EL
DÉCIMO MANDAMIENTO BÍBLICO
No codiciarás la mujer
de tu prójimo, ni desearás nada de la casa de tu prójimo…ni cosa alguna de tu
prójimo, Éxodo 20:17, Levítico 18:20, Deuteronomio 5:21, Romanos 13:9.
Cada uno es tentado de sus propios
malos deseos que lo atraen y los seducen. De esos deseos malos y excesivos nace
el pecado; y cuando ese pecado se desarrolla por completo, llega la muerte, Santiago 1:14-15.
¡Ay de los que en sus camas piensan
iniquidad y maquinan el mal, y cuando llega la mañana lo ejecutan, porque se
creen poderosos teniendo el poder en su mano! Codician las heredades y las
roban, las casas y las toman; oprimen a su prójimo, a su casa, y de otros toman
las propiedades que heredarían sus hijos. Por lo tanto, así dice el SEÑOR
TODOPODEROSO: He aquí YO haré juicio contra todas esas familias codiciosas y
perversas, traeré un mal del cual ninguno de ellos podrá sacar su cuello, ni
volverán a andar erguidos, su tiempo malo les llegará. Miqueas 2:1-3.
¿Qué
se entiende por codiciar? Por naturaleza podemos anhelar y desear cosas porque nos gustan
y queremos tenerlas con nosotros, pero codiciar va mucho más allá, Codiciar es ser presa de un deseo desmedido y malsano de tener y poseer algo que no nos pertenece porque queremos usarlo, disfrutalo, manipularlo, y desarrollar con lo codiciado un poder maligno de control extralimitado para deleite personal, porque hay soberbia, arrogancia, mezquindad y envidia en el corazón del que codicia. La codicia es un pecado tan fuerte y tan grave, que lleva al su poseedor a que se desborda y extralimite con deseos, pasiones y emociones sucias y peligrosas que dañan y pervierten lo recto y lo justo. Ninguno busque su propio bien, sino el de los otros. 1 Corintios 10:24.
Este mandamiento complementa el Sexto, Séptimo, Octavo y Noveno, puesto que,
para trasgredir estos cuatro mandamientos, primero se codicia y luego se comete
el delito de asesinato, adulterio, robo y mentira; No Codiciarás juzga el pensamiento
y las intenciones del corazón, es iniquidad que encierra perversión y concupiscencia bajo el
influjo de pasiones desmedidas de la carne, dando rienda suelta a los impulsos
viscerales y malsanos del cuerpo. ¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre ustedes? Pues de sus bajas pasiones y malos deseos que siempre están luchando en su interior. Codician y no tienen; matan y arden de envidia, pero como no lo pueden conseguir hacen la guerra...Santiago 4:1-2..
En la Biblia se registran dos casos particulares que nos aclaran la
gravedad de la Codicia: El Primer caso está 2 Samuel 11, donde el rey David hace
pereza, piensa, codicia, adultera y hace asesinar a Urias uno de sus generales, para apropiarse de su esposa Betzabé; este pecado de David no solo hizo morir a
un fiel militar que le servía, sino a muchos soldados buenos y a un inocente bebé; David estaba en
uno de sus peores momentos, frío como el hielo y arrogante con su poder. 2 Samuel 11:14-21.
El segundo caso está en 1 de Reyes 21 donde Acaba y
Jezabel se consideran no solo los reyes más malos sino los más perversos, asesinaron
a Nabot, uno de sus vecinos para adueñarse de su viña, demostrando así su abuso
de poder y absoluto desprecio de Dios, pues todo israelita tenía el derecho de
poseer su propia porción de tierra prometida, y ningún rey podía usurpar ese
derecho legal; con su codicia esta pareja real anticipó la perdición y destrucción
del reino, y es precisamente el espíritu de Acab y Jezabel los que se están
moviendo fuerte en este tiempo sobre la tierra dominando a muchos gobernantes y
poderosos del planeta.1 Reyes 21:8-16.
La diferencia entre los dos casos anteriores es que David reconoció su pecado, se arrepintió, buscó a Dio y anduvo con Él, por eso fue rey, pero Acab y Jezabel agudizaron su maldad y tuvieron muy mal fin, llegando a ser propagadores de demonios. Estas historias bíblicas nos muestran la crueldad y violencia que
encierra la codicia; es una acción totalmente malvada y opuesta al amor de
Jesús, quien nos enseñó y nos mostró con su vida a compartir y dar con
generosidad y misericordia. El amor no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda
rencor. 1 Corintios 13:5.
Con este último Mandamiento del decálogo, Dios nos protege de cometer maldad contra algo que es sagrado, llevados por la ambición, la envidia, la mentira, las bajas pasiones y los instintos desmedidos del alma que en la mayoría de las veces son innecesarios, mezquinos y exagerados al ambicionar algo para quitarlo, buscando apropiarse de lo que le pertenece a otro, llegando al punto de atentar contra la integridad de las personas y el derecho de propiedad ajena, ocasionando daño y tragedia en un momento exacerbado y fuera de control, que lleva al delito y provoca dolor, Porque los que quieren
enriquecerse caen en lazo del diablo y quedan atrapados en muchas codicias
necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición, 1 Timoteo
6:9.
Dios
es poderosamente sabio a dejarnos los mandamiento; el sexto, el séptimo, el octavo y
el noveno, prohíben asesinar, adulterar, robar y levantar falso testimonio, pero cierra con broche de oro en el Décimo Mandamiento, pues es allí donde está la raíz de
todos los males, pues por codiciar riquezas y ambicionar poder muchos están llegando a atrocidades y perversiones innombrables; codician y se vuelven locos dañando al prójimo sin medir las acciones ni las consecuencias de sus bajas pasiones queriendo ejercer el control, manipulando y manejando circunstancias y situaciones a su antojo, Porque
raíz de todos los males, es el amor al dinero, el cual por codiciarlo algunos, se
olvidaron de obedecer a Dios, y acabaron por ser traspasados de muchos dolores
y sufrimientos, 1 Timoteo 6:10.
El
Décimo Mandamiento es el único que penetra el alma humana, porque en la codicia se condensan y esconden los más más bajos íntimos, sucios pensamientos y retorcidas intenciones inícuas que se anidan en el corazón humano, Porque cualquiera que
mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón, Mateo
5:28; la biblia tipifica este mandamiento en el adulterio porque es que lo daña todo a su paso, sin embargo este mandamiento también se aplicable a todas las esferas de la vida; mientras que los cuatro mandamientos anteriores se dirigen al comportamiento, pero el Décimo mandamiento, saca a la luz los excesos del alma violando los mandamientos para hacer el mal de las peores formas: por codicia se asesina, se adultera, se roba y se comete perjurio y toda clase de maldad.
La
codicia arrastra a los avaros y ambiciosos para dañar y destruir muchas víctimas, sus crímenes tienen raíz en la avidez, el apetito y el deseo ilimites por hacer riquezas y ejercer
poder nocivo y malsano a expensas de otros; esto hace referencia a la corrupción y rapiña de gobernantes y redes delictivas organizadas que atropellan y enredan a inocentes e indefensos con sus trucos de maldad, porque se creen con la sartén por el mango, pero se engañan, no podrán huir de la ira y los juicios de Dios, la
biblia dice: ¡Ay de ti, gente perversa, muy mal
les va a ir a ustedes. Porque en sus camas piensan y maquinan el mal, y cuando
llega la mañana lo ejecutan porque tienen en su mano el poder! Codician
terrenos y los invaden, roban las casas, y las toman; maltratan al dueño y a su
familia, y con engaño los echan fuera. Por eso, YO el Dios de mi pueblo,
también tengo planes contra ustedes; voy a enviarles desgracia de la que no
podrán librarse. Les vienen tiempos tan difíciles que se les acabará el orgullo
y quedarán en vergüenza. Cuando llegue ese día, la gente se burlará de
ustedes…Miqueas 2:1-4.
Las
consecuencias de la codicia son terribles, peligrosas y letales; en el original hebreo, codicia es ansias sin control de algo que se le quiere quitar a alguien y sin importar los medios, arrebatarlo violentamente y a la fuerza para hacerlo propio; esto es más que
envidia y lujuria, la codicia es una fuerza demoníaca abrumadora que conlleva la destrucción de quien la posee, traspasa todos límites hasta cometer asesinato por un apetito enfermiso y extremo de
conseguir algo que se codicia, ya sea el poder, las riquezas, los bienes, objetos y hasta personas a las que se les genera mucho dolor robándoles la vida y la libertad. El
codicioso alborota su casa y hace mucho daño a su familia, Proverbios 15:27.
La
codicia convierte las personas en monstruos y seres exageradamente crueles, insensibles y tiranos, sujetos sin
afecto natural, posesivos, obsesivos y violentos; son individuos que pasarán por encima de
todo y harán lo que sea para lograr sus ambiciones y consumar su avaricia y sus inclinaciones perversas para saciar sus apetitos desbordados, Y por haberse multiplicado la maldad
sobre la tierra, el amor de muchos se enfriará, Mateo 24:12.
La
codicia y la envidia van de la mano, es una mezcla maligna que inclina el corazón del egoísta a cosas terribles y negativas que avasallan, desordenan y roban desconsideradamente por un desafuero personal; la codicia está caracterizada por querer todo para si con hipocresía, todo vale, hacer lo que sea, desafiar la ley, robar la confianza, etc., con un vehemente y voraz apetito de arrebatar, quitar y usurpar bienes y libertades ajenas, horrorizando, intimidando y dañando todo a su paso. Habrá mucha aflicción en la casa del
que codicia ganancias injustas, el dinero deshonesto de sus riquezas no dará seguridad
ni bienestar a su familia. Porque por causa de los asesinatos que cometiste,
deshonraste tu nombre y te costó la vida, Habacuc 2:9-10.
El
codicioso está tan ciego que no piensa ni mide sus acciones que pueden perjudicar y destruir a toda una sociedad o una nación y a sí mismo; los codiciosos poseen tal egoísmo que nunca logran estar satisfechos; como un cáncer su maldad avanza, maquinan y organizan como acumular más y más porque son sujetos sin Dios ni ley. La codicia y la avaricia son los peores males de la humanidad, sus poseedores son gente malvada que multiplican la pobreza y desdicha con su anarquía, tiranía, desorden, caos y desventura, pues se benefician del resto de la población, estos malvados creyendo que se benefician a sí mismos, serán los primeros en ser destruidos. Miqueas 2:1-3.
La codicia es una perturbación espiritual, mental y emocional que desde el cerebro inhibe las neuronas impidiendo razonar moderadamente, por lo cual se anula la capacidad de ver la necesidad y el dolor ajeno; lo peor de todo
es que los codiciosos tienen presa el alma y nunca son realmente felices, tampoco perciben los riesgos, siempre están con incertidumbre queriendo tener más porque ven incierto el futuro. Así es el fin de todo el que es dado a
la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores, Proverbios
1:19.
Porque La codicia es como una sanguijuela que nunca se sacia de
chupar sangre ni nunca dice basta ya de tanto, igual como el maligno no se
sacia de llevar almas al infierno, donde el fuego nunca dice basta, Proverbios
30:15-17.
La
codicia fue una de las grandes enseñanzas de Jesús y de la que hicieron burla
los fariseos, Ninguno puede servir a dos señores a
la vez; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y
menospreciará al otro. No se puede servir a Dios amando a las riquezas y el deseo desmedido de control. Y oían
todas estas cosas los fariseos, que eran avaros y se burlaban de Jesús, Lucas
16:13-14.
Muchos quieren dinero y poder para ganar prestigio social, fama, altas posiciones, o
simplemente quieren llenar vacíos en su corazón y atropellan todo lo que
se les atraviese en su camino. Ellos piensan, que si pueden obtenerlo, lo harán
a cualquier precio y de cualquier manera. No se dejen dominar por el deseo de tener lo que otros tienen, debes saber que eso es malo, Romanos 7:7b.
El
amor al dinero y el deseo implacable de poder es lo que tiene a las naciones
sufriendo hambre, pobreza, esclavitud, violencia, dolor, guerra y muerte, porque la tiranía
de la codicia es un pecado repugnante, progresivo, nocivo, fatal y letal, es la raíz
de toda maldad en el corazón humano, por lo cual dice la Escritura: Hay
caminos que al hombre le parecen derechos, pero su fin es camino de muerte,
Proverbios 18:25.
Esta es exactamente la radiografía de la codicia que nubla la mente de las
personas y no las deja ver más allá de su nariz debido a su mezquina avaricia y deseos
infernales que no hallan asiento ni límite.
El
amor al dinero, el afán de riquezas y el ansia de tener fama es idolatría, es aborrecer y pasar por encima del Creador y Dueño del universo, Isaías
2:7-8 y Mateo 6:4,
porque las personas avaras y codiciosas se esclavizan a sí mismas y a todo lo que
les provea alguna ganancia, depositarán todo su esfuerzo y empeño por apropiarse,de tener y acumular, se creen dueños del.mundo, pero no se dan cuenta que las
cosas los poseen a ellos, terminan no solo con la destrucción de su familia, amigos y personas a su alrededor, sino con su propoia existencia, pues le dieron las espalda a Cristo su Salvador y amaron más su vientre y ambiciones que adoraron como a su dios.
La gran mayoría de los que tienen riquezas y poder abusan de su autoridad y de su posición,
manipulando, atropellando y engañando con toda clase de acciones
deshonestas, movidos por la codicia. Entre esos actos perversos está la
simonía de la compra y venta de beneficios materiales o espirituales sacando provecho
económico propio como lo menciona la
Biblia, Juan 10:12 y 2 Corintios 11:13.
La
codicia ataca más a los hombres que a las mujeres, conlleva ilegalidad y vergüenza, corroe todo lo bueno y comete toda clase de arbitrariedades y vejámenes, además de la traición, el tráfico de influencias, la deshonestidad, la mentira deliberada, el robo continuo, el soborno, el engaño y el cohecho hasta llegar al asesinato, traspasando la delgada línea de la moral, la libertad y el valor de la vida,
debido al voraz apetito destructivo de tener lo que en realidad no necesita ni le pertenece,
solo por el instinto de poseer algo a cualquier costo y más allá de las propias
posibilidades, como
Acab que codiciaba el viñedo de Nabot, hasta el punto de calumniarlo,
apedrearlo, matarlo y tirarlo fuera de la ciudad para quedarse con la
propiedad, 1 Reyes 21:4-19.
Es
por la codicia que se propaga el narco-tráfico, la delincuencia organizada, el tráfico de armas, la trata de
personas, el secuestro, la violencia, la guerra, la tiranía, toda clase de abuso, etc., el afán descontrolado de
riquezas y poder a cualquier costo y al más alto precio, destruye vidas
humanas, en medio de barbarie, las tragedias familiares, sociales, nacionales y mundiales que hoy afligen a la humanidad,
especialmente a las clases menos favorecidas, a los más débiles, inocentes e indefensos, La
mayoría de ellos no agradó Dios; por lo cual quedaron postrados en el desierto.
Pero todas estas cosas sucedieron para que nos sirvan de ejemplo, para que no
codiciemos cosas malas, como ellos codiciaron, 1 Corintios 10:5-6.
Es letal permitir la codicia; lo que le
pertenece a los demás debe ser considerado sacrosanto, pensar en tener más de lo que necesitamos o nos pertenece corrompe, solo traerá muerte y dolor, por eso Dios nos dio este Décimo mandamiento muy importante para librarnos de daños mayores y trágicos como es la muerte y condenación eterna si no hay arrepentimiento y cambio de vida a su debido tiempo. Eclesiastés 5:10 y 1 Timoteo 6:9.
Ignorar el Décimo Mandamiento es una tragedia que destruye, mata y condena drasticamente en todas sus formas, porque conduce a muchas personas y grupos al desdén humano, el mercantilismo, el clientelismo y el materialismo que hoy domina un gran sector
de la sociedad, incluida algunas partes de la Iglesia, 2 Pedro 2:2-3 y
Mateo 4:8-10.
La codicia y la avaricia es lo que se conoce como simonía o simonimía que consiste en la compra y venta
de servicios religiosos por dinero, en efectivo o en especie, donde se alarde de títulos, se cobran favores intangibles altamente espirituales, como la salvación de las
almas y hasta rebajas de penas en un purgatorio inexistente. Dones sagrados que
solamente el poder divino del Todopoderoso Dios puede otorgar sin que las
personas lo merezcan y solo Él los da por misericordia a quien se arrepiente y abandona su vida de pecado. ¿De qué le sirve a alguien ganar el mundo entero, si pierde su vida y su alma en el infierno? Marcos 8:36.
El Décimo Mandamiento contiene el resumen de todos
los demás mandamientos, así que la violación de este, representa la transgresión
de los demás. Esta es la razón por la que es tan importante y URGE enseñarlo en estos tiempos de maldad extrema, hedonismo, materialismo, corrupción y perversión de personas que abusan de autoridad, de su posición económica, su conocimiento y de ellos mismos, con deseos impuros
contrarios a lo ejemplarizado y enseñado por Jesucristo y sus apóstoles; nuestro
SEÑOR lo advirtió al decir: No se afanen por su vida, qué han de
comer, o qué han de beber y vestir. ¿Acaso no es más la vida que el alimento, y
el cuerpo más que el vestido? Mateo 6:25.
El
apóstol Santiago describe la codicia como la raíz de las guerras y los
problemas de la humanidad, ¿De dónde vienen las guerras y los
pleitos entre ustedes? No es de sus pasiones, las cuales combaten en su cuerpo?
Codician y no tienen; matan y arden de envidia, y no pueden alcanzar; luchan y
combaten pero no tienen lo que desean, Santiago 4:1.
Arranquemos y destruyamos toda clase de codicia y avaricIa del corazón y seamos agradecidos con Dios, empecemos a
cultivar un espíritu de agradecimiento, altruismo, generosidad y desprendimiento; pensemos en
nuestros pequeñitos, en nuestras nuevas generaciones y vivamos para recrear una
sociedad más justa, tierna, amable, llena de vida y paz. Mateo 6:19-20. Estemos contentos y
satisfechos con lo que Dios nos permite tener, fue así como el Apóstol Pablo
nos enseñó inspirado por Espíritu Santo:
En todo les he enseñado que deben trabajar, y ayudar a los que nada tienen, y recuerden las palabras del Señor Jesús, que dijo: Dios bendice más al que da que al que recibe, Hechos 20:35.
Se vivir humildemente, y sé tener en
abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para
tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad, Filipenses
4:12.
Esto no es un voto de resignación a la pobreza, sino una sencilla aceptación a
la realidad de la vida, en que unas veces tenemos más, y otras veces tenemos
menos. Esto nos fortalece para tener gratitud y estar contentos con lo que Dios
nos provee para vivir quieta y sosegadamente, sin que nos impulse a codiciar lo
que otros tienen. Amén.
Lic. MEHC, hija del Dios vivo, real y verdadero y servidora de su reino eterno.
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