PASIÓN
POR DIOS
Los que aman al Señor
aborrezcan el mal. Él guarda las almas de sus santos, los libra de la mano de
los impíos, Salmos 97:10
Amarás al Señor tu Dios
con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu
mente… Lucas 10:27
El Señor guarda a todos los que
lo aman, pero a todos los impíos destruirá, Salmos 145:20.
Cuando
amamos a alguien, lo amamos por lo que esa persona representa para nosotros, lo
llegamos a apreciar por lo que él significa para nuestra vida. Un
amigo se ama por ser leal, sincero, franco, compañero en las buenas y en las
malas, no nos alcahuetea pero tampoco nos flagela, está pendiente, nos
aconseja, nos ayuda con las decisiones, etc. Amamos al cónyuge porque nos
parece único, ideal, perfecto para cada quien; es especial porque rinde ciertas características
que nos atraen en gran manera en comparación con las demás personas.
De igual manera
sucede con el amor a Dios, no es algo meramente intelectual, ni mecánico porque
nos toca para evitar problemas o porque nos ayuda cuando lo necesitamos, eso no
sería verdadero amor, sino utilitarismo. El amor a Dios crece en nosotros
cuando lo conocemos de manera personal, cuando sentimos su sombra protectora en
la alegría y en el dolor; lo amamos porque sabemos que Él nos ama y nos amó primero hasta la muerte. Pero por sobre todo, lo amamos por el hecho de SER
DIOS. El Dios grandioso, todopoderoso, amoroso y perdonador, lo amamos por lo que
Él es y representa para nuestro diario vivir.
Las personas andan buscando amor y amigos verdaderos, que no les
hagan reproches, que no los condene, que
tengan tiempo para escucharlos, y que valore lo que son, pero en los
días actuales es algo bastante difícil de hallar; por eso muchos andan solos,
desorientados, tristes y melancólicos: muchos se refugian en el trabajo, en los
vicios y en cosas horribles que los echan a perder, han buscado primero en el
mundo y han olvidado al Mejor de todos, a Dios.
Al que realmente ama y es digno de amar por su misericordia y fidelidad.
Dios todo el tiempo está usando circunstancias para llamar la atención del ser humano, para abrir puertas de oportunidades para su amor. El
dueño del universo quiere que tú y yo lo amemos en primer lugar; cuando llegamos a Él no nos
condena, no nos señala, nos atiende, nos escucha sin preguntar y nos ama sin
pedir nada a cambio; su amor es incondicional. Él sabe que el amor verdadero de un alto precio. Un amor
verdadero es más caro que hacer un libro para venderlo, lo digo por
experiencia, Dios busca amor y entrega, Él quiere caminar contigo y conmigo todo el
tiempo, por eso le dijo a Moisés su amigo, que su presencia iría con él y le daría descanso Éxodo 33:14. Así es el amor de Dios.
Empezamos a relacionarnos con Dios cuando nacemos de nuevo, cuando
Cristo ocupa el trono de nuestro corazón; empezamos siendo siervos; un siervo
se somete, recibe instrucciones, obedece y hace la voluntad de su señor; pero en
la medida que avanzamos en nuestro caminar con Él, nos hacemos sus amigos, alguien con quien se puede conversar continuamente, Dios quiere
intercambio de ideas, que le compartamos nuestras alegrías y sufrimientos, que
le contemos nuestras preocupaciones y vivamos con Él y para Él.
Si permanecemos
con alguien que amamos sabemos cuáles son sus preferencias, sus requisitos, sus
ideales y lo que más le gusta, igual sucede con Dios; Él se ha revelado en la creación, la
cruz y su palabra; allí nos muestra su amor, nos da instrucciones y nos enseña cómo manejar las situaciones de la
vida. Así como nos alegra el mensaje de alguien que amamos, de igual manera
sucede con la biblia cuando la leemos, hace que amemos más a Dios porque lo conocemos
mejor. Nos enteramos qué le gusta y qué no le gusta, que ordena y que advierte,
es impresionante lo que aprendemos de Dios a través de las páginas de la
Escritura.
Empezamos a conocer a Dios nos relacionamos de Rey a siervo
y de Capitán a un buen soldado, prolongamos ese tipo relación por mucho tiempo,
y en esas condiciones las oraciones se desarrollan en medio de una relación
seca, mecánica y fría. Pero llega el momento en que deseamos que eso no siga
igual; entonces empezamos a desear algo mejor, algo más estrecho, profundo y extraordinario, anhelamos que Él se convierta en nuestro Gran Amor, que sea
el primer pensamiento en la mañana y la alegría en la noche porque poco a poco
se va convirtiendo en la razón de nuestra vida. Dios, nuestro aire y nuestra razón de vivir.
Dios oye, y responde nuestra oración, porque Él sabe que es
necesario que seamos primero siervos, para luego ser sus amigos, pero para ser sus
amigos, debemos pasar por un proceso que nos saque la mentalidad de esclavos y de
servidumbre. Es por esa razón que el pueblo de Israel tuvo que ser primero
esclavo en Egipto, para llegar a ser amigos de Dios en el desierto, ¡increible!
Lo lamentable de hoy, es que muchos escudriñan las Escrituras, pero no han aprendido a amar a
Dios por lo que Él es, Jesús dijo a cierto grupo de judíos en su tiempo: Ustedes
leen la escritura porque saben que en ellas tienen la vida eterna, pero sé muy
bien que ustedes no tienen el amor de Dios, Juan 5:39-42. Es decir que muchos
leen y leen acerca de los hechos amorosos del Señor, no pueden amar al Dios invisible y mucho menos amar a su prójimo que ven, 1 Juan 4:20. Esto se debe a la falta de una relación personal cara a cara con Jesús y el Espíritu Santo.
Hay que conocer a Dios, como el Salvador Todopoderoso, el asombroso
Creador, el Señor de todo el universo que sustenta, fundamenta e inspira nuestra
vida de fe. El Padre adoradores en espíritu y verdad, eso significa que lo amemos con todo. Jesús busca amigos que caminen con Él, y más que eso,
Él Padre busca hijos e hijas a través del Hijo y del Espíritu Santo. Y ya no nos llamaré más
siervos, sino amigos. Él merece lo mejor y yo quiero ser lo mejor para Él, todo depende de mí.
Amar a Dios es la base de una vida plena, amarlo a Cristo es mantener una relación permanente, diferente y única con Él, es la entrega limpia a la que me obliga su santidad, majestad y fidelidad; su grandeza y poderío hace que el universo entero lo reverencie. Amor a Dios es temor ante su
enojo con un comportamiento ejemplar, gozo continuo ante su presencia, humillación ante su perdón y misericordia,
sed de su presencia, ansías por oír su voz, reconocimiento de su autoridad y respeto ante su
nombre, tiempo de calidad para no salir un instante de delante del que todo lo puede, lo conoce y lo sabe, Alégrense todos los que en Ti se refugian;
para siempre canten con júbilo porque Tú los proteges, regocíjense en ti los
que aman tu nombre, Salmos 95:11.
Su palabra nos enseña a amarlo cada día más, su gracia nos apasiona cada vez más y
hacemos lo que a Él le gusta, cosas que alegran su corazón para expresarle nuestro amor, Si alguien dice: yo
soy amigo de Dios, y no lo obedece, es un mentiroso y no dice la verdad. En
cambio el que tiene una fe obediente, ese, de verdad sabe amar a Dios como Él
ama, y puede estar seguro que es amigo de Dios, 1 Juan 2:4-5
1. Expresamos amor a Dios cuando obedecemos a los padres; si yo amo a Dios, amaré
lo que Él me enseña y viviré los principios que Él establece en su instrucción bíblica: Él
no me dejará solo hará las cosas conmigo. Esto significa estar consciente de su
presencia. Que si leo, lo hago con Él, si salgo a
caminar lo invito y voy con Él, si me siento a la mesa, me siento con Él y doy gracias. Que
su presencia se haga real y tangible enfocándome en Él. No lo veo con los ojos
físicos, pero lo veo con los ojos del corazón y lo percibo por el
Espíritu porque su presencia se siente maravillosamente en mi alma y se irradia en el ambiente, Amen al Señor su Dios, obedézcanlo y séanle
fieles, porque de ello depende la vida de ustedes y el que vivan muchos años en
el país que el Señor juró dar a Abraham, Isaac y Jacob, Deuteronomio 30:20.
2. Amar a Dios es agradecer lo que Él
es y representa para mi: Padre, hermano mayor, Salvador, Rey, escudo, fortaleza, vida, gozo, prrotección, murió por mi, me lavó los pecados con su sangre, me buscó y me reconcilió con Él cuando yo era un perdido y rebelde pecador. Nos perdonó y nos ha hecho justos por gracia y misericorfia. Amamos a Dios cuando amamos a mamá y le ayudamos en la casa lavando los platos
como si fuera para Jesús y Él fuera a comer en eos platos, Si alguno
ama a Dios, éste será conocido por Él, 1 Corintios 8:3.
Mostramos
amor a Dios orando por las personas que van a comer en esos platos, reconociendo su presencia ahí donde estamos y en lo que hacemos,
porque el Señor está con nosotros siempre, en esas pequeñas cosas mostramos que amamos a Dios y lo hacemos
sentir importante y necesario en nuestra vida, porque lo que es
importante para Él lo es para nosotros; para Dios es importante tanto que ayudemos y sirvamos como que trabajemos por la salvación de las almas y oremos.
Cuando hacemos que su fluir sea notorio, que sea tal su presencia en mí que todos lo vean, lo sientan, lo perciban y lo anhelen a traves de mi para lo deseen y vayan a buscarlo con hambre y con sed pirque somos sal y luz hasta el punto
de traer arrepentimiento a miles a mi alrededor y lloren de dolor ante Dios. Ese es mi gran sueño
y anhelo, por eso digo: Padre mantenme firme, hasta que hayas alcanzado tu
propósito en mí y dame la gracia continua de glorificar tu nombre..
3. Amamos a Dios cuando reverenciamos
su santidad,
esto me obliga a mantener un estilo de vida que lo agrade, una vida pura
que vence el pecado, mis deseos y el acoso del mundo. Que Él se complazca y yo escuche
su risa y su voz amorosa: sabiendo que su majestad me cubre, me cuida, me
protege y me libera, YO lo
pondré a salvo, fuera del alcance de todos los malos, porque él me ama y me
conoce, Salmos 91:14.
4. Amamos a Dios tomando su cargas y
deseando su justicia que es la salvación para muchos
a través de la predicación del evangelio y la oración intercesora a favor de
los pobres, los desvalidos, los indefensos, los misioneros, los ministros, las
ovejas y todo el mundo, como lo ordena en la gran Comisión, Mateo 28:16-20 y Marcos 1:15-16.
5. Amamos a Dios cuando amamos a los hermanos en la fe, al prójimo y a los
enemigos, Hijitos
míos, no amen de palabra de le lengua, sino de hecho y en verdad. En esto
conocemos que somos de la verdad, y aseguraremos nuestro corazón delante de
Dios, 1 Juan 3:17-18. Amemos a Dios por lo que Él es, por lo que inspira, por lo que
hace, por su amor, por su sacrificio y todos los poderosos atributos que Él
tiene.