LA
PALABRA DE DIOS LIMPIA Y TRANSFORMA NUESTRA VIDA
Ustedes leen las Escrituras con mucha
atención porque saben que en ellas encuentran la verdad. Sin embargo, a pesar
de que la Biblia habla bien de Mí, ustedes no quieren creer en Mí para alcanzar
vida eterna, Juan 15:39.
Ya ustedes están limpios por la palabra que les he hablado. Juan 15:3.
Ya ustedes están limpios por la palabra que les he hablado. Juan 15:3.
Quiero
contarles una bella historia narrada que leí hace algunos años acerca de un abuelo
y su nieto, es una bella analogía con lo que hace la palabra de Dios, la
Biblia cuando la leemos diaria y continuamente para conocer mejor al Creador y Salvador de nuestras vidas; cuando meditamos en lo que Dios dice, cuando la recordamos sus instrucciones que nos enseñan a vivir y cuando atesoramos los dichos del Eterno en el
corazón para agradarlo, hacerlo sonreír y complacer su corazón, estamos yendo a ser mejores seres humanos cada día.
Un
sabio anciano que vivía en una granja en las montañas de un bello país
americano era acompañado de su pequeño nieto. Cada mañana el abuelo se sentaba
temprano a la mesa de su cocina para leer su gastada y vieja biblia, estropeada
por el uso diario.
Su nieto que quería parecerse al abuelo, intentaba imitarlo de todas las maneras, y un día le pregunto al anciano: Abuelo, yo intento leer la Biblia como lo haces tú, me gusta, pero no la entiendo, y lo que logro entender, se me olvida en cuanto la cierro. Explícame ¿qué hay de bueno en leer la biblia todos los días?
El
abuelo guardó silencio, dejó de atizar el fuego con carbón en la estufa y dijo
al pequeño: Baja el canasto que usamos para cargar el carbón, y ve al río y lo
traes lleno de agua. El inocente muchacho hizo tal y como su abuelo le dijo,
aunque toda el agua se salia antes que él pudiera volver a la casa.
El
abuelo sabio sonrío y dijo: tendrás que moverte un poco más rápido la próxima
vez, y nuevamente envío al niño al río con el canasto para intentarlo de
nuevo. Esta vez, el muchacho corrió más
rápidamente, pero otra vez el canasto estaba vacío antes que llegara de vuelta
a casa. Ya sin respiración le dijo al abuelo que era imposible traer agua en un
canasto, y se fue a cambiar el canasto por un balde.
El
anciano le dijo: yo no te estoy pidiendo un balde de agua, yo te he pedido un
canasto con agua. Tú puedes hacer eso. Tú simplemente no estás intentando lo suficiente,
y salió hasta la puerta para ver la prueba del mucho, nuevamente.
A
estas alturas, el muchacho sabía que era imposible, pero quería mostrar a su
abuelo que aun cuando corriera tan rápido como podía, el agua se salía antes
que él llegara a la casa. El niño sacó nuevamente el agua con el canasto y corrió
aceleradamente tanto como pudo y llegó donde estaba el abuelo, pero nuevamente
con el canasto llegó vacío.
Ya
sin poder respirar, dijo: ¡Mira abuelo, es inútil la tarea que me has
encomendado! A lo que el anciano respondió: ¿por qué crees que es inútil? Mira
dentro del canasto, el muchacho miró el canasto, y por primera vez comprendió
que el canasto lucia diferente. En vez de un negro y sucio canasto carbonero,
ahora se veía limpio, sin restos de carbón y agradable a los ojos.
Hijo,
dijo el anciano, esto es lo mismo que pasa cuando tú lees la biblia. Tal vez
crees que no puedes recordar todo lo que has leído y quizá no lo puedes
entender todo, pero cuando la lees cada día, ella sin que tú lo notes, cambiará
el interior de tu corazón. Así obra Dios en nuestras vidas, Él nos cambia desde
adentro, lentamente nos vamos transformando y perfeccionado a la imagen de su
Hijo, Jesucristo, porque la palabra de Dios, escrita en la Biblia, es la voz de
Dios a tu alma cuando la lees, ella es viva y eficaz, más penetrante que espada
de doble filo, penetra hasta el alma y el espíritu, toca hasta los huesos y los
tuétanos, haciendo que entiendas qué es bueno y qué no lo es para que se
purifiquen tus deseos y tus pensamiento más íntimos, como lo dice Hebreos
4:12.
A través de la Biblia, el Espíritu Santo nos lleva cada día en el proceso de santificación y cada día tomamos la cruz hacia la santidad se hace más liviana. Hijo mío, no te
olvides de mis instrucciones, y tu corazón guarde mis mandamientos, porque te
darán largura de días y años de vida y paz se te añadirán, Proverbios 3:1.
Lic. MEHC, hija del Dios vivo, real y verdadero y servidora de su reino.