Le dijo Simón Pedro: Señor, ¿a dónde vas? Jesús le respondió: A donde yo voy, no me puedes seguir ahora; más me seguirás después. Le dijo Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora? Mi vida pondré por ti. Jesús le respondió: ¿Tu vida pondrás por mí? De cierto, de cierto te digo: No cantará el gallo, sin que me hayas negado tres veces.
Así que, hermanos míos, sabiendo esto de antemano, estemos en guardia, no sea que arrastrados por el error de hombres libertinos, caigamos de nuestra firmeza. 2 edro 3:17.
Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo. Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices. Saliendo él a la puerta, lo vio otra, y dijo a los que estaban allí: También este estaba con Jesús el Nazareno. Pero él negó otra vez con juramento. No conozco al hombre. Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aún tu manera de hablar te descubre. Entonces él comenzó a maldecir, y a jurar: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el galló. Entonces Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le había dicho: Antes que cante el gallo, me habrás negado tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente. Marcos 14:66.
Todos necesitamos tratar con el fracaso un día, no todas las personas pueden enfrentar y vencer el fracaso, especialmente nuestros adolescentes y jóvenes de hoy necesitan aprender a encarar cada caída y fracaso con inteligencia y sabiduría de lo alto para superar malos tiempos y ánimo resuelto seguir trabajando hacia el éxito. Si alguno no permanece en Mí, es echado fuera como una rama que se seca; luego se recogen, y los echan en el fuego para que se quemen. Juan 15:6.
Muchas personas no enfrentan el fracaso por temor e inseguridad en sí mismos y falta de confianza en Dios, otros por vergüenza delante de otras personas; creen que con un fracaso pierden valor y autoimagen, pero la verdad es que el ser humano no está entrenado para manejar los fracasos de esta vida, lo cual es un error que viene de generación en generación, máxime en una sociedad que continuamente está presentando altos índices de competitividad y retos, que en muchos casos nos hacen sentir como derrotados perdedores. Tengan cuidado, hermanos, no sea que en alguno de ustedes haya un corazón malo de incredulidad, que lo impulse a apartarse del Dios vivo. Hebreos 3:12.
Nunca olvidemos que el Creador nos ha formado con espíritu de grandes triunfadores vencedores; desde el momento mismo de la gestación, sólo uno ganó la carrera y llegó a la meta, esos ganadores fuimos tú y yo. Hoy estamos en este mundo porque tenemos dentro un potencial muy grande de influir maravillosa y excelentemente a este mundo, poseemos un arsenal de cualidades y dones que Dios plantó en la impronta de nuestros genes. Dios me llamó y me apartó desde el viente de mi madre y me llamó por su gracia para bien. Gálatas 1:15.
En la mayoría de las familias se entrena a los hijos para el triunfo, pero no para el fracaso, quizá porque los mismos adultos no han podido superar sus propios fracasos ni olvidar sus caídas. Así que el tema del fracaso exige mente fría y clara para pensar, abordar y confrontar el fracaso, podemos perder algunas veces pero no siempre, y como padres y adultos maduros debemos ser firmes para enseñar y dar ejemplo a los hijos y los jóvenes; sacando carácter para vencer en la vida por el simple hecho de ser padres y adultos responsables del futuro de nuestros niños y jóvenes. El SEÑOR mismo marchará al frente de ti y estará contigo; nunca te dejará ni te abandonará. No temas ni te desanimes. Deuteronomio 31:8.
Nos levantamos, nos damos tregua, pero firmes avanzamos aferrados de la mano de Dios con fuerza desde adentro. Es de vital importancia aprender para enseñar a manejar tanto el éxito como el fracaso, la derrota, como la victoria, el dolor como la alegría, la vergüenza como la honra, son fenómenos propios de la vida humana. Tenemos que pararnos para conquistar en el poder de Dios y con toda nuestra gana porque en Cristo somos gigantes y valientes espirituales que dan pasos de fe. YO te he mandado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el SEÑOR tu Dios te acompañará donde quiera que vayas. Josué 1:9.
El fracaso no es el final en la carrera de nuestra vida, es apenas un momento y una etapa que vive pero se supera; en tiempos pasados, bisabuelos, abuelos y padres enseñaban principios y virtudes para superar las dificultades que nos presenta la sociedad y el mundo y nos decían: Si un fracaso te ha dolido, no te declares vencido, y es como lo dice el Apóstol Pablo: “Nosotros mismos somos como frágiles vasijas de barro que contienen el gran tesoro. Esto deja bien claro que nuestro gran poder, proviene de Dios, no de nosotros mismos. Por todos lados nos presionan las dificultades, pero no nos aplastan. Estamos perplejos, pero no caemos en la desesperación. Somos perseguidos, pero nunca abandonados por Dios. Somos derribados, pero no destruidos. 2 Corintios 4:7-9. Dios mismo nos da en su Palabra el poder para vencer y pararnos firmes ante la adversidad del fracaso y los reveces.
En todas las familias los padres deben enseñar y hablar de este tema con sus hijos pequeños, así como se les enseña a jugar. Es importante estar atentos y observar la actitud que toman nuestros hijos ante sus derrotas y fracasos. Allí debemos detenernos, y ejemplificar con tranquilidad, aceptando y manejando las derrotas. La Biblia nos proporciona poderosos e innumerables versículos que nos alientan a levantarnos y seguir. A Dios gracias, que nos da la victoria por medio de nuestro SEÑOR Jesucristo, 1 Corintios 15:57.
A nuestros hijos hay que mostrarles con la vivencia para cultivarles el espíritu valiente y resuelto que vive todo con tranquilidad y amabilidad con aquellos que consideran enemigos y adversarios cuando los tienen enfrente; como parte de vencer el fracaso está felicitar a hermanos, compañeros y amigos cuando los superen en el juego o alguna prueba. Ellos deben asimilar que no siempre se gana, pues si no aprendemos desde el hogar a saber perder desde niños, seremos unos desgraciados, frívolos y tontos toda la vida. Alabado sea el Dios y Padre de nuestro SEÑOR Jesucristo, Padre de misericordioso y Dios de toda consolación, Él es quien nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que con el mismo consuelo que recibimos de Él, también nosotros podamos consolar a otros. 2 Corintios 1:3-4.
Es necesario entender que esa pérdida momentánea no nos resta valor como
personas o como trabajadores y estudiantes, es algo humano y todos hemos de
pasar por el fracaso, las caídas y los retos y vale la vida luchar y superar
todo dolor y derrota. En esos momentos debemos tomar el camino de la humildad y
el espíritu enseñable, son momentos que cruzamos para escribir nuestra historia,
ser obras de arte y fuentes de inspiración para los que vienen atrás; dando
todo o nada, ahora o nunca, pero sin soberbia, ni impotencia, ni altanería y mucho
menos venganza por querer siempre ganar. Cuando los hijos sean adultos, serán
personas, amadas, gratas y bien recibidas por su calidad humana de valientes. Es
necesario formar para el fracaso y la derrota, así como para el éxito. Manténgase alerta; permanezcan firmes en la fe de Cristo, para que sean
valientes y fuertes. 1 Corintios 16:13.
Pedro fracasó cuando negó a su Maestro, estaba cayendo como discípulo de Cristo, pero lo reconoció y admitió, por eso lloró amargamente. Por eso cuando Jesús resucitó les dijo: No os asustéis. ¿Buscáis a Jesús Nazareno el que fue crucificado? Ha resucitado, no está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron, id y decid a sus discípulos y a Pedro que Él va delante de vosotros a Galilea, allí lo vereís como Él dijo.” Marcos 16:6-8.
También David fracaso siendo ya rey, pecó con Betsabé, él no quería reconocerlo, hasta que llegó el profeta Natán y lo confrontó. Quien fracasa y dice que no está pasando nada, no está aprendiendo nada. Admitir y enfrentar el fracaso es mejor que estarse quejando y llorando de amargura e impotencia. Aunque vayan por valles tenebrosos, no teman al peligro, por Dios está a nuestro lado; su poder y autoridad me reconfortarán. Salmos 23:4.
Sabiamente Jesús citó a sus discípulos a una reunión en Genesareth, allí mismo donde empezó el fracaso de Pedro. Éste regresó de Galilea y viendo que todos estaban ahí, rehusó quedarse aludiendo que se iba a pescar, inconscientemente volvía a lo que había dejado atrás. Jesús ya le había dicho en la primera ocasión que dejara las redes para ser pescador de hombres, pero ante el fracaso de haber negado a su SEÑOR, se rehusó a continuar con los discípulos e intentó volver a ser pescador de peces. Es una forma típica humana ante el fracaso, retroceder y querer quedarse como estaban al principio. Pero Dios no nos ha dado espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. 2 Timoteo 1:7.
El mundo no es de mediocres, tímidos, ni cobardes, negar y evadir el fracaso es una forma incorrecta de manejar una derrota, una caída, un error o una equivocación, debemos cambiar el enfoque frente a los altibajos de la vida. Pedro no se estaba dando cuenta que retrocedía, pero finalmente sintió la frustración, reconoció su error, se arrepintió, confesó y lloró con mucho dolor. Querer volver atrás, es renunciar a Cristo, renunciar a tu llamado, renunciar a su misión, renunciar al servicio del Evangelio, renunciar a salvar almas, cuando se piensa así, la persona cree interiormente que no sirve para nada, pero reaccionemos ante el fracaso y no perdamos nuestra oportunidad de crecer y avanzar. Pon tu esperanza en el SEÑOR; ten valor, cobra ánimo; por tu esperanza en el SEÑOR. Salmos 27:14
Hay que superarnos, leyendo, investigando, aprendiendo y conociendo, pero retroceder ante el fracaso es un paso hacia el estancamiento y el abismo del vacío, un escape a la realidad, y en vez de saltar un escalón hacia la cima, se empieza a descender vertiginosamente al hoyo del atraso. Debemos ver y aceptar el fracaso como algo que nos impulse a seguir subiendo la escalera de la vida hacia tiempos mejores. Podemos hacer todas las cosas a través de Aquel que me da las fuerzas. Filipenses 4:13.
No olvidemos de dónde nos sacó el Señor, Pedro estaba olvidando que antes era un simple pescador y Cristo lo había hecho un apóstol y discípulo, ahora estaba de nuevo en el mar, amargado porque no había podido pescar ni un solo pez y Jesús salió a su encuentro. El Señor permite que esto pase y le pregunta a Pedro y los que estaban con él: ¿Hijitos tienen algo de comer?, ellos responde No.
Jesús propició la forma para llevar a Pedro a admitir su fracaso de su camino hacia el apostolado. Lo ubicó, le da la orden de echar la red del otro lado, y las redes se rompían por la cantidad de peces. Jesús ratifica su autoridad y le hace ver a Pedro y a los demás que se habían salido del camino y andaban al borde del fracaso. Finalmente, sé fuerte en el SEÑOR y en la fuerza de su poder. Efesios 6:10.
Jesús los acomoda, les repite la primera lección y les recuerda lo que deben hacer. Les confirma que fracasan sin Él, recordándoles la enseñanza de Juan 15, Él es La Vida verdadera y ellos las ramas que deben permanecer unidas al árbol para recibir su sabia y llevar mucho fruto, ese es el secreto para llevar vidas llenas de plenitud, y sin derrumbarnos aún en medio de las aflicciones que el mundo nos da. Sé como un vigilante, se firme en la fe, actúa como un hombre valiente y fuerte. 1 Corintios 16:13.
Aquí está la lección contra el fracaso. Jesús no sólo enseña y recuerda la teoría, sino que también nos ejercita en la práctica. Es con el sufrimiento, las derrotas, las pérdidas y las caídas que aprendemos a ser gente fuerte, firme y valiente; así podemos enseñar a los hijos y a los alumnos. Estamos unidos vitalmente a Dios, y sin Él no podemos hacer nada productivo que nos satisfaga y nos llene con el gozo de los logros. Algunos prosperan económica y profesionalmente, pero vemos en gran número de casos, que ellos tienen vacíos e insatisfacciones que les impiden ser felices verdaderamente. Espera en el SEÑOR; se fuerte y permite que tu corazón cobre fuerza; siempre apóyate en el SEÑOR. Salmos 27:14.
Así que quizá muchas veces fracasamos porque estamos obrando solos sin Dios, actuamos por nuestra propia cuenta y a nuestro parecer porque hemos dejado a Dios de lado, no lo hemos consultado para recibir su respaldo y su dirección. Separados de Cristo, nada bueno podemos hacer y por su puesto nada buena sacaremos. Juan 15:5.
Jesús reúne a sus doce, les prepara la mesa y comen todos, en ese ambiente familiar se acerca a Pedro y le habla suavemente para cerrar el episodio del fracaso al negar a Cristo. Pone a Pedro en su lugar y le muestra su amor y comprensión. Jesús conoce el corazón sincero del discípulo, su arrepentimiento lo confirma, pero éste sigue herido y dolido, es necesario sanarlo para que tome el rumbo de su apostolado. Juan 21:15-20.
JESUCRISTO ES EL MÁXIMO MAESTRO. En todos sus encuentros con las personas, él nos hace mirar hacia adelante, y nos convoca para dejar de mirar hacia los lados o hacia atrás, como la película, “Retroceder nunca, rendirse jamás.”
Dios no quiere que sus amados hijos retrocedan, Jesús nos enseña que una forma de sanar el fracaso y levantar a una persona es recordarle el compromiso que tiene con Dios, consigo mismo y con la vida, marcando el rumbo por donde se debe andar Con Pasos Firmes en Dios.
Lo que Dios espera de cada uno de nosotros frente al fracaso es que lo reconozcamos con humildad de corazón y que arreglemos cuentas con Él. Que sigamos las pisas de Jesús y nos estanquemos ni nos quedemos en el lamento, la queja o el enojo ante el fracaso y la frustración.
Jesús ajustó el pensamiento de Pedro para levantarlo con espíritu de compromiso. Todos quieren atar a otros por lo que pasó en el pasado, les recuerdan el error y no los dejan avanzar, Dios no es así. Fracasamos quizá con una persona muy amada, pero ese fracaso no es desamor, caemos, pero seguimos amando. VALOREMOS EL COMPROMISO SENTIMENTAL, profesional y espiritual que tenemos. Así que, sigamos hacia adelante sin pararnos ni estancarnos en la frustración del fracaso.
Dios envió a Jeremías a casa del alfarero para ver cómo formaba una vasija de barro en la rueda, de pronto, la vasija se quebró en las manos del alfarero, el barro no respondió a la creatividad del maestro del barro, pero éste no se frustró, sino que volvió a tomar el mismo barro e hizo una nueva vasija, no desechó el barro porque se hubiera quebrado, sino que lo volvió a formar y le dio un nuevo aspecto.
Lo mismo hace Dios con cada uno de nosotros cuando caemos una y otra vez ante Él y ante la gente. Dios nos es alcahuete, pero es alcahuete, es Perdonador, es restaurador de nuestra vida, por eso ninguno debe creer que es un fracasado, ni tener el fracaso como si fuera el final de la historia. Cada fracaso es la oportunidad para volver a construir algo nuevo y mejor sobre él, porque la mejor historia de todos los tiempos, es tu propia historia.
Cuando te tiren piedras, no las devuelvas, piensa que podrías construir algo con esas piedras, es lo mismo que debemos hacer con los fracasos, sacar una lección y el máximo de provecho, aprender y no volver a caer en lo mismo, no te dejes zarandear por las tinieblas, ni por el mundo, ni por tu propia carne. Cristo te sanará y te mostrará un camino mejor, porque Él dijo: Venid a mi todos los que están trabajados y cargados y, YO los haré descansar. Mateo 11:28.
Levántate firme, determina avanzar y proyectar de nuevo un futuro excelente para tu vida. cambia la herida mortal del fracaso y la frustración y sube un nuevo peldaño para escalar hacia nuevos horizontes de grandeza en Dios. El que conquiste tendrá herencia y YO seré su Dios y él será mi hijo. Apocalipsis 21:7.
Cuando le fallas a Dios, y a una persona ¿tratas de hacer lo necesario para
reconciliarte?
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