PROCESADOS
PARA PRODUCIR FRUTO
No es que pensemos que estamos
capacitados para hacer algo por nuestra propia cuenta; es Dios quien nos da la
capacidad de hacer algo, en Él somos embajadores competentes del nuevo pacto por
medio de Cristo, no por medio de la letra que mata, sino por el Espíritu Santo
que vivifica, 2 Corintios 3:4-6.
Jesús
continuo diciendo a sus discípulos: YO SOY la vid verdadera, y Dios Mi
Padre es el Labrador que cuida la viña. Si una de mis ramas no produce fruto,
Él poda la viña y corta esa rama; y toda rama que da fruto, la limpia para que
lleve mucho más fruto. Juan 15: 1-2.
Como
vemos en estos textos de la palabra de Dios, nadie es autosuficiente, nadie
produce fruto por sí mismo, así como una rama sin árbol no puede hacerlo, de
igual manera los hijos de Dios, si no estamos bien pegaditos al Eterno Señor
del universo, tampoco podremos llevar fruto para Él, si no estamos llenos del
Espíritu Santo. El mundo tiene otro concepto totalmente contrario a las riquezas,
las verdaderas riquezas no son de este mundo, sino del reino del Dios Todopoderoso,
Mateo
6:19-20.
Los cristianos nos enriquecemos por medio de la palabra de Dios cuando la meditamos
y vivimos en ella noche y día.
Las
Escrituras nos dan un ejemplo de cómo un día los árboles fueron a elegir rey
sobre ellos, cada uno de los árboles aprecio la esencia de su naturaleza y la delicia
de su fruto y dijeron no reinaremos, pero la zarza, un pequeño arbusto lleno de
espinas y follaje fue la única que aceptó, con soberbia les dijo a los demás que
se metieran debajo de ella, si no, fuego saldría y los quemaría a todos, porque
la zarza un arbusto sin fruto ahoga a los demás plantas que crecen junto a ella,
Jueces
9:8-15.
No
fuimos creados para ser zarzas sino para ser granos de trigo en el plantío de
Dios, esto nos enseña que debemos ser transformados para poder dar mucho fruto,
Juan
12:24;
el grano de trigo cae a la tierra y muere dejando de ser semilla, para
convertirse en una gran planta que produce mucho más trigo. Dios ha creado
belleza y variedad en cada planta de la naturaleza. Es por eso que Jesús recreó
divinamente la agronomía y la vida espiritual porque se relacionan bellamente.
Dios
aclara que si las ramas de su viñedo y los árboles de su plantío, no están
dando fruto, los cortará, pero si están dando fruto, los podará y los pulirá
para que produzcan mucho más fruto. Las plantas dan fruto propio del ADN de su
especie, de igual modo los hijos de Dios estamos capacitados para dar mucho
fruto para Dios porque tenemos el ADN celestial desde Génesis para ensanchar el
reino de Dios en la tierra. Tenemos que ser trigo fructífero y no zarzas
inútiles.
El
problema de la raza humana es que se preocupa más por el tener y el hacer que por
el SER, y el fruto se produce por lo que somos en Dios, por la identidad y la
capacidad que nos da el Espíritu Santo, tú puedes tener muchos dones, pero si
no pules tu carácter, tus dones se podrían convertir en un desastre, por lo
tanto es imprescindible cultivar en nosotros el carácter de Cristo que afirma
nuestro ADN.
Si
observamos cada planta, ella posee en su fruto un ovario del tamaño propio de su
especie, aunque algunas plantas tienen un ovario no perceptible a simple vista
porque no producen flor, pero están capacitadas para dar fruto; el higo por
ejemplo, no da flor pero su semilla está escondida muy adentro de él, por eso
puede producir muchos higos. Nos quedamos boquiabiertos ante la exuberancia de
la naturaleza creada por Dios, porque los cielos cuentan la
gloria de Dios. Y el firmamento anuncia la obra de sus manos, Salmos 19:1.
Al
dar fruto se multiplica la misma especie, jamás el maíz será trigo, todo lo que
Dios creó, lo hizo perfecto en su especie. Una planta después de polinizada
produce y da muchas más semillas por la fecundación en un momento de intimidad.
De igual modo si tenemos intimidad con Dios por el Espíritu Santo, anidaremos
en lo profundo de nuestro ser su divina semilla; podremos ser transformados
para desarrollar el carácter de Cristo y dar fruto apropiado para el reino del
Señor, Hemos oído y creído las buenas nuevas de salvación, que
es el mensaje verdadero; y gracias a Cristo, nosotros los no judíos pasamos a ser
parte del pueblo de Dios y hemos recibido el Espíritu Santo, que Él había
prometido, Efesios 1:13-14.
No
se trata de acumular riquezas como muchos creen, se trata de producir fruto; esto
lo pueden hacer quienes mueren a sus propios deleites y deseos, de lo contrario
su riqueza y sus dones se irán a pique, Porque los que son de
Cristo han crucificado su cuerpo con sus pasiones y sus deseos, Gálatas 5:24. Ese fruto que
podemos dar, es para honra de Dios, no para vanagloriarnos, algunos se
consideran mucho por lo que hacen, pero son muy deficientes por lo que son.
El
fruto identifica a cada árbol, por el ADN que está en lo profundo de su célula,
la calidad del árbol está en la esencia de su especie, de igual modo la
identidad y calidad de cada persona se refleja en sus hechos, porque es de dentro
del corazón que sale lo bueno o lo malo según su esencia; si
alguien dice cosas malas, es porque es malo y siempre está pensando en el mal,
y en cómo hacer cosas indecentes como robar,
matar o dañar a otros, o ser infiel en el matrimonio. Esa gente mala
siempre está pensando en el dinero, en cómo hacerse rica haciendo maldades para
lograrlo, engaña, envidia, insulta, y maldice, es un necio arrogante, Marcos 7:21-23.
Pero
cuando conocemos a Cristo y su evangelio, que es la palabra de Dios, damos
buenos frutos, porque aprendemos a andar y vivir en sus enseñanzas, así otros
pueden ver a Cristo en nuestra manera de conducirnos, porque
todo buen árbol da buen fruto, pero el malo da frutos malos, Mateo 7:17. El fruto que damos
para Dios es visible a través de nuestro estilo de vida y la calidad de nuestro
comportamiento, manifestado en las obras que hacemos, porque
el fruto del Espíritu Santo es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad,
fe, mansedumbre y dominio propio que es templanza, Gálatas 5:22.
El
fruto del Espíritu Santo es un gajo de cinco partes, simbolizando la unidad del
cuerpo de Cristo, por eso Él es la razón de ser de nuestra vida. El fruto que
damos en el Cuerpo, la iglesia, es el resultado del poder inherente del ADN
celestial que Dios ha puesto en cada uno de sus hijos, como lo hace con cada
planta; Dios obra a través de cada uno, conforme a su esencia, así como las
plantas producen frutos deleitosos, así nosotros debemos deleitar el corazón de
nuestro Creador con nuestra vida.
Pablo
era un profundo conocedor de la teología bíblica y la política, pero cuando
conoció a Cristo cara a cara, estimó todo como pérdida y como basura por amor a
su Señor y por la excelencia de su conocimiento, Filipenses 3:8. Es por eso que el
verdadero fruto que podemos dar, solamente se hace por la intervención del
Espíritu Santo en nuestro corazón; porque así como el ADN de cada planta está en
lo más profundo del núcleo de su célula, también muy dentro de nuestra alma, en
lo profundo de nuestro corazón, el ADN de Cristo, está proveyendo la esencia de
su sabia divina nutriendo nuestro ser integral, produciendo su carácter en cada
cristiano, para que transmitamos ese ADN y deleitemos al Dueño del cultivo.
Y
así como la planta requiere de luz para la fotosíntesis y el procesamiento de
nutrientes, la luz de Cristo mediante su palabra nos proporcionará el poder para
ser árboles fructíferos, YO SOY la luz del mundo; el que me sigue
no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida, Juan
8:12. Y asó como una planta no puede dar fruto si está en la oscuridad, si alguien
anda en las tinieblas del mundo sin Cristo, no podrá dar buen fruto; pero como
Cristo es la Luz, si andamos en Él tendremos vida para producir abundante fruto,
Y
serán llamados, árboles de justicia, plantío de Dios, para gloria suya, Isaías
61:3b.
La
palabra de Dios es agua viva que limpia, purifica y santifica desde lo más
profundo de nuestro ser; la mujer samaritana conoció la Luz de mundo, Él le dio
agua viva, y la mujer fue transformada, luego ella compartió a los de su pueblo
la Palabra viva del Verbo eterno y ganó para Cristo a toda Samaria. Ella vino a
ser esa buena tierra que dio fruto al treinta, sesenta y cien por uno y llegó a
ser árbol fructífero ante los ojos de Dios.
Tristemente
hay muchos terrenos donde cae la semilla de la palabra y aunque dan frutos y
flores, no son de la mejor calidad, Marcos 4:4-8; porque sólo un buen
terreno regado con agua limpia y pura hace producir lo mejor, Juan
4:14.
El terreno de Dios son nuestros corazones donde Él siembra la semilla de su
palabra para que seamos los mayordomos que multiplican el fruto en el terreno de su reino.
Pero
no solo el terreno y el agua son necesarios para que un árbol y una planta den
el mejor fruto, es necesario acudir a la poda, el campesino con machete, tijeras
y desinfectante, va cortando las hojas secas y las ramas desgajadas, rociando con el insecticida las partes dañadas por la plaga y los bichos. Del mismo
modo actúa Dios con sus hijos, Y ya el hacha está puesta a la raíz de
los árboles; por lo tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado
en el fuego, Mateo 3:10.
El
divino Labrador está pasando por Colombia y muchas parte del mundo, para
arrancar, destruir y derribar, pero también para podar, pulir, desinfectar y
plantar para luego edificar. El Padre es el Labrador de su plantío, porque hace
tiempo que viene a buscar fruto, y no lo halla; entonces las cortará, para que
No inutilicen también la tierra, Lucas 13:7.
Y
así como las plantas sufren y les brota la sabia cuando son cortan sus ramas, también
nos causará dolor la poda del divino Labrador, pero al final se cosecharán los
mejores frutos, ese es el proceso de permanecer en Cristo. Porque su palabra
nos enseña que la disciplina y el castigo no causan
gozo en el momento que lo recibimos, porque nos duele, pero así se aprende la
lección que Dios nos quiere dar para vivir en PAZ y que hagamos el bien.
Hebreos 12:11.
La
disciplina, la reprensión y castigo de Dios al final causará arrepentimiento, y
nuestro Amado Dios, siempre ha estado llamando al arrepentimiento a muchos
pueblos, Jeremías 18:7-8 y 11. Él desea un cambio de actitud y
estilo de vida radical en todos nosotros. El comportamiento humano no
puede seguir ciñéndose a una respuesta ante los estímulos del entorno; debe
haber un cambio radical, con el propósito firme de no volver a caer en lo
mismo, no seguir viviendo en el pecado. Hagan entonces, frutos
dignos de un arrepentimiento genuino, Mateo 3:8.
Es
urgente un cambio radical de nuestra vida, para que tengamos fruto de alabanza de
labios que confiesen el nombre del Eterno Dios de amor, Hebreos
13:15, para que mostremos fruto de santificación, Si es que hemos sido
liberados del pecado y hemos sido hechos siervos del Dios vivo, para recibir al
fin la vida eterna, Romanos 6:22. Lo bueno que hacemos en Dios debe brotar desde un corazón limpio de pecado y maldad.
Si
somos árboles del plantío de Dios, también tenemos que dar fruto de justicia, pero
esa justicia debe ser la de Dios contra la nuestra, porque es Dios
quien da semilla al siembra y pan al que come, Él proveerá y multiplicará
nuestra sementera, aumentando los frutos de nuestra justicia en Él, 2 Corintios 9:10.
Algunos
creen que Dios es sólo amor, compasión y misericordia, imaginan que Dios es
alcahuete ante la maldad, pero ignoran que la Escritura dice que Dios también
es fuego consumidor y ejecuta sus juicios, Deuteronomio 4:24 y
Hebreos 12:29,
Dios es íntegro y totalmente santo. Por eso es necesario comprender que como el
fruto de Espíritu Santo es completo, también nuestra entrega a Dios debe ser completa,
y en esa entrega se reflejará nuestra identidad de hijos de Dios y redimidos
en Cristo, debemos marcar la diferencia frente a quienes no conocen al
Salvador, así que por sus frutos los conocerán, Mateo
7:17-20.
Daremos
buen fruto si establecemos como prioridad a Dios en nuestra vida; un alma alineada
a Cristo, que se apasiona por su presencia y anhela ardientemente una continua
comunión íntima con tu Creador, será regada con las aguas vivas de su palabra,
produciendo la abundancia de fruto en el Espíritu para gloria de Dios y
multiplicación de su plantío.
Debemos estar atentos contra la cizaña que quiere sembrar el
diablo, pues no ignoramos sus artimañas y maquinaciones; para vencer eso, hay
que apasionarnos por la dulce presencia de Cristo, y rodearnos de la gloria de
su Espíritu, para que el Padre, el Labrador del plantío, nos ayude a vencer las
mentiras y el engaño del enemigo y no nos dejemos enredar en su telaraña.
Padre
amado, te alabamos por tu grande amor, fidelidad y misericordia, llenamos más y
más de tu presencia, para que nuestro amigo el divino Espíritu Santo siga
completando la obra que Tú empezaste en cada uno de nosotros, ayúdanos a ser
esas ramas que se hermosean en tu palabra y dan fruto abundante para tu reino,
en el nombre de Jesús tu Hijo amado, nuestro Salvador, te lo pedimos, Amén.
Comparto este mensaje que nuestro Buen Dios puso en los labios de uno de sus siervos, lo escuché y mi corazón solo puede agradecer al Rey Eterno porsu gracia,amor y fidelidad.