MADUREZ, SANTIDAD Y FE ANTE TODO
El sembrador salió a
sembrar…parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la
comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto
y se secó, porque no tenía profundidad en la tierra; pero salió el sol, se
quemó; y porque no tenía raíz se secó. Y
parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron y la ahogaron. Pero parte
cayó en buena tierra, y dio fruto, al treinta, al sesenta y al ciento por uno.
El que tiene oídos para oír que oiga. Mateo 13:1-9.
Yo conozco tus obras,
que ni eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto
eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Apocalipsis 3:15-16.
La profundidad de la semilla
en la tierra habla de madurez y arraigo en Cristo y su Evangelio, por eso
sigamos aprendiendo más y más, hasta que lleguemos a ser cristianos maduros,
seguros y firmes. Dejemos de ocuparnos de lo básico y elemental que se nos
enseñó cuando llegamos al Camino. Es tiempo de dejar el pecado del todo para imitar
a Cristo, es bueno morir ahora al yo, al mí, a la carne y las pasiones de los
sentidos, para que no vayamos a morir eternamente. Sabemos que debemos confiar
en Dios, que debemos seguir trabajando en el Evangelio y bautizar a muchos en
la fe.
También sabemos que quienes
han nacido de nuevo de manera genuina son verdaderos santos, tienen al Espíritu
Santo como ayudador, consejero y consolador, sabemos que los que han muerto en
Dios volverán a vivir, y que habrá un juicio final. Todo esto es verdad y
debemos seguir enseñándolo a los que van llegando al Camino, si así Dios nos lo
permite pero debemos profundizar en la revelación de la Palabra que están por
encima y muchas veces no lo vemos.
¡Ojalá fueras frío o
caliente! Ser calientes nos habla de mantenernos en la fe y el camino de Cristo
a pesar de todo lo que veamos y vivamos para arder por dentro en su amor y
darlo a muchos. Pero los fríos son
los que dejan de crecer en Cristo, dejan de ser amigos de Dios; aunque alguna
vez hayan oído que el mensaje de Dios es la Verdad, y con gusto lo hayan
recibido como un regalo. Si han dejado de creer en Jesucristo y le han dado la
espalda, lo que han hecho es volverlo a clavar en la cruz y se han burlado de
Él ante todo el mundo, y los tibios están un día en el Señor con mucha euforia
y otro día están alejados de Él con mucho enojo y dolor porque no han
profundizado en su amor y su palabra.
No importa si habían
recibido al Espíritu Santo como los demás, ni que hayan sabido lo bueno que es
el mensaje de Dios, ni lo poderoso que Dios será en el nuevo mundo, si ya han
dejado de creer en Jesucristo no podrán volver a Él si no se arrepienten y
dejan de ser hijos pródigos viviendo en los desechos del mundo.
En esto las personas son como
un terreno. Los que siguen creyendo en Cristo son como el terreno que recibió
la semilla en buena tierra, recibe lluvia y produce buena cosecha para el Sembrador,
porque Dios los bendecirá. Pero los que se vuelven apóstatas y dejan de creer
son como semillas caídas en pedregales, en la superficie y entre espinos sin
mucha raíz; no sirve para nada la semilla puesta en ellos, y Dios los maldice.
Al final se echarán en el fuego para que ardan.
Aunque decimos estas cosas,
estamos seguros que ustedes no han dejado de creer, sino que siguen confiando
en Dios. Esto es lo mejor para nosotros, pues así seremos salvados. Dios es bueno y justo, Él nunca olvida lo que
hemos hecho, y lo que seguimos haciendo para obedecerlo y ayudar a que muchos
sean salvos, Pero ustedes, deben edificarse unos a
otros en la santísima fe, orar en el poder del Espíritu Santo y esperar en la
misericordia de nuestro Señor Jesucristo, quien nos dará vida eterna. A algunos
que dudan, hay que convencerlos, a otros hay que salvarlos para arrebatarlos del
fuego de la condenación; y de otros debemos tener misericordia con temor,
aborreciendo aún la ropa contaminada por su carne, Judas 20-23.
Debemos mantenernos firmes,
santos y avanzando seguros en el amor de Dios, para tener compasión de los que
no están estables en el Señor. Debemos ir a rescatar a otros para que no se
pierdan. Pero hay que hacerlo con mucho cuidado, aborreciendo los pecados que
contaminan la vida de ellos, de esta manera mostramos que en verdad amamos a
Dios; no podemos perder el entusiasmo hasta que llegue el fin, para que
recibamos todo lo bueno que con tanta paciencia esperamos recibir.
No podemos volvernos
perezosos ni dudar un instante, debemos seguir siendo ejemplo de los que
confían en Dios, porque así recibiremos lo que Dios nos ha prometido. Porque
el que persevere hasta el fin será salvo, Mateo 24:13.
Así como el Señor le juró a Abraham y le cumplió la promesa, jurando por Sí Mismo,
Abraham esperó con confianza y paciencia, y Dios le cumplió, lo hará con
nosotros si no desmayamos.
Y como Dios no miente, sus
promesas y su juramento no pueden cambiar. Esto nos debe consolar para que Dios
nos proteja y confiamos en que Él nos dará lo prometido. Esta fe y confianza en
Él y su palabra nos da plena seguridad como el ancla a un barco lo mantiene
firme, y quieto en el mismo lugar. Esa confianza sólo nos la da nuestro Señor
Jesucristo que traspasó el velo del templo de Dios en los cielos y entró al
lugar más santo. Él lo hizo para darnos libertad y abrir el camino, porque sólo
Él es nuestro Jefe y Gran Sumo Sacerdote como lo fue Melquisedec y sigue
intercediendo por nosotros y guardando un lugar para cada uno en los cielos.
Así que mantenernos firmes, cumplir la gran comisión, dejarnos procesar, formar y disciplinar en el Señor sin desmayar y perseverando en su amor es madurez, atraer a otros al Camino es fe, y ser obedientes pareciéndonos cada día más a Cristo es santidad.
Así que mantenernos firmes, cumplir la gran comisión, dejarnos procesar, formar y disciplinar en el Señor sin desmayar y perseverando en su amor es madurez, atraer a otros al Camino es fe, y ser obedientes pareciéndonos cada día más a Cristo es santidad.
Basado en Hebreos 6 y Judas,
textos que el Señor me dio en el devocional y lo he entendido así, por lo cual
lo comparto con todo mi corazón y fe.
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