DARLE LO MEJOR A DIOS
Entonces
Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí
mismo, tome su cruz y sígame. Porque todo el quiera salvar su vida, la perderá;
y todo el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará. Mateo 16:24-25.
De
cierto, de cierto les digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y
muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto, Juan 14:24.
Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mi mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios, Hechos 20:24.
Cada día que pasa, Dios
nos sorprende con su amor y su gracia, Él usa situaciones y circunstancias que
vivimos en lo cotidiano para ayudarnos a comprender la profundidad y sencillez
de su palabra.
Hablando con una madre que
tenía un bebé en sus brazos conversábamos acerca de la maternidad, de pronto
salió de mi boca la frase: Criar hijos y ser madre, significa morir a nosotras
mismas; en ese momento, oí la voz de Dios que me decía, así es como YO pido que
me ame mi pueblo, quiero que escribas este mensaje. Y aquí estoy, interiorizando
y sembrando esta palabra en mi corazón, deseando que quede también quedar
sembrada para siempre en el corazón de quienes leen este mensaje. Pensemos cómo
es una madre entregada y abnegada que levanta hijos dignos de su ejemplo y de
su Padre celestial.
Si queremos servir a Dios
de corazón sincero y seguirlo totalmente, debemos recordar sus palabras, Si alguno
quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, como una buena madre
que se olvida de sí misma, de sus propias necesidades personales, se sacrifica,
se desvela, pasa por alto sus propios dolores, se entrega por completo a cuidar
los hijos, se desvela y se entrega hasta el último día de su vida por ellos;
aso es morir a sí mismos y estar vivos para Dios para amarlo por lo que Él es,
por lo que significa y representa para nuestras vidas Romanos
6:11.
Morir a sí mismos es
cargar nuestra cruz de renunciar al apego de lo que más amamos, ponerlos a
todos y a todo en segundo lugar y que Cristo tome la preeminencia y prioridad
en nuestra vida, si alguno viene a Mí debe amarme más que a sus padres, esposo,
esposa y hermanos, Lucas 14:25-33. El amor a Dios está por encima de todos los amores, si cuidamos
de las cosas de Él, Dios mismo se hará cargo de lo nuestro, estaremos seguros y
gozosos.
Tomar nuestra cruz es
aceptar y soportar las pruebas y las necesidades sin quejas, ni reclamos, sino
como parte del proceso de madurez y crecimiento integral que Dios nos permite tener
para asemejarnos cada vez a su Hijo, Jesucristo nuestro Salvador.
Morir a sí mismos es
llevar cautivo, rendido y sometido todo y cada uno de nuestros pensamientos a
la obediencia en Cristo, 2 Corintios 10:5; por lo tanto, debemos negarnos
a todos los razonamientos, pretextos y esquemas mentales humanos que nos ha dejado
el mundo, para dejar actuar a Dios en todo lo que somos, tenemos y hacemos, Él
conoce todo y nada le es oculto; al someter nuestra mente a Cristo podremos
derrocar todo argumento y altivez que se levante contra el conocimiento der
Dios. Nuestra mente es el campo de batalla de los dardos de fuego del maligno,
no podemos darle rienda suelta a los pensamientos, porque el corazón es
traicionero y perverso, Jeremías 17:9.
Cuando dejamos de actuar
en torno a nosotros mismos debemos estar determinados a anular todas las
intenciones sucias y perversas que se anidan en la mente; esto solo es posible
conociendo de cerca al Creador, atesorando su palabra en nuestra alma y en
nuestro corazón, porque de lo que se alimenta la mente, se llenará el corazón y
será expresado por nuestra boca, para luego ser mostrarlo por las obras, Lucas
6:45.
Si somos disciplinados y
colocamos todo nuestro empeño y fuerza en esto, nada ni nadie nos podrá robar
la alegría, la paz interior y la amistad con nuestro Señor Jesucristo. La verdad
de Dios se hará una realidad ante nuestros ojos cuando la confesemos con
nuestros labios, esto es una arma contra las tinieblas y el mundo, con el poder
de la palabra confesada venció nuestro amado Señor Jesucristo la tentación de
satanás Lucas 4:4. Dios es tan bueno y misericordioso que no quiere que nadie se
pierda, sino que todos procedan al arrepentimiento, 2 Pedro
3:9.
Negarnos a nosotros mismos
es renunciar a la comodidad y los gustos propios para poner por encima lo que
Dios pide de cada uno de nosotros; incomodarnos y salir del confort es una
forma de alabar y agradar a Dios, aun aceptando la escases y la abundancia con
corazón agradecido, es importante que respondamos con altruismo y generosidad
para compartir con el necesitado matando la mezquindad tan común hoy en
día en la sociedad. Si así lo hago, soy coherente al decir que con Cristo estoy
juntamente crucificado, y que ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en
mí, Gálatas 2:20; y lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por fe, para agradar a
Aquel que me amó primero y se entregó por Mí, cuando yo no merecía tanto
derroche de amor.
Negarse a sí smos, implica
renunciar totalmente a nuestras propias necesidades, para centrarnos en las de
Dios, con alma, cuerpo y espíritu basando todo lo que hacemos y pensamos en Él,
porque decidimos vivir para Él y por Él, Mateo 25:40. Estar atentos para ver
la vida y la gente desde la perspectiva de Dios, para morir a la indiferencia,
la apatía, el desamor, la envidia, los celos y a todas las bajas pasiones que
debilitan el espíritu y destruyen el alma; debemos hacer cotidiano el amor de
Dios pues somos hechos a su imagen y semejanza.
Cuando estamos muertos a
nosotros mismos, somos cadáveres a nuestra conveniencia, cada actividad, cada
sentimiento, cada motivo, cada deseo y cada sueño es de total y exclusivo gobierno
de Dios. Nos rendimos a su señorío y permitimos que Él sea el timonel de
nuestra barca mientras obedecemos sus mandatos paso a paso en todo lo
que vivimos y experimentamos, matamos con el amor todo lo que se opone a la
buena obra y voluntad divina.
Como el amor de una madre,
el verdadero discípulo está a los pies del Maestro, atento a sus
requerimientos, desvelándose, cuidando, supliendo y amando intensamente,
muriendo al yo para responder a Aquel que con precio de vida, sacrificio y
sangre se entregó, nos dio nueva vida, nos cubrió de nuevas ropas, nos aceptó
en su familia y nos ha dado un lugar de privilegio.
Como el amor de una madre,
vivir para Cristo es ser esclavos por amor; esa clase de amorosa esclavitud nos
llena de ganas de vivir en entrega y santa disciplina, una responsabilidad que
por amor no exige sacrificio, perseverancia y desvelo para luego ver el fruto
de una vida productiva y limpia. Jesús lo sabía por eso dijo: De
cierto, de cierto les digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y
muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto, Juan 14:24. Como una madre sirve a sus
hijos hasta el último día de su vida, así debe ser nuestra consagración a Dios y
hasta la eternidad para recoger el fruto en su momento.
Sí toda la iglesia atesora
esta palabra, el mundo se llenará de hijos cuidados, amados y valorados, será un
mundo completamente diferente en medio de esta hipermodernidad que debe
acercarse a Dios; porque los que son de Cristo, han crucificado la
carne con sus pasiones y sus deseos, Gálatas 5:24, Como el amor de una
madre deleitemos el corazón del Padre, satisfagamos el anhelo de Cristo y estemos
cuidar y amar a quien Dios ponga en nuestro camino..
Una madre renuncia a sí
misma y sus propias necesidades de mujer, Jesús renunció a su posición y lugar
de deidad por hacerse hombre limitado, no se hizo caudillo de hombres, sino
Cordero de Dios, renunció a su lugar celestial junto al Padre para bajar a la
tierra, no se quedó esperando que lo sirvieran, Él vino a servir y dar su vida
en rescate por muchos, vivió y mostró una vida ejemplar para que vivamos como
Él, y cada día recoge el fruto de su sacrificio, como la madre se goza con
los logros de sus hijos a medida que van creciendo, Filipenses
2:5-8, Él
pasó de Rey a siervo.
Nuestra entrega y
rendición es una muerte voluntaria y determinada al yo. Una madre se niega a sí
misma pero conserva sus sueños y lleva a cabo sus proyectos, como el amor de
Cristo, y el amor de una madre, nos negamos al estilo acelerado de la corriente
del mundo para ir Con pasos firmes siguiendo las instrucciones del Padre, Él
tiene el poder y la sabiduría para sostenernos con lo mejor de su casa, si alguno
quiere venir es pos de Jesús, Jesús permitió su dolor, como una madre al suyo para dar a
luz hijos amados que gocen de bienestar y compañía en momentos de necesidad.
Confirmamos nuestra muerte
en Cristo cuando fuimos bautizados, el viejo hombre quedó sepultado para
siempre. Como una madre no se cree superior, sino que enseña con ternura, así
debe ser nuestro servicio a Dios, dejamos de ser líderes para ser siervos,
dejamos de ser grandes para ser pequeños, dejamos de esperar que nos atiendan
para pasar a atender, Jesús dio ejemplo al lavar los pies de sus discípulos
en un gesto de servicio cargado de amor, desinteresado e incondicional con
humildad y mansedumbre.
Una madre no muestra
orgullo a sus críos, ella está disponible y corre la segunda milla, sirve con
sacrificio, atiende a su hijo enfermo, consuela su quebranto y le proporciona
confianza: vivir para Cristo es disponibilidad sacrificial en muchos casos,
para poder llevar su libertad a los esclavos del mundo y del diablo, abrir las
puertas de la cárcel a los que están cautivos del pecado y las debilidades de
la carne para atraerlos a su verdad paciencia, amabilidad, fidelidad y entrega.
Alguno puede decir que se
convirtió, que cree en Cristo, pero eso no garantiza que sea discípulo del
Señor, ser discípulo de Jesucristo es algo más que creer o practicar ceremonias
religiosas y ritos asistiendo a un templo.
Ser un discípulo de Cristo,
es vivir con el amor de una madre: negarse a sí mismo, tomar su cruz
y seguir. Tomar la cruz es asumir responsabilidades, tener honor, vivir
corrección y aprendizaje, siempre dispuesto a oírnos, ayudarnos y acompañarnos
unos a otros en toda la jornada, dando lo mejor de nuestro tiempo y derramando
de la gloria de Dios a cada paso.
Como la madre conoce a sus
hijos, el discípulo debe conocer a su Maestro, sabe qué es lo que Él piensa,
quiere y desea en determinado momento, como una madre complace gustos de sus
hijos, el discípulo hijo de Dios complace a su Place con su forma de vivir que,
y sin reparos trabaja para el Padre de la mano del Hijo.
Como una madre ignora sus
propios dolores para atender al hijo, el discípulo de Cristo se convierte en un
cadáver que no responde a ningún estímulo carnal, Colosense
3:5-9. Los
hijos de Dios deberíamos estar muertos para las sospechas, sensaciones e
impulsos hormonales y todo lo que despierta y ofrece el mundo evitando la
contaminación del alma. Si estamos muertos Cristo estará vivo en nosotros y su
presencia manifestará su gloria, Romanos 6:11.
Como una madre guarda y
vela el bienestar delo hijo, el discípulo de Jesucristo es un soldado que
guarda su alma con orden, moral, verdad y obediencia porque, ninguno
que milita, se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a Aquel que
lo tomó por soldado, 2 Timoteo 2:4.
Como la madre se apoya en
el Ser Supremo para velar por el cuidado y sano crecimiento de sus hijos, el
discípulo se apoya totalmente en su Señor, para
crecer en la familia de Dios porque hemos muerto, y
nuestra vida está escondida con Cristo en Dios, Colosenses 3:3.
Finalmente, como el amor
de una madre siembra honor y buen nombre, los discípulos de Cristo se ocupan de
ser vasijas de honra, que levantan vidas de honor que exaltan a Dios con su
comportamiento, para ser ofrendas vivas, presentando nuestros
cuerpos en sacrificio vivo y santo, agradando a Dios en nuestra manera de
pensar, Romanos 12:1.
Cristo vino a matar nuestro
ego, porque nos amó hasta su muerte de cruz; que nuestro amado Padre celestial
pueda decir de nosotros como dijo de su Unigénito: Este es mi hijo amado y me
complazco en él.
Que el Dios Trino, eterno
y celestial este contento contigo y conmigo, Amén.
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