Y
de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre la
faz de la tierra, y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos de
la habitación de ellos, Hechos 17:26.
Y Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra, Génesis 1:16.
Y Dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra, Génesis 1:16.
El primer Adán es de la tierra, es terrenal,; el segundo Hombre,
que es el Señor Jesucristo es del cielo. Así como el terrenal,
tales también los terrenales; y como es el celestial, también son los celestiales,
Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del
celestial, 1 Corintios15:47-49.
La ciencia
continuamente comprueba nuestro ADN familiar y puede verificar si
somos hermanos,
una familia o una raza, pero al final todos somos semejantes al Creador. Hoy en día el
desarrollo de la ciencia y la tecnología de los hombres que de forma loca y
descontrolada altera y transforma el origen de la genética, del ADN, no solo
animal, sino también el humano, es la misma obra de satanás cuando hizo pecar a
la primera pareja en el Huerto del Edén. En la creación fuimos hechos a imagen
y semejanza de nuestro Creador, pero el enemigo corrompió y dañó la pureza de
ese ADN; por lo tanto Dios tuvo que planificar el rescate no solo del alma,
sino del ADN espiritual del ser humano, Génesis 1:26-27.
El ADN
de Dios está renovado y provisto en su pueblo, en los redimidos en Cristo, en
los que nacen de nuevo y son salvos, por medio de la sangre de Jesucristo,
Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre
la faz de la tierra, y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los términos
de la habitación de ellos, Hechos 17:26.
Todo
esto ha sido posible mediante el sacrificio del Cordero de Dios, que llevó
sobre su cuerpo la lepra del pecado como dice la Escritura acerca de la
condición humana De la planta del pie a la cabeza no
hay en él nada sano, sino golpes, verdugones y heridas recientes; no han sido
curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite, Isaías 1:6. Jesús vino a sanar,
limpiar, rescatar y santificar a su descendencia de esa maligna enfermedad que
mata eternamente, porque el alma que peca, muere, Ezequiel
18:20.
Jesús
tomó en su forma de humana, nuestra naturaleza caída, siendo Dios se hizo
siervo semejante a los hombres, en esa condición se humilló en obediencia hasta
la muerte de cruz, Filipenses 2:5-8. ¿Cuánto
más la sangre de Cristo, el cual por el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo
sin mancha al Padre, purificará nuestra conciencia de obras muertas para servir
al Dios vivo? Hebreos 9:14.
Cuando
Jesús fue engendrado por el Espíritu Santo en el vientre de María, se generó el
maravilloso e insondable milagro entre la unión de la divinidad con lo humano,
por eso Jesús fue 100% Dios y 100% hombre, Jesús es verdadero Dios y verdadero
Hombre, Él se despojó de su gloria pero no de su divinidad, y tampoco el
hacerse humano anuló la humanidad en su encarnación, Por lo tanto, el Señor mismo les dará
una señal: He aquí, que una virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y le pondrá
por nombre Emmanuel, (que traducido es Dios
con nosotros), Isaías 7:24.
Al descubrir
nuestra procedencia, conocemos nuestras raíces, sabemos de dónde nacimos, de
dónde venimos, y dónde nos criamos, entonces
podremos decir que tenemos una identidad y pertenecemos a una familia, a una
cultura, a una nación y a un continente, ¿O acaso no saben que
su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que vive en ustedes, el cual tienen de
Dios, y que no es de ustedes?
1 Corintios 6:19. Somos pertenencia de
Dios, porque todo fue creado por Él y para Él,
Colosenses 1:16.
Es
mediante Jesucristo que dejamos de ser advenedizos, que dejamos de ser extraños
para el Padre, después de la caída en el Edén, El mismo Dios Creador nos buscó,
volvió a hacernos posesión suya en Cristo para engrandecer su nombre en medio
de un pueblo que muestre su esencia, que lleve su verdad, que porte su presencia
y que refleje la gloria de su Hijo, Ustedes son linaje escogido, real
sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios como su posesión, para que
anuncien las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su Luz
Admirable, 1 Pedro 2:9.
Somos
hijos de Dios, Porque venida la fe, ya no estamos
bajo el yugo de la ley, pues hemos venido a ser hijos de Dios por la fe en
Cristo Jesús, Gálatas 3:25-26. Por lo tanto, así como cada redimido es
hijo de Dios, la Iglesia es la familia de ese hijo de Dios en Cristo, Para
que sepamos cómo debemos portarnos en la familia de Dios, que es la iglesia del
Dios viviente, la cual sostiene y defiende la verdad, 1 Timoteo 3:15.
Es en
Cristo que vinimos a ser familia de Dios mediante la fe en Él quien es el Autor y
Consumador de nuestra fe salvadora, Así pues, ya no son ustedes extraños
ni extranjeros, sino que son ciudadanos de los santos, y son de la familia de
Dios, Efesios 3:19. Por eso dice, Así
que entonces, hagamos bien a todos según tengamos la oportunidad, y
especialmente a los de la familia de la fe, Gálatas 6:10. Fue algo que Jesús lo
dijo cuando sus discípulos le avisaron que su madre y sus hermanos lo buscaban,
Respondiendo Jesús les dijo: mi madre y mis hermanos son todos aquellos que
oyen la palabra de Dios y la hacen, Lucas 8:21.
Por
todo lo anterior podemos decir con claridad que poseemos una identidad y poseemos
un sentido de pertenencia, Por lo tanto debemos desafiarnos a nosotros mismos
para dejar de titubear deslizándose en el mundo y ligarnos a la cultura del
reino de Dios, porque Él quiere hacer de cada uno de nosotros verdaderos hijos,
sacerdotes y embajadores de su reino, Así que somos
embajadores de Cristo, lo cual es como si Dios mismo les rogara a ustedes por
medio de nosotros. Así pues, en el hombre de Cristo les rogamos que acepten
reconciliarse con Dios, que es su Padre, 2 Corintios 5:20.
Tenemos
un Padre, tenemos un Señor, tenemos un ayudador y tenemos una familia a la cual
pertenecemos, y nuestra identidad nos la da Cristo. Porque somos el
cuerpo de Cristo, Así como el cuerpo humano, está
formado por muchos miembros y es un solo cuerpo, así también Jesucristo. De la
misma manera, todos nosotros, judíos y no judíos, esclavos o libres, fuimos
bautizados para formar un solo cuerpo por medio de un solo Espíritu; y a todos
se nos dio a beber de esa mismo Espíritu, 1 Corintios 12:12-13.
Por lo
tanto vivimos una cultura bíblica, y cuando Cristo vuelva, todas las naciones
de la tierra serán revividas y seremos un solo pueblo pues Cristo de dos
pueblos hizo uno. Porque Jesús mismo es nuestra paz,
quien de dos pueblos, (judíos-gentiles)
hizo uno, derribando la pared intermedio de separación, Efesios 2:14. Así que para reconocer plenamente nuestra
identidad relacionada con el ADN de Jesús, y aclarar nuestro sentido de pertenencia
debemos entender que:
1. El Padre nos identifica como sus
hijos, sus , su familia y su pueblo, Ustedes antes ni
siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes Dios no les tenía
compasión, pero ahora les tiene misericordia, 1 Pedro 2:10. Porque
a los que de antemano había conocido, los destino desde un principio a ser como
su Hijo, para que su Hijo Jesucristo, sea el primogénito entre muchos hermanos,
Romanos 8:29.
2. Dios
nos identifica como herederos suyos y depositarios de su gracia, Y
si ustedes son de Cristo, entonces son descendientes de Abraham y herederos de
las promesas que Dios le hizo a él, Gálatas 3:29. Dios ha desatado todo
su amor sobre nosotros cuando no lo merecíamos, éramos ramas silvestres pero
fuimos perdonados e injertados en la Vida verdadera y nuestros nombres están
escritos en el libro de la vida si es que permanecemos unidos a Cristo hasta el
fin.
3. Somos propiedad de Dios, no nos
definen los sentimientos, ni las propias opiniones, ni los fracasos, ni los
éxitos, tampoco por todo lo material que podamos disfrutar nos definimos, Y
el Espíritu mismo, da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios.
Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si
en verdad padecemos con Él, a fin de que también seamos glorificados con Cristo
Romanos 8:16-17.
Deben
saber que el Señor, es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos;
pueblo suyo somos y ovejas de su prado, Salmos 100:3. Porque el Padre nos ha comprado a precios de
sangre del Hijo, 1 Corintios 6:20.
4. Dios nos identifica como sus santos, la
sangre de Cristo nos ha lavado y limpiado, es cierto que fallamos pero su gracia,
su fidelidad y su amor cuando reconocemos el pecado y nos arrepentimos nos
sostienen, Por lo tanto sean ustedes perfectos como su Padre
celestial es perfecto, Mateo 5:48. Aprendan de Mí que soy manso y humilde
de corazón, y hallarán descanso para sus almas, Mateo 11:29. Canten alabanzas
al Señor, ustedes sus santos, y alaben su poderoso nombre, Salmos 30:40.
5. Dios nos da la distinción de
sacerdotes y embajadores suyos. Y ustedes serán llamados sacerdotes
del Señor; ministros de nuestro Dios serán llamados, Isaías 61:6. Nosotros somos real sacerdocio y nación santa
para que anunciemos las virtudes de Aquel que nos llamó de las tinieblas a su
luz admirable. El sacerdote tiene acceso directo al Padre, por lo tanto nuestra
vida es un continuo servicio a Dios, lo cual implica que llevamos su presencia
de generación en generación. Nuestra identidad en Cristo lleva un destino
eterno extraordinario, Porque
somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para hacer buenas obras, las cuales
Dios preparó de antemano para que andemos en ellas, Efesios 2:10.
La importancia
y trascendencia de esta identidad y pertenencia en Cristo fue lo que hizo que
Jesús orara en Juan 17 por la unidad
y cohesión de la Iglesia. Sabiendo esto, debemos entender que hay una guerra
continua que el enemigo tiene contra los hijos de Dios, y que él vino para
destruir nuestra identidad, y robar nuestro lugar de pertenencia, pero el poder
de Dios que habita en nosotros nos habilita para hacerle frente y vencerlo con
santidad, firmeza de fe obediente y caminando en la verdad de Cristo.
Saber
quiénes somos en Cristo nos debe impulsar a afirmar y acentuar nuestra
identidad en Él como la esposa del Cordero que debe santificarse continuamente
para estar preparada para las Bodas del Cordero como vírgenes prudentes que
anhelan a su Señor. El Señor del universo nos observa y escucha continuamente,
Él anhela que le cantemos canciones continuamente y que lo adoremos como
ciudadanos de la Nueva Jerusalén donde un día estaremos con Cristo por la
eternidad y tendremos un nombre nuevo.
Así que el ADN de
Dios nos hace uno en Cristo Jesús, SEÑOR nuestro, Somos hermanos, somos una familia, somos una raza, somos semejantes al
Creador, con el propósito de vivir unidos, crecer, trabajar, compartir, mejorar
el mundo, cuidar nuestro planeta, protegernos unos a otros, soportarnos,
ayudarnos, colaborarnos y lo que cada uno recibe de Dios, cada don y cada
habilidad no es para competir, ni para envidiar, ni para celar, ni para
robarlo, ni para destruirlo sino para edificarnos mutuamente; hemos sido
creados por el único Dios real, fiel, verdadero y amoroso que nos dejó su
palabra, su evangelio de vida, cuya esencia es el amor, no el odio. ¿Entonces,
por qué nos hacemos tanto daño?
Acabemos de una vez
por todas con la división entre el pueblo de Dios y unámonos en la esencia del
Evangelio de la cruz que es el Amor de Dios, para que podamos impactar al mundo.
Con una mente abierta a la realidad y la verdad de Dios, con un corazón abierto
para recibir a Jesucristo como Señor y Salvador amando a todos sin acepción de
persona, y con una actitud dispuesta a rendirnos y entregarnos a Aquel que sólo
quiere el bien para la raza humana al morir por todos y cada uno en la cruz y
Quien pronto volverá por aquellos que han decidido ser sus discípulos,
servidores, buenos mayordomos y llamados al ministerio de la
reconciliación, 2 Corintios 5:11-20. Amén.
¿Y tú
que no te decides a rendir tu vida a Cristo, qué esperas de tu destino final?
Mg.
MEHC, hija del Dios vivo, real y verdadero y servidora de su reino
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