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7 feb 2018

# 38-EL PESO DEL PECADO-SALMOS 38



# 38- SALMOS 38-EL PESO DEL PECADO

ABANDONA ESA PESADA CARGA

Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza: como carga pesada se han agravado sobre mí, Salmos 38:4.

Hieden y supuras mis llagas, a causa de mi locura. Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el día, Salmos 38:6.

Hay muchas cargas que la humanidad sostiene, y la raíz de todas nos la explica la palabra de Dios; en Salmos 38 es una radiografía de una vida cargada a causa del pecado, pero también es una maravillosa oración de alguien arrepentido que suplica perdón, ayuda y liberación al Eterno Dios al experimentar el horrible peso de una vida de pecado.

Vs. 1 YHWH no me reprendas en tu ira. Porque tus saetas cayeron sobre mí, y sobre mí ha descendido tu mano. El salmista sabe de antemano que su pecado trae una reprensión divina, y recibirá disciplina por eso. Se da cuenta que su Creador ha empezado a obrar en su vida y no se quedará quieto ni indiferente. Reconoce y enumera sus pecados haciendo una descripción de las consecuencias de su falta de santidad, pero al mismo tiempo revela la manera de salir de esa miserable condición.

Es una hermosa porción de la palabra que debemos aplicar cuando por desobediencia hemos caído haciendo nuestra propia voluntad, olvidando e ignorando que la paga del pecado es muerte, Romanos 6:23, y que cada uno es tentado y seducido de sus propias concupiscencias a causa de sus debilidades no entregadas al Creador, Santiago 1:14, y que en una vida de pecado hay consecuencias que se deberán pagar por la eternidad y en esta tierra, si alguien no se arrepiente.

Vs 2, Porque tus saetas cayeron sobre mí, y sobre mí ha descendido tu mano, Ceder al pecado hace que nuestra vida se convierta en una pesada carga imposible de llevar y sin arrepentimiento, Dios nos discipline para corregirnos. Caemos y podemos excusarnos ante la gente dando muchas razones de la caída, pero a Dios no lo podemos engañar, Él conoce la profundidad de lo que hay en nuestro traicionero corazón y las verdaderas intenciones que nos han movido a resbalar, engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso: ¿Quién lo conocerá? Jeremías 17:9.

Dios nos escruta y examina hablándonos de muchas maneras, especialmente a través de su palabraYO YHWH que escudriño la mente, que pruebo el corazón para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras, Jeremías 17:10. El método que Dios usa para convencernos de pecado y hacernos ver la miseria que nos trae; también es por del Espíritu que nos redarguye y nos habla a través de la conciencia, cuando todavía no se ha encallecido por la maldad, Juan 16:8, porque la palabra de Dios es viva y eficaz, Hebreos 4:12.

Vs 3, Nada hay sano en mi carne, a causa de tu ira, ni hay paz en mis huesos, a causa de mi pecado, El pecado produce desorden moral, enferma el cuerpo, roba la paz y trae consecuencias no solo en el alma, sino que afecta todo alrededor; cuando enfrentamos el pecado tal como Dios lo ve, es como si se produjera un terremoto o un Tzunamí en nuestra ser, lo cual nos aclara que realmente el pecado cobra muy caro, produciendo culpa en la mente, y estragos en el cuerpo.

Vs 4 Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza, como carga pesada se ha agravado sobre mí. Lo primero que daña el pecado es la mente, nos roba la paz, nos inquietamos al ver que realmente estamos fuera de las condiciones normales que Dios ha dispuesto para nuestra vida, lo cual nos lleva a reflexionar en todas las consecuencias funestas de haber cedido ante la tentación, cuando debíamos habernos detenido antes de fallar y desagradar al Dios santo con el mal oliente olor de la suciedad del pecado.

Vivir en pecado se hace una carga demasiado pesada, es lo que nombra el texto, locura pero la gente sin Cristo, no lo puede ver ni aceptar como pecado, algo que nos agobia, nos roba la paz, nos reduce la fe, nos llena de inseguridad y de temor y se vuelve insoportable porque oprime la conciencia, robando la tranquilidad sin poder tener un verdadero descanso interior, muchas veces hasta perdemos el sueño y corremos de aquí para allá, sin encontrar una salida.

Vs.5-7 Hieden y supuran mis llagas, a causa de mi locura. Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el díaPorque mis lomos están llenos de ardor, y nada hay sano en mi carne. El pecado es putrefacción ante el trono de Dios; nos avergüenza por eso se esconde o se descara; la carga del pecado nos hace sentir miserables, sucios e indignos, nos enloquece, espiritualmente, exhala fetidez al olfato de Dios, se nos altera el comportamiento e infecta de muchas formas el ambiente que nos rodea; y si no buscamos ayuda en Dios, no podremos salir de esa condición tan deplorable para ser libres de tales efectos nocivos, el pecado nos pone tristes como si estuviéramos de luto, porque el alma está muerte. El pecado salpica olor a muerte porque ya no irradiamos la luz del amor ni la pureza. El corazón enfermo por el pecado es una llaga que exhala gran fetidez al estar alejados y separados de la presencia refrescante de Dios.

Vivir en pecado es como llevar una carga de espinos que lastima y daña hasta tocar las entrañas, produce tal corrupción y contaminación que permea la sociedad entera produciendo dolor y terrores de oscuridad y muerte. Es tan profunda su marca que destruye vidas y naciones enteras, y aunque nos recuperemos, nos levantemos y Dios nos perdone, quedarán consecuencias y huellas. El pecado viene a ser como un virus o la contaminación por una bacteria letal, que deja secuelas horribles, en todo su trayecto y cuesta mucho tiempo volver a subir a las alturas para caminar hombro a hombro con el Amado Señor y Salvador, se requiere consagración y pasión por Jesucristo, y sí que lo sé por la experiencia.

Vs. 8-9, Estoy debilitado y molido en gran manera; gimo a causa de la conmoción de mi corazón. El pecado como corrupción, avanza, deprime y destruye; trae desesperación y debilidad profundas, quedamos expuestos al malo y sin fuerzas para luchar y seguir, el corazón se conmociona de dolor y angustia; el pecado nos hace sentir vulnerables e indefensos, a merced de la carne y atacados por las tinieblas, es una horrible expectación de imposibilidad, La vida de pecado nos consume, nos gasta y nos derrumba lentamente sacándonos del lugar donde Dios nos había puesto, Y aunque Dios conoce todos nuestros sueños, solo nos llenamos de suspiros y melancolías con anhelos que parecen imposibles de alcanzar como lo dice el verso nueve.

Vs, 10, Mi corazón está acongojado, me ha dejado mi vigor, y aún la luz de mis ojos me falta ya. El pecado nos hace vivir en congojas, abatidos, decaídos, amargados y como andando en la oscuridad, aunque parezca momentáneamente que somos felices; el pecado envejece rápidamente desde adentro, la mirada de nuestros ojos se opaca, por eso muchos no pueden ver con claridad lo mal que andan, tienen ceguera espiritual, no pueden discernir ni separar lo malo de lo bueno y están sin esperanza, Porque los ojos de los pecadores se consumirán y no tendrán refugio, su esperanza será dar su último suspiro, Job 11:20. Esa es la razón por la cual muchos pierden su valor moral, pero gracias sean dadas a Cristo, que si bien el pecado es demasiado pesado, tenemos al Redentor para salir de ahí y ser libres de nuevo.

Vs 11 al 17, aquí se describe la calamidad social y relacional que ocasiona el pecado en la vida humana. Pareciera que todos lo notaran y nos vuelven la espalda y sentimos que todos están distantes y se olvidan. Sin embargo, Dios mismo, nos ha dado formas de escape al pecado, cuando reaccionamos, confesamos el pecado, nos apartamos, lloramos y le damos la espalda a la maldad para seguir las pisadas del Maestro de Nazaret. Con Cristo finalmente hay una luz en nuestro interior que nos permite volver los ojos al Santo, porque sabemos que Él responderá, nos limpiará, nos recibirá, nos salvará y nos dará otra oportunidad de cambio en nuestra vida.

Vs. 18, por tanto, confesaré mi maldad, y me entristeceré por mi pecado, Dios a través del salmista nos enseña que hay una salida para ser libres de la carga vil del pecado, y es la confesión; esto equivale a declarar completamente cada uno de nuestros pecados al Aquel que tiene poder para perdonar, limpiar y salvar, si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad, 1 Juan 1:9. La primera salida es reconocer y estar firmes para salir de ahí, confesar nuestras faltas a Dios, ponernos a los pies de la cruz para lavarnos en la sangre del Cordero de Dios y libres de la miseria condición del pecado, es algo que viví y experimenté hace algunos años, y créanme, que caer después de estar en las alturas, es lo peor que nos puede ocurrir, pero gracias sean dadas al Padre que nos dio a su Unigénito Libertador.
                                
El Segundo aspecto para la liberación es el arrepentimiento, o contrición de corazón, el alma siente dolor por lo que ha hecho delante del Señor de la vida y deseamos ardientemente hacer un giro de 180 grados para darle la espalda a esa vida pesada y vergonzosa para rendirnos y consagrarnos a nuestro Hacedor.

Vs 15-22, porque en Ti oh YHWH he esperado; Tú responderás Dios mío. En tercer lugar podemos experimentar la misericordia del Padre amoroso  Su provisión redentora, nos fortalece en su confianza; empezamos a odiar ese estilo de vida y reconocemos la salvación en Cristo, así el Padre en su bondad nos trata con amor y seguirá su proceso purificador en nosotros hasta el último día de nuestro peregrinaje terrenal, No me desampares, Oh YHWH: Dios mío, no te alejes de mí Apresúrate a ayudarme, o Señor de mi salvación, versos 21-22.

NO encubramos el pecado, confesémoslo, apartémonos de él y reconozcamos que el pecado no es algo liviano de llevar sino una pesada carga que hace la vida insoportable, como hijos de fe obediente al Creador, levantémonos, elevemos el rostro al Señor, busquemos su paz, seamos santos y fieles a la comunión e intimidad con Él: una forma de fallarle a Dios es abandonar el altar de la oración, la comunión con el Amado y no leer su palabra a diario, pero aunque no nos resulte fácil podremos lograrlo yendo continuamente a Aquel que santifica, fortalece y todo lo puede en nosotros y con nosotros, Romanos 7:15.

La vieja naturaleza es la cruz que debemos llevar y con la cual debemos lidiar cada día, pero la presencia y  la palabra de Dios son nuestro escudo y fortaleza para conducirnos a seguir en la batalla y ganar la guerra contra la impureza, Hemos vencido; porque mayor es el que está en nosotros, que el que está en el mundo, 1 Juan 4:4.

Cuando nos veamos enfrentados a la miseria del pecado, a las locuras del mundo y a la debilidad de nuestro cuerpo, lo mejor es entregar todo al Aquel que nos conoce muy bien y tiene el poder para limpiarnos y perdonarnos pues nos formó en el vientre de nuestra madre y nos dio vida; pidamos al Espíritu Santo que conquiste la totalidad de nuestra vida, que gobierne nuestro carácter, que venza nuestra debilidad y produzca en nosotros su maravilloso fruto, , busquemos en el Amado y su palabra la forma de escapar para seguir avanzando a la meta del supremo llamamiento en Cristo, agarrados de su poderosa diestra. Porque el que encubre sus pecados, no prosperará, pero el que los confiesa y se aparta, alcanzará la misericordia divina, Proverbios 28:13. Amén.


Mg. MEHC, hija del Dios vivo, real y verdadero y servidora de su reino.