Sobre mis espaldas araron los aradores,
e hicieron largos surcos. Salmos 129:3.
He sido derramado como aguas, y todos
mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio
de mis entrañas, Salmos 22:14.
Cristo nos redimió de la maldición de
la ley, hecho por nosotros maldición, porque está escrito: maldito todo aquel
que es colgado de un madero, Gálatas 3:13 y Deuteronomio 21:23.
No alcanzamos a
imaginar el misterio de la cruz, ni la profundidad del dolor de Cristo desplegado
el amor del Padre sobre el madero, sin embargo Dios lo revela a sus hijos y nos
ayuda a comprender cada día más; por eso Él merece con intensidad toda nuestra
adoración y amor cada vez que respiramos, porque solo Él es digno y santo. Para que en el nombre del SEÑOR Jesucristo
se doble toda rodilla de los que están en el cielo, en la tierra y debajo de la
tierra, y toda lengua confiese que Jesucristo es el SEÑOR, para gloria del Dios
Padre. Filipenses 2:10-11.
La denigrante muerte
en una cruz era para los criminales, pero el Dios santo hecho Hombre tuvo que
padecerla; era un suplicio demasiado cruel e implacable, algo que Cristo pudo
llevar a cabo por amor a una raza caída y pecadora. En aquel tiempo los que
crucificaron a Jesús no comprendieron el amor y la misericordia que ese
sacrificio encerraba en sí mismo, su sacrificio fue la esencia y Ley Suprema del
Evangelio que salva, su amorosa entrega incondicional a favor de los pecadore
empedernidos de la tierra, es un hecho incomprensible a la mente humana, Y eso de que subió, ¿qué es, sino que
también había descendido primero a las partes más bajas de la tierra? Efesios
4:9.
El padecimiento
físico de Jesús camino al calvario estuvo en las manos de los poderosos de su
época, religiosos y gobernantes incrédulos e implacables, ellos hicieron
afrenta a su pureza con martirio, traición, vergüenza de su desnudez y el
oprobio de su sangrienta crucifixión incomparable, pero el contenido espiritual
que encierra este evento es mucho más extraordinario y profundo de lo que
podemos pensar, porque Él mismo llegó al punto de bajar al mismo infierno para
darnos libertad y evitar que vayamos allá, Juan 3:16.
Mientras El Rey
agonizaba en el madero, toda la carga del pecado caía sobre Él y se hacía
maldito, y los demonios arremetieron contra Él con toda su fuerza y saña, Me rodearon muchos toros; fuertes toros
de Basán me han cercado. Abrieron sobre mí su boca como león rapaz y rugiente,
Salmos 22:12-13. Así como la muerte humana en el Edén fue una terrible caída espiritual
que separó al hombre de su Creador, el sacrificio de Jesús era el rescate
supremo para volvernos a reconciliar con el Padre con el más alto pago con su vida
y su sangre, el equivalente a la estruendosa caída ocasionada por la serpiente
antigua. Y como Moisés levantó
la serpiente Enel desierto, así era necesario que Hijo del Hombre fuera
levantado. Juan 3:14.
Fue tan trágica la
caída y perdida de la inocencia, que se alejó la alejó la amistad y la comunión
cara a cara con el Dueño de la vida y del universo, la maldad del ser
humano iba aumentando con el paso del tiempo, se multiplicaban sobre la faz de
la tierra, tuvieron hijas, y al ver los ángeles caídos que ellas eran hermosas,
escogieron entre ellas y las tomaron por mujer, de esas relaciones engendraron
gigantes que no fueron creados por YHWH, esos ángeles pecaron e hicieron pecar
a los hombres, por lo cual dijo el Eterno: no contenderá mi Espíritu con el
hombre para siempre porque él es carne, son polvo y le puso limite a sus años, Génesis
6:1-8.
Por todo esto hubo
castigo no solo para los hombres de esa época, sino también para los ángeles
que pecaron, vemos claramente que el pecado llegó a contaminar incluso a
los ángeles de Dios, lo cual trajo juicio tanto para los humanos como para los
ángeles. Porque si Dios no perdonó a los ángeles
que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de
oscuridad, para ser reservados al juicio, y si no perdonó al mundo antiguo,
sino que guardó a Noé, pregonero de justicia, con otras siete personas trayendo
el diluvio sobre el mundo de los impíos…2 Pedro 2:4. Y a los ángeles que no conservaron su
señorío original, sino que abandonaron su morada legítima, los ha guardado en
prisiones eternas, bajo tinieblas para el juicio del gran día, Judas 1:6.
Nuestro Salvador
sabía que debía ir hasta regiones subterráneas, a las entrañas mismas de la
tierra donde está el infierno, fue a predicar a los espíritus encarcelados, y solo
con su muerte podría hacerlo, De esta manera fue a proclamar su victoria a los espíritus
que estaban presos…1 Pedro 3:18-20. Jesús descendió a las partes más bajas
de la tierra, esto significa que conoció la muerte, estuvo en el Seól o Hades,
lugar de los muertos, como Él enseña en la historia del rico y el pobre
Lázaro, Porque por esto
también ha sido predicado el evangelio a los muertos, para que sean juzgados en
carne según los hombres, pero vivan en espíritu según Dios, 1 Pedro 4:6. (se refiere a las
almas de los santos que murieron en la antigüedad).
Jesús lo sabía y lo
anunció: De cierto, de cierto
les digo: viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo
del Hombre; y los que la oyeren vivirán, Juan 5:25; esto se refiere a todos los justos que
murieron esperando ver al Redentor prometido, a los que esperaron la promesa y
no la vieron, Él fue y se presentó ante ellos, les predicó para que fueran
salvos en Él y así sacarlos de la oscuridad y traerlos consigo a su luz
admirable.
Peo mientras Jesús
agonizaba colgado del madero pronunció sus palabras finales, padeciendo una
experiencia terriblemente pesada y cruel, que solo Él podía soportar para pagar
la deuda y vencer las fuerzas espirituales violentas y malignas del diablo y
sus demonios y que teniendo el imperio de la muerte y la oscuridad en sus manos,
planeaba destruir la obra maestra de Dios: el ser humano, Lucas 4:6; solo Jesús estaba
el dominio y la potestad para evitarnos el tormento del infierno y salvar a
muchos liberándonos del lugar de tormento y angustia, Como un tiesto se
secó mi vigor, y me has puesto en el polvo de la muerte. Porque perros me han
rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos…Salmos 22:15-18.
Razón por la cual
Jesús oraba en el Getsemaní: Padre mío, si es posible, pasa de Mí esta copa; pero no sea como YO
quiero, sino como Tú, Mateo 26:38, 42 y 44. Él sabía lo que debía padecer
hasta descender a las profundidades de la tierra para ver, soportar y
permanecer tres días allí en el hades, entablando una lucha titánica contra satanás
y el infierno, y así vencer y arrebatarle las llaves de la muerte al que tenía
ese imperio. Apocalipsis 1:18.
Jesús hizo la misma
petición tres veces, sabiendo el tormento y la lucha que debía librar para
arrancar todo el poder que satanás tenía sobre la raza humana; así pasó por la angustia
y el dolor con que destruiría la maldición de la muerte, el aguijón de la
enfermedad, y toda la maldición que recibió la raza humana y la tierra en
el Edén, Génesis 3:14-19, para luego
resucitar triunfante y darnos su victoria, Porque no dejarás mi alma en el Hades,
ni permitirás que tu Santo vea corrupción, Hechos 2:27.
Porque todo lo bueno
y lo malo que sucede en la tierra y el universo entero, se gesta primero en el
ámbito espiritual, por eso la oración debe ser preventiva más que curativa; el
mundo de lo sobrenatural es mucho más fuerte y pesado que lo físico y lo material,
al mismo tiempo es mucho más valioso y trascendental lo que sucede después que
partimos de esta tierra siendo salvos o condenados, comparado con lo que pasamos
mientras vivimos, Esa es la razón de las siete palabras pronunciadas por
Jesús en la cruz, No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma; más
bien teman a aquel que puede hacer perecer el alma en el infierno, Mateo 10:28.
Hubo oscuridad sobre
la tierra desde el mediodía, era la reacción de las tinieblas; y que precipitaron
el movimiento de los ángeles caídos sobre Jesús, el terremoto, las tumbas
abiertas y la ceguera de los hombres que crucificaron al Cordero inocente; todo
este caos vino como consecuencia de la lucha que se estaba librando, sobre la
tierra, momentos en que se enseñoreó el mal, y parecía que los demonios hacían
fiesta por la muerte del Hijo de Dios, Mateo 27:51-54. Mientras el velo se rompía, las rocas
se quebraban, la tierra temblaba y se abría: porque la tierra gime según la
sangre que se derrama sobre ella, en ese momento se derramaba la sangre del más
Santo e inocente, por eso los cadáveres salieron de los sepulcros. Mateo 27:52-53.
Mientras Jesús
recibía sobre su humanidad toda la descarga infernal de la maldición por el
pecado, el Padre no lo miró, ni le respondió, tampoco acudió en su ayuda; porque
Él sabía que su Amado Hijo estaba cargando todo el pecado, la muerte,
enfermedad y condenación de la humanidad; y solo Él podía devolverle lo que le
había sido arrebatado, y le pertenecía, Jesús debía recuperarnos, salvarnos y
reconciliarnos con el Padre. Mientras tanto padecía y guerreaba horrendamente
en el Espíritu, pronunciando sus palabras finales, cargadas de amor y
misericordia, para perdonar, liberar, sanar e interceder por cada uno de
nosotros, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi
salvación, y de las palabras de mi clamor? Salmos 22:1.
Esta lucha fue titánica y encarnizada, una guerra a muerte contra todo el infierno y todas las fuerzas del mal; mientras soportaba y peleaba tan colosal batalla, sus palabras daban testimonio de su gallardía, grandeza, amor, valentía y soberanía divina, todo en Él estaba cargado de bondad, misericordia, y entrega total, mostrando su profunda ternura por aquellos que había creado a su imagen y semejanza Génesis 3.15. Las siguientes fueron sus siete palabras finales:
1. Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen, Lucas 23:24. Un sacrificio profetizado en Salmos 22:18. Su gallardía permaneció firme sobre la cruz, intercediendo por todos, pero la ignorancia de la religiosidad, la idolatría y el legalismo le impedía a los hombres reconocer a su Mesías prometido, por lo tanto, tampoco sabían la trascendencia de sus acciones, Y mirarán a Mí, a quien traspasaron,, y llorarán como se llora por Hijo Unigénito, afligiéndose por Él como quien se aflige por el Primogénito…y pesaron por el pago a mi sacrificio, treinta piezas de plata, Zacarías 11:12 y 12:10.
2. De cierto te
digo que hoy estarás conmigo en el paraíso, Lucas 23:43. Cuando el
malhechor crucificado con Jesús a la derecha se arrepintió y pidió a Jesús que
se acordara de él, lo estaba reconociendo como su Salvador; en su agonía el SEÑOR
le aseguró la vida eterna con palabras cargadas de ternura, mirándolo con
compasión a los ojos, lo perdonó, lo salvó y le abrió las puertas a la vida
eterna.
3. Mujer, he ahí a
tu hijo-hijo he ahí a tu madre, Juan 19:26-27. Con la carga de su
dolor enfrentando la muerte y el suplicio de los demonios que lo oprimían
violentamente, Jesús, Hijo de María, se ocupó de su cuidado, se la encargó y
confío a su amado discípulo Juan; a pesar de la insoportable prueba que padecía
el Cordero santo, se dirigió a su prójimo con suavidad y dulzura para recordar
que el amor protege y cuida hasta el final.
4. Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has desamparado? Marcos 15:34. Esta es una palabra
profetizada en Salmos 22:1-2. Jesús literalmente sintió la quietud, el distanciamiento y el silencio
del Padre mientras Él cargaba con todo el pecado y los vejámenes de la
humanidad. Jesucristo seguía confirmando que YHWH era su Padre, y en medio de
su padecimiento mantenía firme su confianza obediente al Dios Justo.
5. Tengo sed, Juan 19:28-30. Con estas palabras se cumplió lo profetizado en Salmos 69:21: Me pusieron hiel por comida, y en mi sed me dieron a beber vinagre; esto revela el climax del dolor y la copa de angustia del SEÑOR Jesucristo en el padecimiento para redimirnos, porque era necesario que soportara tal sacrificio el bendito Hijo de Dios, para completar su misión salvadora para recuperar con justicia divina lo que era suyo desde el principio, sus criaturas que vayeron en el engaño pecador de la desobediencia y la rebeldía. Porque ni aun el Hijo del Hombre vino para ser servifo, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. Marcos 10:45.
6. Consumado es, Juan 19:30. En las tempranas horas de la tarde nuestro SEÑOR pronunció estas palabras, en momentos en que se estaba dando cumplimiento a la más sublime promesa de redención por la humanidad de Génesis 3:15. Su excelso y magno sacrificio estaba anulando el acta de decretos que había contra nosotros y que nos era contraria, y que hasta ese momento el adversario había manejado contra nuestras almas. El que cree en Mi, y muera a este mundo, vivirá. Porque todo aquel que vive creeyendo en Mí, tendrá vida eterna. Juan 11:25-26.
En Cristo Jesús, el Padre ya ha hecho todo lo que necesitamos en este mundo para sostenernos hasta partir de aqui; nuestro Amado Salvador marcó el nuevo comienzo de vida para en su gloriosa resurrección salvadora, su resurreccíón es el sello de gracia del nuevo pacto con su
vida ofrendada y su sangre derramada, Y los salvados reciben la herencia de la vida
eterna, Colosenses 2:14-17 y Hebreos 9:16.
7. Padre, en tus
manos encomiendo mi Espíritu, palabra profetizada en Salmos 31:5, y
cumplida en Lucas 23:46. Confirmando así la palabra, El
Hijo de Dios confió plenamente en su Padre hasta el último momento, y en ese
instante concretó el nuevo pacto para todo aquel que cree en Él, mientras las
tinieblas y el infierno celebraban con densa oscuridad, creyendo que lo habían derrotado
hasta que fue sepultado y resucitó al tercer día, Y se dispuso con los impíos su
sepultura, pero con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad ni
hubo engaño en su boca, Isaías 53:9.
Jesús había anunciado
el derramamiento de su sangre para llevar a cabo el mejor Pacto; Él se hizo Hombre:
nació, vivió, sufrió, murió y resucitó porque la muerte no lo pudo
retener, Hechos 2:24; todo lo hizo en
función del juramento decretado por el Padre, a favor de la raza caída que no
podía salvarse por sí misma; y en el sacrificio de Jesucristo no hubo nada absurdo
ni inesperado, fue el cumplimiento de lo anunciado por los profetas desde la
antigüedad, era la consumación de algo planeado y preparado por el Padre
en Génesis 3:15, solo derramando su sangre pura, limpia e inocente
podíamos ser justificados, Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para
remisión de los pecados, Mateo 26:28.
La puerta al Padre
quedó abierta, Jesús dio su vida por nosotros, Él sabía el destino del
hombre y por eso vino como hombre a sufrir, morir y resucitar para salvarnos y
rescatarnos del infierno. Él es la puerta que abre camino a la humanidad
para devolvernos al Dueño original; Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva
la cautividad, y dio dones a los hombres, Efesios 4:8. El Aliento de vida lo resucitó y
cumplió la voluntad del Eterno. Le dijo Jesús: YO SOY la resurrección y
la vida; el que cree en Mí, aunque esté muerto vivirá, Juan 11:25.
Amén, gloria al
Eterno Dios por los siglos de los siglos. Aleluya! A Él sea todo honor,
reconocimiento y acciones de gracias por los siglos de los siglos. Amén.
Mg. MEHC, hija del
Dios vivo, real y verdadero y servidora de su reino.