ACEPTADOS Y RESTAURADOS EN CRISTO
¡PERDÓN, FUE SIN CULPA!
¿Quién acusará a los
escogidos de Dios? Dios es el que justifica. Romanos 8:33.
Para que justificados por
su gracia, viniéramos a ser herederos conforme a la esperanza de la vida
eterna, Tito 3:7.
Muchas veces sentimos pena, dolor y culpa, pero aunque a veces nos
sintamos tan mal, hay una oportunidad para el perdón y la restauración. Si estamos abatidos,
en medio del dolor del rechazo, solo hay una persona que nos puede comprender, Jesucristo
de Nazaret; corramos a Él, no podemos quedarnos tirados en el piso, vayamos a
buscarlo, no nos sintamos solos y derrotados, acudamos al Dios de la verdad y
los milagros, despojémonos de todo, recibamos la mejor acogida, consuelo y
fuerzas para levantarnos en el reconocimiento del Gran Libertador, Así
que si el Hijo nos liberta, seremos verdaderamente libres, Juan 8:36.
Aunque
estemos hechos pedazos acudamos al taller del Maestro, no importa lo que digan o
hagan los demás, Dios nos recibirá, Él nos conoce en detalle y sabe muy bien
cómo se solucionan nuestros conflictos, Él dará la salida, yo lo sé, lo he
experimentado, Él me ha mostrado el camino para el lugar que el Padre me ha
dado en Cristo, el equilibrio y la libertad del alma; con Cristo y por Él vale
la pena vivir y luchar en medio de la locura del mundo, porque será en sus
fuerzas, Porque muchas son las angustias del justo, pero el Señor
lo librará de todas ellas, Salmos 34:19.
Muchas
veces nos sentimos mal porque existen dos clases de culpa en el alma, la
mentirosa y la verdadera. La culpa mentirosa es aquella que en algún momento
nos hace sentir mal, tristes y culpables de algo pero no sabemos por qué ni de
qué; y la culpa verdadera es aquella carga que nos roba la calma y la paz por
algo que hicimos, o dijimos a alguien en un momento fuera de sí o por error,
también es esa culpa cuando hemos dejado de hacer algo que debíamos haber
hecho, y podemos decir: ¡Perdón, fue sin culpa!
Esta es una enseñanza que podemos sacar con la historia de Jesús y Zaqueo. Un
hombre rico y jefe de los publicanos recaudadores de impuesto que procuraba ver
quien era Jesús, pero no podía a causa de la multitud pues era pequeño de
estatura. Corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verlo, pues Jesús
debía pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba,
lo vio y le dijo: Zaqueo date prisa, desciende, porque hoy es necesario que YO
me quede en tu casa. Entonces Zaqueo descendió a prisa, y recibió feliz a
Jesús. Al ver esto todos murmuraban, diciendo que Jesús había entrado en la
casa de un hombre pecador. Entonces Zaqueo puesto en pie, dijo al Señor, He
aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres, y si en algo he
defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha
llegado la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham.
Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido, Lucas
19:1-10.
El nombre Zaqueo significa puro, inocente y sin malicia, él se
volvió recaudador de impuestos y todo el mundo lo odiaba, por eso había sido
etiquetado, encasillado y rotulado como malo y ladrón, ya que cobraba a favor
del Imperio Romano, así que de ser un hombre inocente y puro pasó a ser el malo
de la historia para el pueblo judío, Aunque mi padre y mi madre me
abandonen, Tú Señor, te harás cargo de mí, Salmos 27:10.
Como este
hombre, muchos pueden sentirse rechazados por toda la gente, y sentirse tan
pequeños como Zaqueo, pero Dios levantará su mirada y se fijará en nosotros para
extender sus brazos de bondad y llamarnos para darnos nueva vida, vale la pena
correr a Jesús, saldremos nuevos ante su presencia en Él somos cambiamos cuando
lo oímos, aprendemos del Gran Amor de nuestro Abba Padre en Cristo Jesús, él no
mira nuestro pecado, mira lo que hay en nuestro corazón, El
Señor está cerca, para salvar a los que tienen el corazón roto y han perdido la
esperanza, Salmos 34:18.
Además de su enanismo, Zaqueo no se sentía estimado ni amado por
la gente, él sentía una gran culpa, al saber que Jesús iba a pasar por allá,
pensó que Él lo podía ayudar porque había oído que el Señor hacía milagros;
como todos le cerraban el camino y no le permitían ver a Jesús, se subió al
árbol, él pensó: Aunque la culpa me hace sentir invisible, Jesús me mirará, y
sucedió lo maravilloso para ese pequeño hombrecito:
a) Jesús fijó sus ojos
en Zaqueo, b) Jesús le habla y le dice que baje
enseguida c) Jesús se quedó en su casa, d) Jesús honró a Zaqueo diciendo que también era hijo de
Abraham y e) Jesús trajo salvación a su casa. ¿Por
qué sucedió eso? Porque Zaqueo se enfocó en Dios y puso la mirada en el Señor,
no en la gente ni en el rechazo de ellos.
La culpa nos hace sentir invisibles, insignificantes y pequeños;
nos impide ver lo que realmente somos delante de Dios en Cristo. La culpa nos
esconde los talentos, las habilidades, las bondades y lo bueno que Dios ha
depositado en nuestra personalidad; la culpa nos enceguece hacia nosotros
mismos por eso nos comparamos y vemos en los demás privilegios, dones, virtudes
y capacidades que no vemos en nosotros mismos, la culpa nos hace sentir
realmente despreciados y despreciables y
miserables, Salmos
51:1-7.
La culpa como el orgullo nos impide ver en Dios y la
respuesta a nuestras necesidades; la culpa nos impide ver a Jesús como el Emanuel,
Dios con nosotros, al Príncipe de Paz, al Consolador y al Dios fuerte que
siempre está a nuestro favor, ya que la culpa además de ceguera, nos genera
ansiedad, tristeza, dolor duda y bajo auto-concepto, Yo los puedo alentar
con palabras amables y consoladoras, para darles ánimo y valor, Job 16:5.
Lo hermoso de la historia, es que Zaqueo, estuvo por encima de su limitación
física y de los comentarios de la gente, venció la culpa mentirosa, colocándose
por encima del pasado y por encima de las etiquetas, no se quedó abajo, subió
para hacerse visible provocando que el Señor fijara sus ojos en él, Jesús que
conoce el corazón, sabía que Zaqueo no era lo que se imaginaba de sí mismo ni
lo que la gente decía de él, porque el Señor mira el corazón,
1 Samuel 16:7. Tú y yo podemos ser libres de todo marca del mundo, de toda culpa, de todo falso auto concepto, en Cristo podemos vernos a nosotros mismos como Dios nos ve y para lo cual nos ha dado vida. Todos somos valioso y útiles en Jesús nuestro Amado Salvador que venció toda raíz torcida y mentirosa que el enemigo haya puesto en nuestro corazón.
Para Dios somos únicos, y aunque tengamos culpa, Él nos libera y nos mira con
ojos de amor y misericordia, que en el original significa ponerse en el lugar
del otro con compasión y ternura por la desdicha que sufre otra persona, eso
fue lo que hizo Jesucristo en la cruz, se puso en nuestro lugar para vencer el
pecado, la culpa y las cargas que nos hacían escondernos de Él,
Porque mientras aún éramos débiles, a su tiempo Cristo murió por los pecadores…Romanos
5:6-8.
El amor de Dios es tan compasivo que continuamente se está
poniendo en nuestro lugar, por eso está siempre dispuesto a recibirnos con los
brazos abiertos para perdonarnos cuando hemos caído, porqué es
necesario que el que se acerca a Dios crea que Él sabe premiar a los que lo
buscan de corazón, Hebreos 11:6.
Cuando hemos pecado la culpa nos condena, pero no debemos huir ni
escondernos de Dios, al contrario, debemos hacernos visibles para Él buscando
unir nuestro corazón al suyo para que nos ayude a salir de donde hemos caído, en
Cristo, aún vida y esperanza, aún quedan tiempos hermosos, Él nos sostiene y dice: Benditos
y dichosos los de corazón puro, porque ellos verán a Dios, Mateo 5:8. Debemos ser Zaqueo puros
e inocentes, reconociendo la culpa y buscando a Dios con corazón arrepentido,
un corazón así, ya es puro delante de sus ojos, por eso ve, corre a Él, alcanza
su perdón.
Gracias sean dadas a Dios porque aunque muchos no nos ven, Tú Señor
nos ves todo el tiempo, ayúdanos a verte cuando te buscamos de corazón,
Jesucristo yo estoy aquí, no me dejes salir de tu presencia.
Zaqueo permitió que Jesús lo afirmara, porque reconoció que aunque
la culpa lo hacía ver insignificante y despreciado, Jesús lo escogió para
entrar en su casa. La gente hacia rumores contra Zaqueo, todos estaban enojados
porque Jesús había decidido estar bajo el techo del pequeño hombre.
Muchas veces la gente no se toma la molestia de ver que realmente
hemos cambiado, nos siguen viendo bajo la etiqueta del pasado, pero Zaqueo
superó la insignificancia con que la gente lo calificaba, y Jesús lo llama puro
e inocente por lo que Zaqueo podía ser ante los ojos de Dios, este hombre
entendió que no era tratando de convencer a la gente de que él era bueno que
podría vencer su culpa, sino presentándose ante Jesús, porque nadie puede
hacerte sentir inferior.
Al verse identificado por Jesús, Zaqueó oyó la voz del Señor y
corrió prontamente bajando del árbol, Jesús lo estaba llamando por lo que el
hombre podía ser en Dios. Nosotros también debemos oír la voz de Dios y correr
a obedecer lo que Él nos dice en su palabra para que podamos ser lo que Él ve
en nosotros.
Hay muchos con la etiqueta de la mala fama generaliza que da mala
reputación, pero a pesar de todo ello, hay gente buena, hay autoridades buenas,
a pesar de la mala fama, hay ministros de Dios buenos y rectos. Jesús vio a
Zaqueo sin etiqueta, y el hombre oyó su nombre en labios de Jesús. Porque Dios
conoce nuestro verdadero nombre y nos llama por nombre propio, pero la culpa
mentirosa nos lleva a dudar y huir del único que nos puede amar y perdonar de
verdad porque solo Dios nos ve con los ojos del amor, distinto a como nos ve el
común de la gente, hemos
sido preciosos a sus ojos, Isaías 43:4.
Dios continuamente nos habla a través de su Palabra, ella es el
antídoto contra la culpa y contra y el pecado. Ahora así
dice Jehová Creador y Formador tuyo: No temas, porque YO te redimí; te he
llamado por tu nombre, tú eres mío, Isaías 43:1. Jesucristo yo estoy
aquí, gracias por escogerme y llamarme aunque nadie se fije en mí.
La gente se enojaba con Jesús, querían que se quedara en sus casas
porque se creían buenos mientras acusaban y señalaban a Zaqueo, pero ese hombre fue honrado
viéndose afirmado por el mismo Dios en la tierra y delante de sus angustiadores, TÚ
preparas mesa para mí delante de mis enemigos…Salmos 23:5.
Jesús le
estaba extendiendo brazos de amor delante de todos sus detractores, esa era su
oportunidad al hacerse visible para Dios, Zaqueo a pesar de todos los insultos y menosprecios, no los
escuchó, no prestó atención al pasado, sólo oyó la voz de su Señor y se bajó
del árbol de su riqueza, de su posición y de su propio auto-concepto para
obedecer y servir a Jesús…todo el que se humilla, será
enaltecido, Mateo 23:12.
Zaqueo se bajó del sicómoro sin dudar un instante, dice que corrió,
seguramente, casi se tiró del árbol para recibir el abrazo más grande que jamás
hubiera podido imaginar, y provocó que Jesús dijera cosas maravillosas a favor
de Zaqueo y a oídos de todos, el Señor honró a ese hombre porque vio la
realidad de su corazón. Hoy también el Señor nos llama porque nos quiere
abrazar, nos quiere honrar delante de todos, pero debemos oírlo y bajar del
árbol del pecado y la vanagloria que nos separa de Él.
Debemos bajar del árbol de la indiferencia, de árbol de la
tibieza, y decirle: Señor quiero bajarme del árbol del orgullo, de las
etiquetas, del árbol del pasado, quiero bajarme de todos esos sicómoros que me
hacen sentir insignificante, que me atan y no me dejan lanzarme para que me
reciban tus brazos de amor. Porque eso es lo que yo sé que tienes para mí.
Jesús tú no has venido para condenarme, sino para salvarme, para limpiarme y
lavarme con tus aguas vivas, ayúdame Señor a dejar atrás todo mi pecado, toda
mi culpa, todo mi pasado y todas las cargas que impiden que tu entres en
mi casa, porque me has llamado por mi nombre.
Gracias Señor Jesús por amarme, aunque nadie me ame. Porque de
tal manera amó Dios al la gente de este mundo, que entregó a su Hijo Jesús,
para que todo aquel que en Él crea, no de condene, sino que tenga vida eterna,
Juan 3:16. ¡Aleluya!
Mira, YO estoy a tu puerta y te llamo. Si oyes mi
voz y abres la puerta, YO entraré y cenaremos juntos como amigos. Todos los que
sean vencedores, se sentarán conmigo en mi trono, tal como YO salí vencedor y
me he sentado con mi Padre en su trono, Apocalipsis 3:20-21.
Lic. MEHC, hija del Dios vivo, real y verdadero y
servidora de su reino.
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