confesar y tomar cada texto como si fuera cada uno de nosotros
el que expresa lo escrito; esto hace que se estrechen lazos de
amor y amistad entre
el pueblo de Dios, fortaleciendo la fe, nos ayuda a agudizar el oído a la voz de Dios para guiarnos de sus consejos y corregirnos, Salmos 119:105,
Proverbios 11:14.
Confesar
y declarar la palabra de Dios hace temblar al infierno y los demonios huyen
despavoridos, porque el enemigo de Dios también es nuestro enemigo aunque nada
le hayamos hecho, Jeremías 20:11-13; su odio es gratuito, y
como no puede con Dios, se la toma contra nosotros que amamos, obedecemos y creemos
al Señor de todo, el enemigo sabe que somos valiosos y preciosos a los ojos
divinos, y él sabe que la mejor manera de tocar y provoca al Señor es
haciéndonos sufrir, como lo narra el libro de Job.
La palabra confesada queda en nuestro consciente e inconsciente
porque nuestros oídos la han escuchado, un doble trabajo en los sentidos, lo
cual nos mueve a la santidad y a ser auténticos ante los ojos de Dios y de aquellos
que nos rodean cada día; esto a su vez nos une en amor y lealtad. ¡Cuán
bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos y en armonía! Salmos
133; cuando
vivimos la palabra, ella cobra vida porque Cristo es la palabra viviente, que nos
une al Padre y nos congrega aquí en la tierra. Preguntarán
por el camino de Sión, hacia donde volverán sus rostros, diciendo: Vengan y
juntémonos al Señor con pacto eterno que jamás se ponga en olvido Jeremías 50:5.
Orar la palabra de Dios, transforma la mente porque los
pensamientos de Dios se fijan en nuestro corazón, ensanchando el reino de
manera poderosa y vivificante produciendo seguridad y fortaleza a nuestra alma y agradándo al
Señor. Mientras oramos la palabra de Dios, nuestra forma de hablar se hace como
la de Cristo y nos queda más fácil conversar continuamente con Dios y hallar
gracia ante la gente para compartirles el evangelio; esto no solo revoluciona nuestro
espíritu y transforma nuestro ser interior, sino que podemos reflejar el
carácter del Rey que otros notarán, Poco después, los que estaban
allí se acercaron a Pedro y le dijeron: Seguro que tú también eres uno de
ellos, porque hasta tu manera de hablar te delate, Mateo 26:73.
Orar con la biblia hace que cultivemos un lenguaje celestial de
reino eliminando el del mundo, el fuego de Dios y la gloria del cielo se
revelan en todas nuestras reuniones encendiendo magistralmente los corazones y
apagando los dardos del maligno, porque vivir, confesar y creer en la palabra
es sometimiento a Dios, Santiago
4:7.
Orar con la palabra es interceder de acuerdo a la voluntad de
Dios. Es algo extraordinario, cuando oramos con la palabra cosas que ni
siquiera habíamos pensado fluyen por nuestros labios, porque es el Espíritu intercediendo
en nosotros rompiendo cadenas y derribando toda muralla de maldad e impedimento
a la manifestación de la gloria de Dios, para traer liberación, sanidad, vida y
poder, Orar con la palabra nos ayuda a hacer oraciones nuevas e irrepetibles
que llenarán las vidas y los lugares con la misma presencia de Dios. Esto y
mucho más descubriremos y nos será revelado en la medida que oremos con la
palabra de Dios, YO SOY el Señor, tu
Dios, el que te sacó de la tierra de Egipto; abre tu boca y YO la llenaré, Salmos
81:10,
Amén.