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9 ene 2018

# 9 - HIJOS Y DISCÍPULOS



SER HIJOS DE DIOS Y DISCÍPULOS  DE CRISTO
Seguidores de Testimonio

Luego Jesús dijo a sus seguidores: Si alguno de ustedes quiere ser mi discípulo, tiene que abandonar su manera egoísta de vivir, tomar su cruz y seguirme, Mateo 16:24.

Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo he estado con ustedes, y todavía no me conoces, Felipe? El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo dices tú: muéstranos al Padre? Juan 14:9.

Ser verdadero cristiano, y discípulo seguidor de Jesús es más profundo de lo que parece, no es simplemente asistir a un templo o un lugar donde se predique para mostrar que es creyente, los demonios también creen y tiemblan, Santiago 2:19.

Podemos decir muchas cosas acerca de ser cristiano y discípulo de Cristo conforme lo enseñan las Escrituras y lo afirmó Jesús:

-Uno que ha recibido a Cristo como Señor y Salvador,
-Alguien que ha nacido de nuevo y se ha bautizado
-Alguien que vive por fe
-Uno que es obediente y sigue las enseñanzas de Jesús
-Uno que crece espiritualmente y persevera en la fe hasta el fin
- Uno que renuncia a todo lo que posee
- Uno que renuncia a su propia vida
-Alguien que trabaja para Dios,
- Uno que lucha cada día por ser perfecto
-Alguien que tiene pasión, conocimiento, corre riesgos, y conquista para el reino
-Alguien que conoce como se administran bien las cosas y las responsabilidades
-Uno que ora, canta, alaba, adora, lee la biblia y hace el bien, etc, etc.

Es verdad que para ser discípulo de Cristo hay que ser un buen cristiano y hacer todo lo que se acaba de enumerar en la lista anterior; y se podrían mencionar muchas cosas más y estructuras piadosas, pero de seguro apagarían la radiante luz que brota de Jesús, y confundiría a muchos que en su desánimo y debilidad lo abandonarían en vez de seguirlo.

Ser verdadero cristiano, y discípulo seguidor de Jesús es algo súper maravilloso y extraordinario; podemos caminar con Él, deleitarnos en la lectura de los evangelios, meditar en las palabras, situaciones e imágenes que nos presenta el libro sagrado de los momentos que vivió Jesús; todo ello penetra muy profundo nuestro ser; ver su actitud de hombre bondadoso, tierno, manso, paciente, sociable y agradable que amaba a todas las personas. Disfrutaba ayudando y perdonando; no soportaba ver a la gente sufrir, por eso realizó tantos milagros para suplir necesidades, calmar el dolor y consolar. Él mostró entre la gente la clase de persona y la calidad de vida única, que solo era posible en Él, pero que anhela ver en sus seguidores, que su congregación lo muestre y que sus discípulos lo practiquen Juan 11: 28-35.

La bondad de Jesús y su misericordia ante los necesitados, los enfermos, los que sufrían y los endemoniados, es algo que quiebra nuestra médula en admiración por Él; ver su disposición y amabilidad ante la gente y su hermosa personalidad ante nuestros ojos, es algo que nos apasiona y nos remueve las entrañas haciéndonos doblar ante su dulce y poderosa presencia divina, perfecta y única, que estando en su naturaleza humana manifestó santidad activa, entrega y servicio.

Jesús entre los hombres era el Ser más increíble y extraordinario, ha sido y será el más bello y poderoso personaje en la historia de la humanidad; su mirada, su compasión, su infinito y grande afecto desplegado sobre la cruz a favor de todos; siempre atento a satisfacer las necesidades de su prójimo es algo que no podemos describir con palabras, sino sentirlo con fuerza cada vez que nos acercamos a Él para conocerlo más.

Quizá crees en Jesús pero no lo conoces, deberías conocerlo, levantarte en la mañana, saludarlo, hablarle  y tocar su corazón con espontaneidad; cuando estás por ahí, deberías volver tu rostro a Él y decirle con sentido afecto, ¡cuánto lo amas y cuánto lo necesitas! Si decides invitarlo a salir contigo y caminar con Él, definitivamente te sorprenderías de sus palabras, sentirás el fuego de su gloria arder dentro de ti, beberías las aguas vivas que brotan de su majestad para no tener más sed. Con Jesús a tu lado estás pleno, lleno de gozo, de seguridad, confianza y paz.

Pero somos nosotros los que provocamos esas experiencias sobrenaturales, el Espíritu Santo acude para revelarnos al Padre y al Hijo cuando nos arrodillamos a orar, ahí es cuando nos sentarnos a sus  pies para escucharlo hablar, entonces derramas tu corazón en Él, le cuentas tus cosas, lloras, ríes y te gozas ante Él. Tú le preguntas, Él te responde, tú te expresas, Él te acaricia la cabeza y juntos entablan un hermoso momento de amistad y camaradería inigualable, algo que muchas veces deseamos que nunca terminara. Ahí es donde entendemos por qué Jesús resumió la ley y los profetas en Amar a Dios por encima de todo y a tu prójimo como a ti mismo. El amor que brota de Jesús hace que nuestro corazón se estremezca y apresure sus latidos, hace que tu cuerpo se humille, tu alma se rinda y tu vida sea una sola con Él, en temor reverente ante su grandeza y potencia. Eso y mucho más es ser cristiano, discípulo, y seguidor de Cristo.

Ser cristiano es sencillamente conocer íntimamente y amar a Jesús apasionadamente, ser su amigo más estrecho para seguirlo de cerca, de corazón a corazón deseando conocerlo más cada día para gozarte en su compañía y no querer soltarte de su mano jamás, sino caminar eternamente juntos hombro a hombro y momento tras momento para deleitarte con la riqueza de sus palabras, la fragancia de su persona y el poder de su infinito amor que nos hace rendir a sus pies. Lo demás te lo dejo a ti, quizá tengas mucho más que decir que yo, y sería bueno que lo hicieras para enriquecernos juntos.

Y ciertamente aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura para ganar a Cristo y ser hallado en Él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe, a fin de conocerlo, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a Él en su muerte, Filipenses 3:8-10.

Mil bendiciones y mucha presencia de Cristo y de su poderoso Espíritu en tu vida.


Mg. MEHC, sierva del Dios vivo, real y verdadero.



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